Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Salmos 127-128
Bienaventurado
todo aquel que teme al SEÑOR, que anda en sus caminos. Cuando comas del trabajo
de tus manos, dichoso serás y te irá bien. Tu mujer será como fecunda vid en el
interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He
aquí que así será bendecido el hombre que teme al SEÑOR. Salmo 128.1-4 (LBLA)
Me uno de todo corazón a la celebración del Día de
Acción de Gracias,-aquí en Canadá lo celebrarmos adelantado en comparación con
Estados Unidos. Su historia obviamente, la misma-. La acción de gracias es el
acto de expresar nuestra gratitud a Dios por las bendiciones específicas que nos
ha otorgado, especialmente en el transcurso de este año, y por qué no decirlo,
en todo lo que hemos vivido y lo que nos resta por vivir en esta tierra.
¡Feliz Día de Acción de Gracias para ti y los
tuyos!
SEÑOR TODOPODEROSO:
Aquí me tienes al frente de la mesa del hogar que
tú me permitiste fundar. Las manos de la esposa que me diste la han preparado
con amor para nosotros, como lo hace todos los días. Los hijos y los nietos,
como vástagos de olivos, están alrededor de la mesa. Nuestros hijos son la
herencia que nos diste en nuestra juventud. Los nietos son como las flechas en
manos del guerrero, disparados por sus padres hacia lo bueno, lo grande y lo
puro. Es nuestra confianza, Señor, que nuestros hijos y nietos habitarán
seguros y su descendencia estará firme delante de ti, como lo hicieron los
Peregrinos del pasado; hoy nosotros también hemos emigrado a las costas de esta
gran nación.
SEÑOR, gracias por revelarte a ti mismo a través de
las Sagradas Escrituras. Sus páginas doradas son el mapa para que el ser humano
te busque y te encuentre. La Biblia es el Libro de los libros porque tú lo
inspiraste para revelarte al ser humano. Este Libro es nuestro tesoro porque es
instrucción de tu corazón al corazón del ser humano. El propósito de tu libro
es guiarnos hacia la salvación en tu Hijo Jesucristo. Él es nuestra pasión y
triunfo y, nos llevará de victoria en victoria en la vida espiritual. ¡Esta
Palabra está viva y es totalmente verdadera, la has librado de errores! ¡Es una
revelación de los principios por los cuales tú nos juzgarás al final de los
siglos! ¡Esta Palabra nos convoca a conocerte y adorarte como el único y
verdadero Dios! ¡Es la norma suprema por la cual mi conducta, lo que soy y lo
que tengo serán juzgados! ¡Esta bendita Palabra me condujo a ti y por eso la
hago lámpara a mi camino y mi consejera eficaz! ¡Ella ha sido mi leche
espiritual en donde mi sed de ti ha sido saciada! ¡Sus principios y valores son
ligeros y sin cargas extras para el pecador! Eterno Dios, en tu sabiduría, nos enseñas
en este sagrado Libro cómo tomar el camino al cielo y cómo nacer de nuevo.
Gracias SEÑOR por este manual que nos has dejado de
cómo una familia puede vencer y arribar un día feliz a las playas del cielo.
¡Oh, no anhelo otra comida que la de sus páginas, el verdadero pan, y traerlo a
nuestro hogar para que haya alimento en mi casa! Estos principios y valores son
eternos como tú. Estos son los principios y valores que quisiéramos dejar bien
sembrados y cosechados como herencia incorruptible en nuestro acervo familiar.
SEÑOR, hoy como familia inclinamos nuestros
corazones y pensamientos delante de tu grandeza. Humildemente reconocemos y
confesamos nuestros pecados delante de ti, y te damos gracias que por tu gran
misericordia no hemos sido consumidos. Porque tu gran amor nunca se acaba, y tu compasión jamás se agota. Por el
contrario cada mañana se renuevan tus bondades. Puedo proclamar Señor, a los
cuatro vientos que, ¡muy grande es tu fidelidad! Por eso aún en los momentos en
que el mismo cielo parece de bronce, te busco y te digo: ¡Tú eres todo lo que
tengo¡ En ti esperaré.
Vengo a darte gracias por
el hogar que me diste. ¡Cuánto te lo agradezco! Ningún don puede ser superior
al de los lazos familiares, no me olvido que mi nacimiento no fue un error, ni
fruto de la casualidad, porque tú has dicho: Yo soy tu Creador. Te cuidé aún antes de que nacieras (Isaías 44.2).
