viernes, 29 de abril de 2011

La boda

Francisco Aular

Alegrémonos y llenémonos de gozo y démosle honor a él,
porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero, y su novia se ha preparado.
Apocalipsis 19:7 (NTV)

Sin importar la emoción que uno sienta frente a la boda de hoy del príncipe Guillermo y su novia Kate Middleton, ya el matrimonio es un hecho. Todas las expectativas y el amplio despliegue mediático de este acontecimiento, ya han sido satisfechos. No hay nada que hacer, sino dar gracias al Señor porque la institución del matrimonio, la boda, sigue siendo una ocasión feliz. Nos hace bien a todos ver a estos jóvenes, Guillermo y Kate, resaltar la importancia del matrimonio, como un valor fundamental en toda nuestra cultura cristiana. Una boda es el momento en que dos seres humanos, hombre y mujer se unen por los lazos del amor; es la ocasión cuando toda la emoción que puede sentirse en dos corazones explota, y se unen dos voluntades poniendo lo mejor de sí mismas, para llegar a ser una sola, delante de Dios y la sociedad. Esta clase de unión ha sobrevivido, desde que Dios realizó la primera boda, la de Adán y Eva, cuando dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24, RV60).
En la Biblia la unión de JESÚS y su Iglesia se compara con una boda. Todo matrimonio es un pacto entre las partes contrayentes, e igualmente, la unión de JESÚS con su pueblo al final de los tiempos. De hecho, así como Génesis comienza con una boda, Apocalipsis termina con la Boda del Cordero y su novia, la Iglesia. Una comprensión mejor de este hecho en el plan divino de la salvación es saber cómo era una boda entre judíos en la época de JESÚS. En efecto, los padres, cuando todavía sus hijos eran niños, solían arreglar el contrato matrimonial y se pagaba la dote; después, cuando la pareja de niños llegaba a la edad adulta, a una edad conveniente para los contrayentes, el novio y sus amigos, iban a la casa de la novia para buscarla y escoltarla a la casa del novio (Mateo 25:1-13); y como acto final de la celebración, el novio introducía a la novia en su propia casa y se celebraba el banquete con la asistencia de familiares, amigos y otros invitados (Juan 1:1-12). Todo este proceso está implicado para el evento final de la historia, en la cual, todo el sufrimiento de los cristianos y de la humanidad, contados desde el capítulo cuatro del Apocalipsis hasta el capítulo dieciocho, terminará. Acto seguido, en el capítulo diecinueve, surgen alabanzas en el cielo. Dios escoge el cuadro de un matrimonio para ilustrar el glorioso momento cuando nos hacemos uno con el Señor para siempre. De esta manera, si en las bodas de hoy del príncipe Guillermo y de Kate, se estima que será visto por dos mil millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, no todos son parte de esas bodas. No será así con los cristianos, porque en las bodas del Cordero ¡Todos formaremos parte para unirnos al Rey de reyes y Señor de señores! Porque la Iglesia es la Novia, escogida para Él antes de que el mundo fuese; su Novio vino y firmó el contrato matrimonial con su propia sangre (Efesios 5:26,27), JESÚS vendrá por su Esposa, muy pronto, en el arrebatamiento; y luego, en el cielo se efectuara el magno acontecimiento: Las bodas del Cordero.
¿Cuándo será este magno acontecimiento? Lo veo así, más de trescientas profecías se cumplen exactamente en JESÚS, no existe ninguna razón por la cual, Dios no cumpla su promesa. ¡Yo le creo a Él y tengo toda confianza que vendrá como lo ha prometido! Hablando de esto, el gran teólogo español Francisco Lacueva, termina su precioso libro Apocalipsis con la siguiente ilustración:
“La fantasía lo ha descrito el acontecimiento bajo la imagen de una doncella cuyo prometido la dejó para ir de viaje a la Tierra Santa, con la promesa que, a su regreso, la haría su esposa amada. Muchos le decían a ella que jamás volvería a verlo. Pero ella creía en la palabra de él y, tarde tras tarde, bajaba al solitario puerto y encendía una luz frente a las rugientes olas, para dar la bienvenida al navío que había de devolverle a su amado… Así también, aquel bendito Señor que nos ha amado hasta la muerte, se ha marchado a la misteriosa Tierra Santa de los cielos, prometiendo que, a su vuelta, nos tomará como a su dichosa y eterna Esposa. Algunos dicen que se ha ido para siempre y que nunca más lo veremos aquí. Pero su última palabra fue: “¡Sí, vengo presto!”…Y alguna de esas noches, mientras el mundo está ocupado en sus alegres frivolidades, riéndose de la doncella del puerto, una forma se levantará de las turgentes olas, como otrora en Galilea, a vindicar para siempre toda esa espera y devoción, y traer a ese fiel y constante corazón un gozo, una alegría y un triunfo que nunca tendrá fin”.  Con lágrimas en mis ojos, digo: “¡Sí, ven, Señor JESÚS!” (Apocalipsis 22:20).


