Francisco
Aular
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Lectura
devocional: Lucas 17:11-19
Jesús preguntó: “¿No sané a diez hombres? ¿Dónde
están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este
extranjero?” Lucas 17:17,18 (NTV)
Amado Padre
Celestial:
Yo soy aquel
leproso que tú salvaste y sanaste. Hoy regreso y me postro a tus pies para
darte gracias. Hoy grito delante de todos: ¡Mírenme, estoy sano y salvo,
gracias a mi amado JESÚS!
Aquí me
tienes al frente de la mesa del hogar que tú me permitiste fundar. Las manos de
la esposa que me diste la han preparado con amor para nosotros, como lo hacen
todos los días. Los hijos y los nietos, como vástagos de olivos, están
alrededor de la mesa. Nuestros hijos son la herencia que nos diste en nuestra
juventud. Los
nietos
son como
las flechas en manos del guerrero, disparados por sus padres hacia lo bueno, lo
grande y lo puro. Es nuestra confianza, Señor, que nuestros hijos y
nietos habitarán seguros y su descendencia estará firme delante de Ti. Como lo
hicieron los Peregrinos del pasado, hoy nosotros también hemos emigrado a las
costas de esta gran nación.
SEÑOR, hoy
como familia inclinamos nuestros corazones y pensamientos delante de tu
grandeza. Humildemente
reconocemos y confesamos nuestros pecados delante de ti, y te damos gracias que
por tu gran misericordia no hemos sido consumidos. Porque tu gran amor nunca se acaba y tu compasión
jamás se agota; por el contrario, cada mañana se renuevan tus bondades. Puedo
proclamar Señor a los cuatro vientos cardinales que, ¡muy grande es tu
fidelidad! Por esto, aún en los momentos en que el mismo cielo parece de
bronce, te busco y te digo: ¡Tú eres todo lo que tengo! ¡En ti esperaré!
Vengo a darte gracias por el hogar que me diste. ¡Cuánto
te lo agradezco! Ningún don puede ser superior al de los lazos familiares pero
no me olvido que mi nacimiento no fue un error, ni fruto de la casualidad.
Porque tú has dicho: Yo soy Dios, tu
Creador. Te cuidé aún antes de que nacieras. (Isaías 44:2) Por ello puedo afirmar: “me conoces por dentro y por fuera. Conoces
cada hueso de mi cuerpo; sabes como fui hecho, parte por parte, cómo fui
esculpido…Tú viste cuando mi cuerpo fue cobrando forma en las profundidades de la
tierra;¡aún no había vivido un solo día, cuando tú ya habías decidido cuanto
tiempo viviría!¡Lo habías anotado en tu libro!” (Salmo
139:15,16, TLA)
Mi Señor y mi Dios, en estos días amargos e inseguros, de peligros y
amenazas de todo género, y de los problemas financieros que nos agobian, confío
en tí. En estos días en que las voces aún de los pacificadores se
quiebran y callan; en estos días tan difíciles para el ser humano, Señor, tú
eres la única esperanza. En estos días en que vivimos
aterrados, Señor, tú eres nuestro consuelo y nos das fortaleza para
levantarnos. En estos días en que el
pesimismo nos proclama que iremos de mal en peor, Señor, yo me levanto de las
cenizas de los éxitos de otras épocas y proclamo que vienen tiempos mejores y
que lo mejor está por venir. Respiro profundo y digo lleno de entusiasmo: Todo
lo puedo en ti que me fortaleces. ¡No tenemos tiempo que perder, existe una
tierra prometida y nos lanzaremos en tu gracia a poseerla y la conquistaremos
para tu honra y gloria!
Señor es con todo esto en
mente, que canto esta antigua canción:
Aunque
la higuera no dé renuevos,
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas.”
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas.”
(Habacuc
3-17-19, NVI)
Señor, mi Dios, muestra tu amor en medio de los pueblos y de los tiempos,
porque tú de tal manera nos amaste que has dado a tu Hijo Jesucristo para que
todo aquel que en Él deposite toda su fe y confianza pueda ser salvo. Permite que el bello
sonido de esta promesa llegue a los oídos de la humanidad, para que todos tengan
la oportunidad de abrir sus corazones, mente y verte con el alma y el espíritu.
Tú, oh Señor eres mi Pastor y nada me falta. Me
conduces hacia los verdes prados y allí descanso, sin ningún temor. Me conduces a las aguas tranquilas y en su remanso
encuentro la paz; me infundes todas las fuerzas necesarias para vencer. Por el
amor, respeto que tengo hacia Ti, me guías por las sendas antiguas por dónde
anduvieron los grandes hombres y mujeres que estuvieron aquí, mucho antes que
yo. ¡Tú eres mi Dios, mi luz y salvación, en ti pongo mi esperanza todo el día
y la noche!
SEÑOR, escucha mis acciones de gracias y llegue mi clamor ante tu
presencia. Mi alma te alaba y no he olvidado ninguno de tus
beneficios. Fui joven y he envejecido, soy testigo que tú afirmas los pasos de
quiénes te buscan y te agradan viviendo vidas consagradas a tu Nombre. Te imploro que aún aquellos que no han nacido
todavía tú los llames a servir a sus generaciones conforme a tu eterno
propósito de que un día todos los pueblos vengan delante de tí, y todas las
naciones teman ante tu santo Nombre y todos los reyes de la tierra reconozcan
definitivamente, oh Dios, que tú eres Rey de reyes y Señor de señores. Porque tú,
Señor reinas para siempre y eres digno de recibir la gloria y el poder. Por eso,
Padre amado, te rindo estas acciones de gracias en el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de
hoy:
La fe florece en el jardín de las acciones de gracias.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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