martes, 11 de noviembre de 2014

Laodicea: la iglesia tibia

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Apocalipsis 3:14-22
Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Apocalipsis 3:15,16 (NVI)

Recién instalado como pastor  en una de las iglesias en la cual he servido, se me acercó un diácono, y me comentó: el esposo de la hermana Alicia no presta atención durante el culto, se pasa todo el tiempo ocupado con algunos de sus artefactos electrónicos en el último banco del santuario. No hubo necesidad de que los diáconos y yo acudiéramos al hombre para inquirir sobre su actitud. Aquel hombre fue lo suficiente sincero para decirme: “Pastor, yo no vengo a su iglesia por otro motivo que no sea traer a mi familia porque sé que el evangelio es bueno, y también para hacer algunos contactos con futuros clientes que encuentro aquí.”… Aquel hombre estaba muerto y frío. ¡Dios tiene poder para salvarlo y darle vida! Uno puede juzgar lo frío y lo caliente espiritual pero la tibieza espiritual de un cristiano es engañosa ante la vista de los demás. Pero nunca podrá engañar al que dice que es: “El Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios.” (Apocalipsis 3:14), y afirma por ello: “Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca…”. Una cosa es lamentable, Laodicea mantenía afuera a JESÚS en todos sus planes pero la omnisciencia y omnipotencia del SEÑOR le permiten estar en todas partes y saberlo todo.
La iglesia de Laodicea tenía como se dice hoy una elevada autoestima, pues declaraba: “Yo soy rico, y me he enriquecido y de ninguna cosa tengo necesidad.” (Apocalipsis 3:17a) Esa iglesia no había hecho un inventario de su verdadera riqueza espiritual,  al sumar todo lo que el dinero no puede comprar y que la muerte no puede quitar, la cual es la verdadera riqueza del cristiano. Pero el que pesa los corazones, les afirma: “Y no sabes que eres el desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” (Apocalipsis 3:17b).
Por otra parte, el SEÑOR le ofrece a los creyentes tibios, si le dejan el trono de su egoísmo, volverlos a su primer amor con Él. En efecto, el oro de la gloria de Dios Padre la cual ha sido refinada por el fuego; las vestiduras de la justicia de Dios Hijo en JESÚS para vestir nuestra desnudez y vergüenza delante de un Dios santo; el colirio del discernimiento espiritual por el Espíritu Santo, están a nuestra disposición, usémoslos.
Ahora bien, en la famosa cita de Apocalipsis 3:20 que tan útil ha sido para la evangelización, Dios dice: “entraré a él” Dios es soberano pero nadie estará en el cielo obligado, JESÚS espera que nosotros le abramos la puerta de nuestro corazón, Su presencia en nosotros es la esperanza de la gloria que nos espera al final de la historia; JESÚS dice “cenaré con él” es la comunión el compañerismo con lo eterno, lo santo y lo seguro desde ahora y para siempre; JESÚS añade: “ y el conmigo” Primero nosotros lo invitamos para que Él cene, tenga comunión con nosotros, pero habrá un tiempo en que Él nos invite a Su Cena, nadie posee méritos propios para estar allí pero es la consecuencia en el cielo de lo que decidimos nosotros aquí en la tierra  al invitarlo a Él y Él nos acepte para ser nuestro SEÑOR y SALVADOR, y después le servimos con gozo desbordante y sin tibieza.
Avergonzados y ante la impotencia de nuestra tibieza espiritual, no tendremos fuerzas para enfrentar al mundo, al demonio y la carne, nuestros poderosos enemigos, ¿te invito a que clamemos a JESÚS, nuestra pasión y triunfo, con nuestros espíritus angustiados, diciendo de corazón:"¡Enciéndeme o me muero!” Neguémonos en lo colectivo a ser como Laodicea: la iglesia tibia.
¡No hay tiempo que perder, no dejemos a JESÚS llamando a nuestra puerta como la iglesia de Laodicea! Ah SEÑOR JESÚS, perdónanos la tibieza espiritual, te invitamos a entrar y calienta nuestra adoración para siempre.
Con el soneto de Lope de Vega, terminamos pero decimos: ¡No lo dejes esperando dile que Sí a JESÚS hoy!
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Te alabo al inicio de este día. Tu Palabra hoy es una advertencia para no dejar mi primer amor por ti y que por ello, nuestra relación se entibie. Hoy reconozco que todo lo que soy y tengo es tuyo. Dame las fuerzas para mantener mi corazón ardiendo por ti por tu Palabra y mantener mi comunión contigo, abriendo las puertas de par en par para ti. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy
Dios es Todopoderoso para mantener a nuestra pasión por JESÚS, encendida.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?



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