Oración:
Gracias Padre eterno, por poner alas a mi esperanza y saber que muy pronto te vea cara a cara. En el nombre de JESÚS. Amén.


Perla de hoy:
La vida puede ser dura aun para los que estamos en la fe viviente de nuestro amado JESÚS, pero la suma total de nuestra felicidad es la esperanza del pronto retorno del Amado.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?

jueves, 28 de abril de 2011

El gozo de la salvación

Francisco Aular

Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4:24 (NTV)

Fue el jueves santo de 1963 que leyendo la Biblia me arrodillé en la azotea de mi casa, frente a la inmensidad del cerro El Ávila, en Caracas. En efecto, Dios me habló a través de la Biblia, al leer la oración sacerdotal de JESÚS: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20, RV60). En aquel momento privado, me arrodillé, por primera vez -sabiendo lo que hacía- ante mi Creador, y puse toda mi fe y confianza solamente en JESÚS, quien es el Hijo de Dios, y vino a morir por los pecadores; pero en aquel inolvidable momento me di cuenta que Él había muerto, y que fue sepultado y resucitó por mí; allí, las palabras que había leído del Señor, cuando dijo:Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, en Juan 14:6, ¡cobraron vida! ¡Se hicieron carne de mi carne y hueso de mis huesos! Desde niño yo había tenido inclinaciones religiosas, practicaba los ritos de mi religión y rezaba; pero frente a la verdadera adoración al Dios vivo y al obedecerlo para tener la relación personal con Él, entré en una dimensión espiritual que es igual a nacer de nuevo (Juan 3:3), y desde aquel momento, mi vida no ha sido igual.
Pues bien, el diccionario nos dice que adoración es el “culto que se da a algo que es o se considera divino”, también señala que es “el amor muy profundo que sentimos por alguien”, como por ejemplo, a la familia. Esto nos lleva a una pregunta, ¿qué es la adoración cristiana? Su respuesta es dada por el mismo Señor a la samaritana: Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. La teología nos enseña que el ser humano es tripartito, “y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23, RV60). Nosotros estamos acostumbrados a ver el ser humano como el cuerpo, nada más, pero la parte más importante en cuanto a la relación con Dios es el espíritu porque allí habita la capacidad de la adoración, la conciencia y la intuición. Sin embargo, debido a la separación de Adán y Eva del compañerismo con Dios, nacemos con el espíritu humano “muerto” en su relación verdadera, genuina y real con su Creador. Sí, el ser humano en su espíritu está muerto sin JESÚS:Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:28, RV60), y el apóstol Pablo dice: “Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados. Vivían en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo —el líder de los poderes del mundo invisible—, quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios” (Efesios 2:1,2 NTV). Por eso, las palabras de JESÚS cobran su razón de ser: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (…) Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 10:10b; 11:25, RV60). En realidad, JESÚS mismo es nuestra vida espiritual, la vida eterna “Zoé”, sin Él, el espíritu humano está muerto: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3 RV60); más claro aún: “Y lo que Dios ha dicho es que él nos ha dado vida eterna, y que tendremos esa vida si creemos en su Hijo. Si vivimos unidos al Hijo de Dios tenemos vida eterna. Si no vivimos unidos al Hijo de Dios, no tenemos vida eterna” (1 Juan 5:11,12, NTV).
Volviendo a mi experiencia inicial de adoración en la cual acepté el regalo de la vida eterna en JESÚS, en aquellos primeros días de mi fe cristiana yo no sabía mucho de la Biblia, y por supuesto nada de teología. Sin embargo, los cultos de la iglesia, la conversación de las verdades espirituales con los que llevaban más años que yo en el Evangelio, los tiempos de oración con sus vigilias y ayunos voluntarios, los himnos que cantábamos, el deseo de agradar a Dios en todo lo que pensaba, hablaba y hacía, me revelaban que estaba “adorando en espíritu y en verdad”. La adoración en espíritu, desde luego tiene muchas facetas, pero estaba convencido de que todo lo que hacía para agradar a Dios y en gratitud por una salvación tan grande, me llenaban, me llenan y llenarán del gozo de la adoración.