Por ello puedo afirmar: me conoces por
dentro y por fuera. Conoces cada hueso de mi cuerpo; sabes como fui hecho,
parte por parte, cómo fui esculpido…Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando
forma en las profundidades de la tierra; ¡aún no había vivido un solo día,
cuando tú ya habías decidido cuanto tiempo viviría!¡Lo habías anotado en tu libro!(Salmo
139:15).
Mi SEÑOR y mi DIOS, en
estos días amargos e inseguros, de peligros y amenazas de todo género, y de
problemas financieros que nos agobian, confío en ti; en estos días en que las
aun las voces de los pacificadores se quiebran y callan; en estos días tan
difíciles para el ser humano, Señor, tú eres la única esperanza. En estos días
en que vivimos aterrados, Señor, tú eres nuestro consuelo y nos das fortaleza
para levantarnos. En estos días en que el pesimismo proclama que iremos de mal
en peor, Señor, yo me levanto de las cenizas de los éxitos de otras épocas y
proclamo que vienen tiempos mejores y que los mejor está por venir. Respiro
profundo y digo lleno de entusiasmo: Todo lo puedo en ti que me fortaleces. ¡No
tenemos tiempos que perder, existe una tierra prometida y nos lanzaremos en tu
gracia a poseerla y la conquistáremos para tu honra y gloria!
Señor, con todo esto en
mente canto esta antigua canción:
Aunque la higuera no dé renuevos,
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas
(Habacuc 3-17-19 NVI).
SEÑOR, mi DIOS, muestra
tu amor en medio de los pueblos y de los tiempos, porque tú, de tal manera nos
amaste que, has dado a tu Hijo JESUCRISTO para que todo aquel que en Él
deposite toda su fe y confianza, pueda ser salvo. Permite que el bello sonido
de esta promesa llegue a los oídos de la humanidad, para que muchos puedan
abrir sus corazones y mentes y verte con el alma.
Tú, oh SEÑOR, eres mi
Pastor y nada me falta. Me conduces hacia los verdes prados y allí descanso sin
ningún temor. Me conduces a las aguas tranquilas y en su remanso encuentro la
paz. Me infundes todas las fuerzas necesarias para vencer. Por el amor y
respeto que tengo hacia ti, me guías por las sendas antiguas por donde
anduvieron los grandes hombres y mujeres que estuvieron aquí, mucho antes que
yo. ¡Tú eres mi Dios, mi luz y salvación en ti pongo mi esperanza tanto de día
como de noche!
SEÑOR, DIOS y SALVADOR
nuestro, enséñanos a vivir felices y saber la diferencia entre la felicidad y
el éxito, porque la felicidad es apreciar lo que ya hemos conseguido. ¡Éxito
es lo que esperamos alcanzar!
Enséñanos a vivir los pocos años de vida, dándote las gracias por lo que nos has dado hasta el presente,
cubriendo nuestras necesidades; porque el futuro está en tus manos y en esa
bendita seguridad, descanso. Porque tú eres mejor que el oro y la plata y serás
nuestro refugio de generación en generación. Porque mil años para ti son como
el día de ayer que pasó; son como una cuantas horas de la noche. Porque
nosotros los mortales somos como la flor de los caminos, que nacen por la
mañana, alegres y lozanas, y por la noche ya están marchitas y secas. Los seres
humanos somos como la nube pasajera y como las hojas de otoño. Enséñanos esta
sabiduría en nuestro corto peregrinaje humano, que cambiando lo pasajero por lo
eterno, ese es el único buen negocio que podemos hacer en el trascurso de toda
una vida.
SEÑOR, escucha mis
acciones de gracias y que mi clamor llegue ante tu presencia. Mi alma te alaba
y no he olvidado ninguno de tus beneficios. Fui joven y he envejecido, soy
testigo de que tú afirmas los pasos de quienes te buscan y te agradan viviendo
vidas consagradas a tu Nombre. Te imploro que aquellos que no han nacido todavía,
tú lo llames a servir a sus generaciones, conforme a tu eterno propósito de que
un día todos los pueblos vengan delante de ti, y todas las naciones teman a tu
santo Nombre, y todos los reyes de la tierra reconozcan definitivamente, oh
Dios, que tú eres Rey de reyes y Señor de señores. Porque tú, Señor reinas para
siempre y eres digno de recibir la gloria y el poder, y por eso, te rindo estas
acciones de gracias que alaban todas tus obras ayer, hoy y siempre. “¡Ven Señor
Jesús!” Que tu gracia sea con todos nosotros.
En el nombre de JESÚS. Amén.
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