Francisco Aular
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y
perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la
cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a
la derecha del trono de Dios. Hebreos
12:2 (NVI)
La visión de JESÚS en su última semana y
la de su crucifixión es un pensamiento de solemne grandeza en los corazones de
todos los cristianos. Nada es comparable a la cruz de JESÚS en la cual, “la
misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”
(Salmo 85:10; RV60). Allí se encontraron el bien y el mal. La cruz es un punto
de decisión para nosotros que contemplamos estos hechos a más de dos mil años.
¿Se ha enfriado mi corazón por el tanto ir y venir de las olas de los tiempos,
o todavía mi corazón palpita porque allí JESÚS perfeccionó nuestra fe? ¿Nos
hace falta caminar hacia la cruz como lo hizo el Señor y anticipar el gozo que
nos espera porque Dios está satisfecho con ese sacrificio por mis pecados? ¿Es
el gozo de sentirnos libres del pecado que nos lleva a no tener vergüenza al
evangelizar y discipular a las naciones? ¿Estoy yo con el mundo que rechazó a
Cristo o con el Cristo a quien el mundo rechazó? El gran apóstol Pablo lo
expresó así: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas
6:14; RV60).
Como hemos dicho, la cruz es a la vez la
demostración de la justicia de Dios que castiga el pecado, pues, el Señor “no
tendrá por inocente al culpable” (Nahúm 1:3), y de su amor que perdona al
pecador: “mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Esto se hace efectivo
cuando aceptamos el Regalo de la Vida Eterna que es JESÚS mismo; la cruz señala
la anulación del juicio que debía alcanzarle, y el principio de una
nueva vida “zoé”, que viene del cielo, y que el pecador arrepentido y dolido por sus
pecados recibe para siempre, en el momento de aceptar a JESÚS como Señor y
Salvador. Si miramos con fe a Aquél que murió en la cruz por nuestros pecados,
comprenderemos por qué JESÚS “soportó la cruz”. No sé qué harás tú, pero en
cuanto a mí, hace cincuenta años me sostiene el hecho haber grabado en mi mente
y corazón la visión de JESÚS crucificado. Este ha sido el corazón del mensaje
que he predicado desde entonces, “pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado” (1 Corintios 1:23). Cuánta razón tenía el autor español
desconocido del siglo XVI al escribir su famoso Soneto al Cristo
crucificado:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera,
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por enviarnos a tu Hijo a morir por nosotros
los pecadores! ¡Cristo murió por mí! Ese es y será mi mensaje hasta el día en
que me vaya a morar contigo. Ayúdame a amarte y a proclama este camino hacia la
cruz. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La muerte de JESÚS en la cruz mostró el Amor de Dios
que se entregó a sí mismo para llevarnos a Él. ¡Oh qué amor, qué inmenso amor!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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