Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura
devocional: Romanos 8:15-27
Porque sabemos que toda la creación
gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Romanos 8:22 (RV60)
Es una experiencia muy singular viajar a las Cataratas
del Niágara y escuchar el imponente sonido al desprenderse ochocientas
toneladas de agua por segundo; uno no puede dejar de alabar a Dios mientras
escucha el rugir de las aguas, y observa la tenue lluvia que se levanta como
resultado del rebote del agua, viendo cómo se forma un arcoíris en el
atardecer; las golondrinas bajan y luego se elevan hasta perderse en el azul
infinito; entonces un versículo bíblico me viene a la mente: “Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia las obras de sus manos (…) De
Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él
la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos” (Salmo 19:1; 24:1,2).
Igualmente, en medio de aquella belleza, surge espontáneo el coro del hermoso
himno Cuán grande es Él: “Mi corazón
entona la canción, ¡Cuán grande es Él!/Mi corazón entona la canción, ¡Cuán
grande es Él! ¡Cuán grande es Él!”.
Sin embargo, en la creación podemos escuchar y ver efectos
de un gemir distinto, los sufrimos en estos días que nos estresan por como los
vivimos; el gemido de la corrupción en todos los segmentos de nuestra sociedad,
la maldad desatada sin límites, la polución global y sus efectos de una Europa
bajo la nieve; una América Latina bajo torrenciales aguaceros que producen
deslaves, y con ella la muerte de los habitantes de barrios enteros, edificados
en lugares peligrosos, con el permiso o la indiferencia de los gobernantes. ¡No
podemos ser indiferentes! Nuestro corazón eleva oraciones por los que sufren y
de alguna manera, esa solidaridad lleva consigo la ayuda material también. La
canción del sufrimiento humano desde que se apartó de Dios ¡es un gemir que
trasciende todo lo que lo rodea! ¡Esa es una canción diferente, y nadie
quisiera cantarla!, pero tarde o temprano el desgaste, el dolor y la muerte,
también nos llegarán.
Pues bien, ¿existe un remedio; hay alguna esperanza
para el ser humano y la creación? Sí; Pablo nos recuerda: “Porque
el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos
de Dios” (Romanos 8:19). Él afirma que existe una buena noticia para este mundo
que actualmente gime, ¡en medio del dolor y los sufrimientos inexplicables es donde
el verdadero hijo de Dios se revela como tal! En medio del sufrimiento, como un
reflejo, el ser humano busca a Dios.
Esto lo ilustro con el terremoto de Caracas en 1967; para la fecha en que
ocurrió el terremoto me encontraba en Altamira, en compañía de la familia
Dámaso Álvarez, en eso, tembló la tierra; los vecinos incrédulos como eran, al
sentir que la tierra se movía bajo
sus pies, cayeron de rodillas y sin que les diera vergüenza, clamaron a Dios,
“¡Oh Dios sálvanos!”. Ese era el mismo grito angustioso de millones de caraqueños, aquel día. Como
eso ocurrió un sábado, el templo de la Iglesia Bautista Emanuel de la
Castellana se llenó de refugiados, y
al domingo siguiente, tuvimos la asistencia más grande de todos los
servicios de la iglesia. Al mismo tiempo, en medio de la tragedia, dos jóvenes
de la congregación salieron en un pequeño auto a repartir chocolate caliente, y
a consolar a algunos de los miles de personas que estaban fuera de los
edificios. Así pasaron toda la noche, en aquella labor, las mujeres de la casa
preparando las bebidas calientes y aquellos jóvenes repartiéndolas y llevando
el mensaje de esperanza por las plazas y las calles. La tragedia había revelado
ante el gemido de la creación, quiénes éramos y para qué estábamos aquí.
Hoy imperiosamente, necesitamos que cada hijo de Dios responda al gemir de
la creación en todos los segmentos de la sociedad en donde Él nos ha colocado,
ya sea en la política, la educación, la economía; en el hospital, el taller, la
oficina; en el medio ambiente, o en cualquiera de las otras áreas en donde nos
desenvolvemos. Hoy, la gente hambrienta de Dios, anda buscando la esperanza, y
esa esperanza es JESÚS. Él volverá a buscarnos como lo ha prometido; este mundo
con sus injusticias no existirá más, y de sus cenizas se levantará un “cielo
nuevo y una tierra nueva”: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron” (Apocalipsis 21:4). Dios no hace remiendos con su creación: ¡la hace
de nuevo! Así responde al gemir de la creación.
Oración:
Amado Padre, Dios creador:
Nos creaste para ti, pero nos desviamos y corrompimos,
y con nosotros, la creación que nos diste para enseñorearnos de ella, también.
Te rogamos que nos perdones y nos uses como tus instrumentos imperfectos,
guiados y dirigidos por tu amor y tu gracia, para trabajar por el bien y para
la redención de todas las cosas. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
La
creación espera con gran impaciencia el momento en que se manifieste claramente,
en, y por encima de las circunstancias, que somos hijos de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a
obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para
llevarlo conmigo?
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