Francisco Aular
Lectura
devocional:1 Corintios 9:1-16
Sin embargo, cuando predico el
evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de
hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio! 1 Corintios 9:16 (RV60)
El avión que me llevaba a Chile volaba sobre
la Cordillera Andina, el piloto nos habló, diciendo: “Por favor, miren por la
ventana”… y continúo: “¿Se imaginan a José de San Martín, remontando esas
montañas con su ejército?” No dijo más, todos en el avión nos quedamos en
completa reflexión. En efecto, la historia dice que el 18 de enero de 1817, el
general argentino José de San Martín salió de Argentina, al frente de su
ejército para librar a este país del dominio de España. Entre su punto de
salida y su destino se alzaban los Andes, como una barrera formidable y
aparentemente infranqueable. Entonces, el ejército libertador se dividió en
tres columnas, dos de las cuales penetraron en Chile por el paso de los Patos y
otra por el desfiladero de Uspallata. El cruce de los andes es considerada aún
en nuestros días como una de las más arriesgadas empresas militares de la
historia. Después de 18 días de penalidades increíbles, que le costaron la
pérdida de un tercio de su ejército, gran parte sus bagajes y caballos al
cruzar la segunda cordillera más alta del mundo, y el 12 de febrero de 1817, se
libró la batalla de Chacabuco contra el ejército realista y logró un triunfo
decisivo en la gesta de la Independencia de Chile. Y, así San Martín, y el
chileno O'Higgins, se llenaron de gloria en aquella memorable
ocasión.
Podemos preguntarnos ¿Qué llevó a aquellos
hombres a arriesgarlo todo por una causa? Sin duda, la motivación, el impulso
interno, porque generalmente, esta es la fuerza impulsora de la cual dependen
los resultados en muchas empresas de la vida. Sin embargo, la motivación sola
no hará mucho, sino se le pone la chispa de la pasión. La pasión es sentir
fuego en los huesos, es el entusiasmo con el cual acometemos una tarea, la cual
echa fuera la mediocridad y no descansa hasta no ver realizado esa visión o ese
sueño, o nos lleva por encima de los obstáculos y adversidades de la vida.
Es imposible viajar por este mundo en el cual
vivimos, y no darnos cuenta de las multitudes que todavía no han sido
confrontados con el Evangelio, ni siquiera con la motivación que trajo a JESÚS
a la tierra hace dos mil años, con el fin de que hagan una entrega personal,
por medio de la fe y el arrepentimiento para con Dios, y hagan a JESÚS, el
Señor y Salvador de sus vidas, y de esta manera nazcan de nuevo y tengan vida
eterna. ¿Cómo hacer para evangelizarlos? ¿Qué necesitamos? Necesitamos
urgentemente estar presos por una genuina motivación para llevar el mensaje de
salvación a los perdidos y una pasión evangelizadora capaz de lograr lo
imposible para la gloria de Dios.
Esta pasión fue lo que hizo exclamar al
Profeta Jeremías: “Si digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en
su nombre”, entonces su palabra en
mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho
todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más” (Jeremías 20:9) La misma
pasión ardía en el corazón del Apóstol Pablo, cuando tuve que defender la
razón, esencia y motivación de su
apostolado, escribió: “Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de
qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no
predico el evangelio!” (1 Corintios 9:16)
¡Cuan grandes son las posibilidades de esta
pasión divina tanto en nosotros como en nuestras congregaciones hoy en día!
Echemos bien fuera de nosotros, todas esas cosas que nos distraen del verdadero
propósito por el cual todavía estamos en esta tierra, Biblia en vano, llevar el
Evangelio, sin aditivos, sin ofertas de gracia barata, sino como lo escribió
Juan: Pero éstas se han escrito para que
ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en
su nombre tengan vida. Juan 20:31 (NVI). Ciertamente, la pasión
evangelizadora es fuego que da vida.
Oración:
Padre amado: Ayúdame a comprender que este fuego en
mis huesos que siento por anunciar tu Palabra, eres tú. Dame el valor para
hacerlo como el propósito de mi vida, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Un encuentro con Dios en forma personal, y definitiva
debe preceder al inicio y desarrollo de la pasión y la motivación
evangelizadora, porque nadie pueda dar, lo que no tiene.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la
cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición
para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a
obedecer?
¿Existe algún pecado a
evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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