Oración:
Señor:
¡Yo estoy muy gozoso de poderte adorarte en espíritu y en verdad! Por eso, ¡todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis labios siempre te alabarán! ¡He pasado la vida invitando a otros a que se gocen conmigo en este banquete espiritual al cual me invitas a cada momento de mi existencia temporal! Les digo a los que tú quieres darles vida: ¡Únanse a mí, y juntos alabemos  la grandeza de Dios! Un día me postré delante de ti, y te pedí, oh Dios, que me ayudaras, y tu respuesta fue positiva y no se hizo esperar: ¡Me libraste del miedo que tenía a vivir y a morir! Señor el que a ti acude se llena de alegría y jamás pasa vergüenza porque Tú eres el Señor de señores y el Rey de reyes, y nos dejas caído al que te busca. Ayúdame para que con este gozo pueda exclamar: ¡Vengan, vengan conmigo!, y les diga: Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y me salvó de todas mis angustias. En el nombre de JESÚS. Amén


Perla de hoy:
La adoración en espíritu y en verdad pone una canción en nuestro corazón y una sonrisa en nuestros rostros para siempre.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?

miércoles, 27 de abril de 2011

¿Qué quieres Señor?

Francisco Aular


El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Hechos 9:5,6 (RV60)

El impetuoso, apasionado y religioso Saulo de Tarso, emprendió una persecución contra la Iglesia naciente del Señor JESÚS. Como todo fanático religioso, él pensaba que la persona que no creía en lo mismo que él, merecía morir. El médico Lucas hizo un diagnóstico de aquel perseguidor implacable de los primeros discípulos de JESÚS: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote” (Hechos 9:1). ¿Quién era Saulo de Tarso? Era judío y se sentía orgulloso de ello. Se llamó a sí mismo, hebreo de hebreos. Cuando nació, sus padres -que descendían de la tribu de Benjamín- le pusieron el nombre que distinguía al primer rey que tuvo Israel, Saúl. Ciertamente, Saulo tenía un celo por su pueblo porque en la historia de la salvación ningún pueblo antiguo había tenido tantas cosas buenas; así que tenía razones de abolengo religioso para hacer lo que hacía. Ciertamente Israel era el pueblo escogido: “ que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:4,5, RV60). Sólo un milagro, una intervención del mismo cielo, puede producir un cambio de mente y corazón; una experiencia espiritual que marque un nuevo nacimiento en un ser humano, y eso exactamente fue lo que ocurrió en la vida de Saulo de Tarso, quien después vino a ser el gran apóstol Pablo de Tarso. El apóstol de la gracia de Dios. Sin la existencia de Pablo de Tarso, el cristianismo fuera una religión más, en vez de, algo más que una religión.
De Pablo puede decirse que no fue grandioso al comenzar, sino que comenzó su vida en Cristo para llegar a ser grandioso. Ciertamente Pablo ocupa un lugar tan prominente en la fe viva del cristianismo, que en estos instantes, en alguna parte del mundo, gracias a uno de los escritos paulinos, alguien puede estar siendo elevado a otro nivel en su relación con Dios, con profundidad; son escritos que cambian, influyen e impactan. Solamente dos preguntas hizo Saulo aquel día de su encuentro con JESÚS: “¿Quién eres Señor?”, y, ¿qué quieres que haga?” Porque, a la verdad, como dijera el gran misionero ingles C.T Studd: “Si Jesucristo es Dios y murió por mí, entonces ningún sacrificio podrá ser demasiado grande para que yo lo haga por él.” Y así, cuando JESÚS, respondió sus preguntas, se levantó, fue y cumplió su ministerio, y, a partir de allí, el mundo no fue el mismo después de aquel gran misionero. Su lema es nuestro lema también: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Termino con este soneto de uno de los grandes de la poesía clásica española del siglo siglo XVII: Pedro Calderón de la Barca,


¿Qué quiero mi JESÚS?

¿Qué quiero mi Jesús? Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí del todo darte.
Sin tener más placer que el de adorarte,
sin tener más temor que el de ofenderte.

Quiero olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo para hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.

