Francisco Aular
Diciendo: Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Lucas 22.42 (RV60)
Perdónenme que
comience de una manera muy personal, pero dentro de poco estaré cumpliendo 50
años de haber nacido de nuevo. Sí, recuerdo que aquel Jueves Santo del año 1963, leyendo la Biblia, Dios me llevó a San Juan
17:20, y con ese versículo Él tocó mi corazón. En cierta manera, no lo he
alcanzado todo en la vida cristiana en cuanto a la perfección en Él, pero sigo
con un sentido de gratitud hacia mi Señor y Salvador, creciendo cada día en el
camino, la verdad y la vida. Lo que sí puedo añadir es que Dios me hizo nacer
para ser bendecido y bendecir a otros. Así que, de entre todas las bendiciones
que el Señor me ha dado está la inolvidable visita que hiciera a Israel en
1988, la cual me marcó para siempre. A continuación relato una experiencia de
las muchas que tuvimos allí, en compañía de mi maestro de Homilética en los
días del Seminario don Germán Núñez Bríñez.
Llegamos al Monte
de los Olivos y al lado del Templo de Todas las Naciones,
con sus doce cúpulas representando las doce tribus está ubicado el Jardín de
Getsemaní, pero cuando llegamos estaba cerrado, "¡no, no puede ser!",
exclamé con desilusión. A lo lejos, noté que el guardián del
lugar se dedicaba a las labores de limpieza, noté también que era un palestino.
Le hice señas para que se acercara, y el hombre vino y nos dijo que cerraban el
lugar un día a la semana por labores de mantenimiento. Insistí, y al ver mi
frustración, al hombre se le ablandó el corazón, haciendo señales para que no
se lo dijéramos a nadie, nos dejó entrar. Mi corazón saltaba de alegría y mis
ojos no dejaban de capturar imágenes de todo el lugar. Allí quedan todavía ocho
olivos originales, con más de tres mil años de edad, y en cierto lugar se
contempla la roca de la Agonía, donde se supone que Jesús, oró, lloró y agonizó,
¡no pude resistirme y me arrodillé!, lágrimas de gratitud fluían de mis ojos.
Me pareció contemplar a JESÚS sufriendo, gimiendo en una agonía total, el sudor
rojizo de su frente, cayendo gota a gota sobre aquellas piedras, sentí que toda
la tempestad del mundo caía sobre sus hombros. Más, aun,
estar ahí en Getsemaní era contemplar que a los ojos de un Dios tres veces
santo, el pecado es tragedia, dolor y desastre. No existe nada bueno en el corazón
del ser humano pecador, la obediencia a Dios es la
columna sobre la cual debiera descansar toda respuesta del
ser humano al amor de Dios, pero desde Adán -el habitante feliz del
Jardín del Edén-, la desobediencia ha sido nuestra única
respuesta al Dios Santo.
¡Pero he aquí el
segundo Adán: JESÚS!, en Él, la obediencia es total. En toda la historia de la
salvación desde antes de la fundación del mundo,
Getsemaní es el punto de no retorno, es el punto del
trueque, del intercambio: ¡Jesús toma el lugar del pecador! Nadie lo obliga a hacerlo, pero, el amor de JESÚS
es grande, y decide sobre esa base -como el primer Adán-, porque tiene delante
de sí el obedecer o el desobedecer. La lucha es real y se le da la copa del precio que tendrá que pagar, la toma o la deja. Fue
entonces, que en mi espíritu escuché el final más feliz de toda la prueba de
Getsemaní, y también de mi oración: "Padre, si quieres, pasa de mí esta
copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y, se tomó la copa hasta
la última gota: ¡La obediencia, por fin, había triunfado!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias amado Dios
por enviar a tu Hijo a morir por mí! Tal razonamiento me hace humillarme
delante de tu amor, y rogarte que yo tenga fuerzas para seguir predicando este
mensaje. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
¿Está en alguna
encrucijada de la vida? Escoja hacer la voluntad de Dios sin mirar el costo.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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