Francisco Aular
Lectura
devocional: Hechos 8:26-40
Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos
1:8 (RV60)
Hoy tenemos en este versículo de
nuestro devocional en el libro de los Hechos de los Apóstoles -también llamado
los Hechos del Espíritu Santo-, la Gran Comisión. Es el hermoso relato de los
inicios y expansión del Camino, como fue llamado en la historia de aquellos
primeros años del cristianismo. La pasión evangelizadora que JESÚS había
modelado para sus discípulos,
hace irrupción en aquellos
hombres, como consecuencia de la venida del Espíritu Santo sobre ellos. Se ve
la actuación de la pasión evangelizadora en aquellos hombres, tanto por el
alcance masivo de nuevos discípulos: “eran como ciento veinte en número”
(1:15); “se añadieron como tres mil” (2:41); “y el número de los varones eran
como cinco mil” (4:4), como también, por el alcance “uno a uno”. ¡Dios está
interesado en que alcancemos a multitudes pero también a cada individuo para su
Reino!
Mis capítulos preferidos, en cuanto
a este tema, de los Hechos son el de la conversión de Saulo, el nueve, y el
ocho, que encierra una ilustración de lo que significa la pasión
evangelizadora, tanto de Dios -quien siempre toma la inciativa para salvar al
pecador- como de su discípulo Felipe, el instrumento humano. Recuerde que al
principio del capítulo ocho, el evangelista Felipe está inmerso en un
movimiento de las multitudes hacia Dios; está en un avivamiento y Felipe es
figura principal allí. Dice la Escritura que: “Un ángel del Señor habló a
Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur…”, allí, un hombre, con una gran
necesidad espiritual está atravesando el desierto. La historia termina feliz,
ante la presentación del Evangelio por parte de Felipe y la conversión del
etíope que es bautizado. Ahora
bien, interrumpo con una pregunta: ¿Quién es aquel servidor del Señor que
cambia las multitudes por ir a buscar a un perfecto desconocido? Se explica,
solamente, por la influencia del Espíritu Santo, poniendo en Felipe una pasión
evangelizadora. ¿Quién ira al rescate de los seres humanos que atraviesan por
el desierto de la vida, perdidos y sin esperanza? Solamente, los apasionados
por llevarles el Mensaje de fe, amor y esperanza y que están dispuestos y
disponibles para ir a recoger la cosecha. ¡En eso andamos con el poder del
Espíritu Santo!
Ahora bien, viene a mi mente una
anécdota personal que ilustra, esto:“Aular -me llamó una enfermera aquella
mañana cuando vino a buscarme al laboratorio fotográfico de Anatomía Patológica
del Hospital Vargas de Caracas-, tenemos un paciente en nuestra sala del
Hospital en estado de coma profundo, ha sido desahuciado, pero no ha muerto. Un
religioso vino para darle auxilio espiritual y no reaccionó, sin embargo, sus
familiares nos dijeron que hace muchos años en su juventud, él asistía a una
iglesia evangélica. Sabemos que tú eres un cristiano evangélico: ¿Pudieras
hacer algo por él?”, “¡claro! -fue mi respuesta inmediata-, pediré permiso, e
iré”. Era evidente que el mismo Espíritu que guió a Felipe para que hablase al
etíope según se encuentra en Hechos 8:26-39, guió a esa enfermera -a quien yo
tantas veces había hablado sin resultados aparentes-, y, luego, ella acudía a
mí pidiendo ayuda espiritual para un moribundo. Oré pidiéndole al Señor
sabiduría para aquel caso entre la vida y la muerte, y fui. Cuando llegué a la
sala, la enfermera me esperaba para conducirme a la cama del enfermo. Tenía
pasadas las cortinas alrededor de su cama, y sus familiares sollozantes estaban
allí. Me dieron su nombre, me acerqué y le dije: “José, te voy a tomar de la
mano, si puedes, intenta apretarme la mano o dame otra señal de que me has
oído, y estás de acuerdo con lo que te pregunto”; así continué hablándole. “Sé
que estás al borde de pasar a la eternidad, y sientes que no estás preparado
para ello. Quiero que sepas que
nuestro amado JESÚS murió por tus pecados y ahora yo quiero que tú lo invites a
tu corazón. José, ¿te arrepientes de tus pecados, depositas toda tu confianza en
JESÚS como tu Señor y Salvador? Cerré mis ojos y oré la oración del pecador
arrepentido. También recité de memoria Romanos 8:35-39. Mientras yo hacía esto,
sentí un murmullo de asombro entre los que allí estaban. Abrí mis ojos, y vi
las lágrimas de gratitud en los ojos de José. Entonces, expiró.
Es evidente que el Espíritu Santo,
la tercera Persona de la Trinidad, había preparado el corazón de aquel hombre
como lo había hecho con el etíope. Y también, como lo hizo con aquel malhechor
a quien vino a JESÚS, diciéndole: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”
(Lucas 23:42), y escuchó la promesa más maravillosa que un moribundo pueda oír:
“De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
Son innumerables las ocasiones a
lo largo de mi vida cristiana que he visto el obrar del Espíritu de Dios. Esto
es así porque JESÚS prometió en la Comisión final a sus discípulos que Él
enviaría al Espíritu Santo, y que nos daría poder para ser sus testigos. El
gran expositor bíblico del siglo pasado, el doctor J. E. Orr, nos dejó unas
palabras que resumen y describen la obra del Espíritu Santo en la
evangelización: “El Comandante en Jefe del Ejército de Jesucristo. Señor de la
Siega, supremo en avivamiento, evangelización y estrategia misionera. Sin Él,
todo está destinado al fracaso. Es nuestra responsabilidad, como cristianos,
ajustar nuestros métodos y procedimientos a su estrategia, cuyo fin es
despertar y dar vida a la iglesia y la evangelización del mundo”.
Oración:
Padre amado: ¡Gracias por enviarnos el
Espíritu Santo! Estoy unido a Él y Él a mí. Como resultado de esta relación tu
Espíritu me guía para testificar de lo que tú has hecho en mi vida y vivir una
vida de victoria sobre mi pecado. Ayúdame a ser un evangelizador y mentor
eficaz de los recién nacidos espiritualmente. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El
Comandante en Jefe nos envía a llevar el Mensaje; desobedecerlo es rebelión.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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