Quiero, amable Jesús, abismarme
en ese dulce hueco de tu herida
y en tus divinas llamas abrasarme.

Quiero, por fin, en ti transfigurarme,
morir a mí para vivir tu vida;
perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.


Oración:
Bendito y alabado seas Padre amado:
La eficacia de tu salvación a favor del ser humano comienza con dos preguntas: ¿Quién eres Señor?, y, ¿qué quieres que haga? Ayúdame a ser para después hacer. En el nombre de JESÚS. Amén.


Perla de hoy:
JESÚS está preparando un ministerio para nosotros, mientras el Espíritu Santo nos prepara para ese ministerio. Por lo tanto, podemos decirle: ¿Qué quieres que haga?


Interacción:
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Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?


martes, 26 de abril de 2011

¡No tires la toalla!

Francisco Aular

— ¿Qué haces aquí, Elías? He servido con gran celo al SEÑOR Dios Todopoderoso; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también. 1 Reyes 19:13b,14 (Nueva traducción viviente)

¿Alguna vez has pensado en abandonar lo que Dios te comisionó? ¿Te sientes fatigado de tus mejores intentos y no ves fruto? ¿Sientes en la labor que realizas presiones que te vienen de todos lados, especialmente, dentro de ti mismo? ¿Has pensado en rendirte y tirar la toalla? Bueno, tirar la toalla es una frase prestada del lenguaje boxístico, y significa claudicar, renunciar, rendirse ante las dificultades de algo. En el boxeo, cuan­do el entrenador de uno de los contendientes considera que su pupilo está siendo claramente derrotado, y el seguir la pelea pone en peligro la salud del boxeador, arroja la toalla para dar a entender al árbitro que debe parar la pelea y dar como vencedor al otro púgil. 
Permítanme relatarle una experiencia personal que viene al caso. Yo tenía apenas seis meses en los caminos del Señor, cuando la iglesia me nombró director de la Unión Bautista de Preparación; fue la primera responsabilidad que asumí en la iglesia, y la primera persona nombrada para fundar ese departamento dentro del liderazgo de la iglesia; el Padre Celestial vino a mi auxilio, como lo ha hecho siempre que se me ha dado una responsabilidad. Tuve muchas presiones internas, pero la posibilidad de renunciar nunca vino a mi mente. Entendí que el Señor me había dado aquella responsabilidad y la tendría que llevar hasta el final del período designado. Así ha sido toda mi vida frente al liderazgo. Sé que cualquier decisión que haga afectará, directa o indirectamente, la obra de Dios. Por ello, y alabado sea Dios por su gracia, no se sabe que yo haya renunciado a nada en la obra que se me haya pedido hacer. Es decir, tirar la toalla no es una opción en mi liderazgo, ¡cuando sé que es una designación del Señor para mí! ¿Cómo sé que Dios me ha puesto en ese lugar? Bueno, porque no creo que yo sea un accidente en este mundo, y por lo que Dios me permita ser y hacer con los dones y talentos que me ha dado para servir en su Nombre en cualquier lugar en que me coloque; por eso mi lema es el mismo del apóstol Pablo: Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios” (Hechos 20:24 NTV).
En la actitud del profeta Elías -de huir por temor a la diabólica Jezabel, después de haber sido el instrumento de la divinidad para mostrarle al pueblo de Israel, quién es el verdadero Dios-, encontramos el camino al desánimo en el liderazgo, que termina en la renuncia. La depresión en que cayó el gran profeta fue tal, que sus mismas palabras expresan el dolor de su alma y de su espíritu: “Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, SEÑOR; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron” (1 Reyes 19:4).  Sin embargo, en toda la huida del profeta Elías, él no va solo, Dios va con él, lo alimenta, lo arrulla, lo sostiene: “Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse” (1 Reyes 19:5,6). Elías cayó en un síndrome que yo denomino el terrible PY (pobrecito yo).
Así que, como al Profeta, Dios te sostendrá para que termines tu labor con éxito: “Mientras iban caminando y conversando, de pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de fuego. Pasó entre los dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo por un torbellino” (2 Reyes 2:11). ¡Dios se llevó a Elías directamente para el cielo, sin ver la muerte física! Unos mil años después de la experiencia del profeta, en solo dos versículos se describe su biografía: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17,18 RV60).
Es posible que como Elías, estés desesperado por las circunstancias, por las luchas y peligros que te rodean y amenazan tu vida. En lugar de renunciar y huir, detente, deja que Dios tome tu defensa en sus manos, Él y sólo Él, conoce tus potencialidades porque Él te hizo; Él está trabajando, y trabajará contigo hasta el final que Él mismo te ha designado. En su trabajo con nosotros los seres humanos, Dios nunca ¡tira la toalla!


