Francisco
Aular
Lectura devocional: 2 Tesalonicenses 2:13-17
Nosotros, en cambio, siempre debemos dar
gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, porque desde el
principio Dios los escogió para ser salvos, mediante la obra santificadora del
Espíritu y la fe que tienen en la verdad. 2 Tesalonicenses 2:13 (NVI)
Al estudiar
la seguridad de nuestra salvación, debemos considerar las tres maneras en que
el ser humano cree que puede ser salvo de la condenación eterna. Estos son los
tres criterios: Primero: “La salvación se obtiene por las buenas obras que el
ser humano hace para Dios”; segundo: “La salvación es el trabajo conjunto entre
Dios y el ser humano, el ser humano pone todo de su parte, y Dios hace lo
propio”; tres: “La salvación es la obra del amor y la gracia de Dios solamente,
a favor del ser humano”. En realidad, no deberíamos confundirnos en esta
doctrina, debemos tenerla muy clara, porque toda la Biblia enseña que el tercer
criterio es la única posibilidad, es la verdadera. Con respecto a esta verdad,
recién convertido, tuve que enfrentar una lucha sobre la seguridad de mi
salvación, y nunca faltaron los que ponían el énfasis en las dos primeras.
Veamos con la
Biblia abierta como empezó todo. Hubo un momento en que Dios, como dice la
Biblia: “creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). allí comienza la historia,
como hasta hoy la conocemos, pero para decirlo de alguna manera, hubo un
momento prehistórico como lo afirma el apóstol Pablo: “según nos escogió en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante
de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por
medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la
gloria, con la cual nos hizo aceptos en el amado” (Efesios 1:4.6 RV60). Ahora
bien, según el primer criterio, para poder ser salvos, ¿dónde estaban las
buenas obras, suyas y mías antes de que Dios, nos escogiera “en él antes de la
fundación del mundo”?, y pensando en el segundo criterio, las preguntas que
Dios le hace a uno de sus grandes hombres del pasado, podemos traerlas
nuevamente a este día, y hacérnoslas nosotros mismos: “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras
sabes tanto! ¡Seguramente sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió
sobre ella la cinta de medir!
¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra
angular mientras cantaban a coro
las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?” (Job 38:4-7).
Me tomé la atribución de contar 42 preguntas que Dios le hace a Job,
obviamente, no puedo reseñarlas, pero vaya usted a su Biblia y búsquelas allí
en el capítulo 38. La pregunta es ¿cuándo, en qué momento, usted o cualquier
ser humano se puso de acuerdo con Dios para decirle que íbamos a poner todo de
nuestra parte para ganarnos su salvación?
La verdad bíblica es ésta, Dios tomó la
iniciativa desde antes de que el mundo fuese para hacernos parte de su familia,
para vivir con Él después de esta vida presente, en lo que la Biblia llama, la
Nueva Jerusalén “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino
conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios
2:19 RV60). ¿Cómo lo hizo? Él mismo Dios se hizo humano (Juan 1:14) y como
JESÚS, vino a dar su preciosa sangre en rescate de nuestra salvación. Le
pregunto y me pregunto ¿Dónde estábamos usted y yo cuando JESÚS vino a
rescatarnos? ¿Nos pidió Dios nuestra opinión para hacer eso? No. Porque toda la
seguridad de mi salvación –desde antes dela fundación del mundo y hasta el
final de los tiempos- es iniciativa soberana de Dios. ¿Por qué debo vivir una
vida santa y apartada del mal? Porque “cómo descuidar una salvación tan grande”
(Hebreos 2:3). Como la perla de gran precio, debemos pulirla cada día. No es el
miedo a perder la salvación, sino la gracia y amor de Dios por mí, lo que me
hace vivir para Su honra y gloria. Y, por lo tanto, “¿quién? podrá apartarnos
del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” Pregunta
el Apóstol en Romanos 8, y al final enumera una larga lista, cuya respuesta es:
¡Nadie ni nada! ¡Estamos blindados y sellados destinados al cielo! Porque
nuestra salvación es eterna como Dios, Su Autor, lo es, y lo seremos hasta el
final, porque hemos sido: Escogidos para Dios.
Esta verdad la vertió en poema y música, el
pastor colombiano, Víctor Garrido, en el precioso himno “Escogido fui de Dios”
(#326, Himnario Bautista CBP,1994) El dúo de los “Voceros de Cristo”, ha hecho
una hermosa versión de este himno.
I
Escogido fui de
Dios en el Amado.
En lugares
celestiales su bendición me dio.
Antes de la
creación el plan fe hecho
Por su santa
voluntad.
Coro:
Escondido en
Cristo estoy
Nadie me
apartará;
Y las fuerzas
de este mundo
No me podrán
dañar.
II
Tengo un sello
que el Espíritu me ha dado.
Cuando mi
confianza puse sólo en mi Salvador;
Prenda que el
Señor me dio de vida eterna,
Escogido fui de
Dios.
III
Me escogió para
alabanza de su gloria,
Y sentóme en
las alturas con Cristo mi Señor.
Grande fue mi
admiración al ver su gracia,
Cuando me
escogió mi Dios.
Oración:
¡Señor qué inmensos tu gracia y tu
amor para salvarme y sostenerme desde antes de que el mundo fuese, en el
presente, y después en el más allá! Ayúdame a predicar esta salvación eterna y
segura como tú. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Para
sobrevivir a las tormentas y pruebas de la vida,
ánclate en la Roca
Eterna, el Autor de nuestra salvación.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
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