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Lectura devocional: Proverbios 15:1-7
La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. Proverbios 15:1 (NVI)
En otra ocasión les compartiré de ese otra grande en el trato con sus semejantes como lo era el doctor Jacinto Convit, murío a la edad de 100 años y todavía años se mantenía investigando, sacándole secretos a la ciencia para ponerlos al servicio de quien él consideraba lo más grande y valioso del mundo: el ser humano. Lo triste de nuestra situación es que cuando los sabios venezolanos Bruni Celli y Convit, murieron, quizás muchos ni se dieron cuenta. Su legado estará allí porque nos mostraron que los buenos modales son tan importantes que se pueden comparar con el conocimiento de los secretos de la ciencia.
Perdónenme pero ilustraré esta verdad de la cortesía mediante una alusión personal a un hombre sencillo, mi padre, un humilde campesino, viví a su lado solamente nueve años, pero recuerdo su trato con las demás personas y con su familia, nosotros éramos niños, viajamos del campo hasta la ciudad, por el camino nadie se le escapaba para saludarlo: “Buenos días don, si era un hombre de edad”, “buenos días señorita”, “buenos días amigo…” Niños al fin, mis hermanos y yo, llenos de curiosidad le preguntábamos: “Papá, ¿usted conoce a esa gente?” “No, hijos”-respondía: “¿No ven que no los llamé por sus nombres?” … Todavía recuerdo, cuando llegué al hospital en donde se encontraba grave, minutos antes de morir. Saludé a mis familiares y los amigos que estaban a la entrada del hospital, me jugué con él: “¡Papá, ¿y esa cantidad de gente que está haciendo filas para verlo?” Me sonrío, y me dijo, sus últimas palabras: “Hijo ¿por algo será? ¿Por algo será?”
De hecho, al comportamiento amable, de buena educación, de buen trato con los demás con afecto; y al cuidado y respeto por las normas de la urbanidad en el trato social, lo denominamos, cortesía.
Sin duda la cortesía, nos dará grandes dividendos cuando ya no estemos aquí. No obstante, con un asombro grande, cada día notamos que la cortesía ha sido proscrita como una actitud burguesa o como una virtud secundaria, pasada de moda. Hoy sufrimos una sociedad, con expresiones llenas de violencia en que la agresión menoscaba mucho lo que debe ser la vida normal de un ciudadano.Lamentablemente, la vulgaridad sustituyó a la urbanidad, y casi no nos dimos cuenta. El hablar altanero y en lenguaje sucio, no son buenos compañeros. Ahora bien, no es nuevo. Salomón, en este versícuo de Proverbios, escrito hace unos tres mil años nos dice: La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. (Proverbios 15:1, NVI). Igualmente, el Apóstol Pablo, les recomendó a los hermanos de Corintio, hace dos mil años: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios 15:33, RV60).
Mi anhelo es que volvamos a la cortesía, al buen trato con los demás, al final, vamos de paso por este mundo. Seamos corteses o no de todos modos moriremos. Si de todos modos vamos a morir, recordemos que la cortesía cubre las asperezas de nuestro carácter e impide que podamos herir a los demás. No prescindamos de la cortesía, ni siquiera cuando tengamos que responder a los seres humanos difíciles. Que la cortesía prevalezca sobre el odio, el rencor que superemos los obstáculos que en el diario vivir tendremos que enfrentar, y saquemos nuestra alegría interior y expulse bien lejos de nosotros, por inútiles los sentimientos y acciones negativas. Que nadie nos haga esta pregunta: “¿Dónde esta la cortesía?...
¡Adelante, siempre adelante!
Oración:
SEÑOR, que yo pueda responder con amor y cortesía como tú lo hiciste aún en los momentos más difíciles. En el nombre de JESÚS, amén.
La ira que no se controla tarde o temprano nos destruirá. Solamente el amor de DIOS en nosotros nos hace vencedores.
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