Oración:
Padre Celestial:
En esta hora difícil en que estamos, tú necesitas a hombres y mujeres que crean, lo que tú en tu gracia has prometido para ellos. Por favor, dame de tus fuerzas para vencer. En el nombre de JESÚS. Amén.


Perla de hoy:
Cuando estés convencido de que el trabajo que estás realizando lo haces para la gloria de Dios, (Colosenses 3:23), la palabra renuncia, nunca pasará por tu mente.


Interacción:
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lunes, 25 de abril de 2011

Crecer en la gracia

Francisco Aular

En cambio, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea toda la gloria ahora y para siempre! Amén. 2 Pedro 3:18 (NTV)


Cuando yo tendría un año en el Señor -poco a poco crecía en la fe-, me sentía lleno de entusiasmo por las cosas de Dios. Mi pastor, el misionero estadounidense Carlos Clark, y su preciosa familia habían impactado mi vida. También Dios me había preparado a dos amigos para ayudarme a crecer en esos primeros años de mi infancia espiritual, Adonis Rodríguez y Luis Magín Álvarez. Con Adonis, en especial, oraba y soñaba con formar familias que amaran al Señor, y con ellos, ayudar a la extensión del reino de Dios en la tierra. La influencia positiva de nuestro pastor y su preciosa familia se reflejaba en muchos de los asistentes de nuestra Misión Bautista Emanuel. No sabíamos que aquella familia misionera tendría que salir de nuestra iglesia por un año para retornar a su país. Al regreso a Venezuela, no sabíamos si los destinarían de nuevo para estar con nosotros en la iglesia. Todavía recuerdo aquella triste despedida en el aeropuerto, cuando vi el avión de Pan American World Airways, levantar vuelo y perderse entre las nubes. Confieso que al domingo siguiente en la iglesia, lloré casi todo el culto. ¡Cuánta falta me hacía mi pastor y su familia! Pero, mi amado pastor me escribió una tarjeta postal, la cual recibí como un mes después de su despedida, y además de sus palabras, me escribió el versículo que encabeza este devocional: En cambio, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea toda la gloria ahora y para siempre! Amén.
¿Qué es la gracia de Dios? La gracia es el mayor regalo de Dios hacia los pecadores: “Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.  La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo” (Efesios 2:8,9. NTV) Sí, la gracia es el amor de Dios aplicado a nuestra total indigencia moral. Esa gracia tiene su fuente en Dios mismo y nunca en nosotros. Dios es libre y soberano, y distribuye su gracia como Él quiere y a quien Él quiere. De manera que, nuestro orgullo acostumbrado a no recibir favores de nadie, siempre cree que puede hacer algo para ganarse la salvación, para merecerse ese regalo que Dios otorga. Así, el incrédulo rechaza la gracia, en cambio, el pecador arrepentido la recibe con humildad y gratitud.
¿Qué es crecer en la gracia? A medida que dejo que el Señor inunde mi vida con su río de gracia en abundancia, mi ser va creciendo. El Señor va llenando cada espacio de mi “espíritu, alma y cuerpo”, en la medida en que yo sea dócil a la llenura del Espíritu Santo en mi caminar cotidiano. El apóstol Pedro nos ordena crecer en la gracia, de modo que crecer o no crecer  no es una elección, no es una opción, sino un mandamiento para que podamos ser ejemplo a otros. Como dice el especialista en liderazgo, John Maxwell: “Una persona influye en toda su vida, de manera indirecta o directa, en otros diez mil individuos”. ¿A cuántas personas estamos influenciando positivamente? Sin duda, un cristiano nacido de nuevo en posición de liderazgo, influye mucho más con toda su vida rendida bajo el poder de la gracia de Dios.
El consejo que dio el apóstol Pedro hace dos mil años a todos los cristianos, y que me dio mi amado pastor hace 46 años, también se lo aconsejo a usted: ¡A crecer en la gracia!


Oración:
Padre eterno y lleno de gracia:
Bendito sea tu sagrado nombre. Tu gracia me ha llenado para serte útil en tu reino, y es la única explicación por la cual me llamaste a tu salvación y para ser quien soy y realizar la labor que me has encomendado. Ayúdame a que nunca me olvide que no se trata de mí, sino de ti. En el nombre de JESÚS. Amén.


Perla de hoy:
En las buenas o en las malas, Dios y su gracia están conmigo. No puedo fallar.


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domingo, 24 de abril de 2011

Domingo de Resurrección


Una nota de gratitud


“Todo lo que te viniera a la mano por hacer, hazlo según tus fuerzas…” Eclesiastés 9:10ª.
Termino de llegar de un concierto de Semana Santa y lo hago con mi corazón lleno de gozo. Fue un programa musical juvenil, música contemporánea. Unos 15 músicos y coristas estaban allí deleitándonos y llevándonos a la presencia de nuestro Dios; el templo estaba lleno, y el pastor predicó un gran mensaje sobre la resurrección. Luego los músicos se encargaron del resto del Servicio. Hubo un momento en el cual, como público no pudimos permanecer sentados, nos pusimos de pie y nos unimos a los cantos de los coristas y del grupo musical. Magistralmente aquellos jóvenes nos cantaron sobre la Resurrección del Señor. Nadie se movió de sus asientos hasta que todo terminó. Luego todos fuimos al gimnasio y pasamos un tiempo compartiendo el refrigerio. Me acerqué a Sarita Ruiz -ella tocó el teclado-, la felicité, y me respondió: “Pastor fueron meses de ensayo y de esfuerzo”, ¡allí está la explicación!
Nada que valga la pena en este mundo surge sin ningún esfuerzo; todo lo que vemos a nuestro alrededor, tuvo un momento en que solo fue una idea, un pensamiento. Pero, luego, vino el momento en que alguien empezó a armar las piezas, se esforzó y con persistencia llegó hasta el final.
Todos estamos de acuerdo en que hoy en día las llamadas “redes sociales de comunicación”, llenan un vacío, una necesidad, y en realidad están ayudando a cambiar al mundo. Hace un mes, un perlista de San Fernando de Apure, Jonathan Rivas García, me sorprendió al formar un blog para Perlas del Alma, ¡fue toda una sorpresa! Hoy cumple un mes este blog y mi nota tiene un sentido de gratitud. Lo más complicado de un blog o de cualquier página electrónica -como todas las cosas que valen la pena-, es que requiere de esfuerzo y disciplina para su mantenimiento. Al decirle gracias al diseñador del blog, le pido al Señor que nos bendiga para ver llegar a Perlas del Alma a otro nivel de comunicación para bendición de muchos en el mundo de habla hispana, y en un futuro próximo, en otras lenguas. Eso requerirá mucho esfuerzo, pero las palabras del sabio Salomón son nuestras también: “Todo lo que te viniera a la mano por hacer, hazlo según tus fuerzas”. ¡Alabado sea el Señor!, y ¡feliz domingo de resurrección! 

Francisco Aular
Toronto, Canadá
Domingo 24 de abril de 2011




El triunfo del Crucificado

Francisco Aular
faular@hotmail.com

¡Ha resucitado el Señor verdaderamente, y a aparecido a Simón! Lucas 24:34

Amados y amadas:
¡Feliz domingo de resurrección para todos! Esta Perla es especial porque no salimos los domingos, pero hoy estoy de fiesta y aquí digo la razón. ¡No te quedes en casa; ve con tus hermanos y hermanas y celebra la resurrección del Señor en medio de su pueblo! La resurrección de JESÚS nos grita la victoria de nuestra fe sobre todas las circunstancias, y sobre todo, que un día resucitaremos con Él, por Él y para Él.
Siempre vuestro pastor y amigo,
Francisco Aular

¡Ha resucitado el Señor verdaderamente! Es el grito de triunfo del Crucificado. El día viernes, JESÚS muere en victoria, pero su resurrección el día domingo es su día de triunfo definitivo. La resurrección de JESÚS es el sello del regalo de nuestra salvación. La bandera del cristianismo es la esperanza de la resurrección. Todos los que hemos nacido de nuevo, por la vida que vino del cielo a través de JESÚS, sabemos por la Palabra, que así como Él resucitó, ¡nosotros también resucitaremos! Es más, la vida normal del cristiano de hoy, es vivir una vida resucitada y victoriosa por la resurrección de JESÚS.
Cuando el pastor Germán Núñez Bríñez -mi maestro de homilética en el Seminario Bautista de Venezuela- y yo fuimos a Jerusalén, visitamos el Jardín de la Tumba y nos encontramos que en sus alrededores había gente de muchas partes del mundo, al juzgar por sus rasgos físicos y vestimentas. Aunque todos hablábamos lenguas diferentes, nos unía una sola verdad, dicha dos mil años antes: ¡Ha resucitado el Señor verdaderamente! La tumba cedida por José de Arimatea a JESÚS, ¡está vacía!, y un cartel lo anuncia con las mismas palabras que los ángeles les dijeron a las mujeres que vinieron trayendo las especies aromáticas para ungir el cuerpo de JESÚS: No está aquí, sino que ha resucitado. Mi amado hermano Núñez y yo estábamos a punto de llorar de alegría, y con toda esa emoción encima entramos a la tumba, nos colocamos frente a la abertura, y desde allí contemplamos a los demás turistas que habían llegado. De repente, la voz potente del príncipe de los predicadores venezolanos se elevó entonando las notas del himno que cuenta el triunfo del Crucificado; hicimos un dúo, que poco a poco se convirtió en coro, ya que los demás turistas, conociendo este himno internacional, lo entonaron en sus propios idiomas:
Cristo la tumba venció,
Y con gran poder resucitó.
Del sepulcro y muerte Cristo es vencedor,
Vive para siempre nuestro Salvador.
¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!
El Señor resucitó
Sí, ¡Ha resucitado el Señor verdaderamente! Y las apariciones que reiteradamente JESÚS hizo a sus discípulos, a sus familiares y a otros seguidores, fue el hecho que afirmó la fe vacilante de ellos, y lo que explica la transformación de sus discípulos, de temerosos el día viernes a los valientes desde el domingo de resurrección hasta nuestros días. ¡La tumba vacía asegura que nosotros los que creemos en JESÚS adoramos a un Dios vivo y no a un dios muerto!
¡Ha resucitado el Señor verdaderamente! Explica la existencia de la Iglesia Cristiana, y por eso, cada semana, millones de hombres y mujeres en todo el mundo salen espontáneamente a predicar y a enseñar las verdades eternas del evangelio. ¡No lo hacen para ganarse la salvación, porque esto ya es un hecho, tal y como lo dijo el Apóstol: "El mismo poder que levantó a JESÚS de la tumba" es el mismo poder que nos ha salvado! Todo servicio en la obra de Dios es un monumento de nuestra gratitud a Él y solamente a Él, porque definitivamente: ¡JESÚS es nuestra pasión y triunfo! ¡Nada ni nadie nos ha podido detener a través de los siglos porque todos los que estamos en esta nueva vida que JESÚS vino a traernos, constituimos un ejército comandado por el Rey de reyes y Señor de señores! A Él no pudo frenarlo este mundo, ni el maligno, ni la muerte. El sepulcro no pudo retenerlo porque Él, ¡mató para siempre a la muerte!". La resurrección es por encima de todo: El triunfo del Crucificado. 

Oración
Amado JESÚS, gracias por resucitar en mi corazón hace tantos años. Sé que al final de la historia, sobre las cenizas de un mundo destruido, me levantaré conjuntamente con los millares que hemos creído a través de los siglos y te hemos servido con gozo, fe, amor y esperanza, porque "has resucitado Señor verdaderamente", no pongo mi confianza para mi salvación eterna en nada y en nadie más, sino en Ti y solamente en Ti. Amén.

Perla de hoy
Alguien dijo que la resurrección es el amén de Dios.

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sábado, 23 de abril de 2011

El poder de la sangre de Jesús

Francisco Aular

Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Juan 1:7

Una madre campesina con su niño de nueve años, que apenas puede caminar, llegan al Servicio de Emergencia del Hospital de Niños J.M. de los Ríos, en Caracas. El viaje ha sido largo y pesado, pues vienen de un pueblito llamado Marincito, cerca de San Felipe en el estado Yaracuy.
"Señora" -le dice el médico a la buena mujer que llora desconsoladamente-, "no le oculto la verdad: el muchacho está sumamente grave, pero aquí haremos todo lo posible por salvarle la vida. Sin embargo, usted tiene que conseguirme ahora mismo un donante de sangre para el niño, preferiblemente un familiar que esté sano".
En aquel atardecer lluvioso del mes de mayo de 1955, la mujer salió a toda prisa en busca de un pariente cercano de aquel niño moribundo. Mas regresa, ya de noche, con la mala nueva al médico tratante: "No he conseguido sangre doctor"… Mientras tanto el niño siente que sus fuerzas se le están marchando, y en eso oye la voz resuelta del joven galeno: "¡Señora el niño tiene mi mismo tipo de sangre!"
Acostados en sendas camillas, por un lado el muchacho enfermo, y por otro, un hombre fuerte con su brazo desnudo y extendido hacia el niño; se hace la transfusión. Durante el tiempo que la sangre corre gota a gota de un brazo a otro, una enfermera solícita, vigila  para que todo el proceso no tenga contratiempos, ella da palabras de aliento y esperanza tanto al enfermo como al providencial donante. Una vez más, la vida en la sangre había ahuyentado a la muerte…
Más de cincuenta años han transcurrido desde aquella historia, pero aún el pulso me tiembla y el corazón se me acelera mientras exclamo con todas mis fuerzas: ¡Bendito seas médico anónimo, porque aquel niño era yo!


Oración:
Amado JESÚS, la sangre que derramaste a mi favor en el Calvario se hace poderosa en mí después de mi segundo nacimiento. No hay manera de agradecerte el hecho de que no sólo me diste una vida biológica, y me la has cuidado en tantas formas aquí en la tierra, sino también, me has dado la Vida eterna en Ti para colocarme en el cielo. ¡Por todo esto hoy proclamo que hay poder en tu sangre preciosa y que los brazos de la cruz están abiertos para todo pecador! Me postro delante de Ti y la victoria del Calvario, porque no fuiste allí para ser derrotado, sino para triunfar. ¡Tú eres en mí, la esperanza de gloria! Amén.


Perla de hoy:
La cruz de JESÚS, y su sangre vertida a nuestro favor, así como hasta los pequeños detalles de nuestra vida, son la evidencia suprema del amor de Dios.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?

viernes, 22 de abril de 2011

Perdón desde la cruz

Francisco Aular

Poco después, Jesús dijo: "¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!" Mientras los soldados echaban suertes para saber cuál de ellos se quedaría con la ropa de Jesús. Lucas 23:34 (La Biblia en lenguaje actual)

Aquellos que han tenido la bendición de nacer en hogares cuyos padres son cristianos nacidos de nuevo, no se pueden imaginar el trayecto que tuvimos que recorrer los otros para llegar al JESÚS de la Biblia. Cuán lejos estábamos de la verdad, los que nacimos en hogares solamente religiosos mezclados con el paganismo, y en donde el verdadero mensaje de la Semana Santa se perdía entre las supersticiones que la ignorancia de los propósitos de Dios impone. No obstante esto, a mi mente llegan los recuerdos lejanos de las mujeres de la casa preparando la comida que debíamos consumir en esos días, las bebidas  y los dulces. Así como también, las recomendaciones de nuestros padres, sobre que no debíamos escuchar música bailable, porque no era tiempo de alegría sino de tristeza pues, JESÚS había muerto. Los tiempo de ir a la playa y otras costumbres modernas estaban todavía lejos.  Más aún, se nos imponía a los niños que desde el miércoles no hiciéramos mucho ruido hasta el domingo de resurrección para no “herir” el cuerpo del Señor JESÚS. Por supuesto, niños al fin, nos olvidábamos, pero al recordarlo, adoptábamos la compostura deseada por nuestros mayores. Así, distorsionado, escuché por primera vez de la vida, pasión y muerte de JESÚS. No tenía claro, quién era, ni qué había hecho,  pero cuando aprendí a leer, una de las cosas que más anhelaba era leer la historia de JESÚS. Así fue, y un jueves de Semana Santa, mientras leía la Biblia, en el Evangelio de San Juan, ocurrió mi nuevo nacimiento en JESÚS. Aquel perdón ofrecido por Él, desde la cruz, me alcanzó. ¡Bendito sea Dios!
Ahora bien, cuando leo el Salmo 22 e Isaías 53 y veo los sufrimientos del Siervo Sufriente, creo que los mejores esfuerzos hechos por los predicadores, las obras de teatro y el cine se quedan cortos al presentarnos a JESÚS y la tortura de la crucifixión. Ocurrió que un miembro de nuestra iglesia en Manassas, Virginia fue a ver la película de Mel Gibson, la Pasión de Cristo, y me comentó después: “Pastor, el director se detuvo mucho en los sufrimientos de JESÚS”… “Hermano, -le respondí-, cualquiera hubiera sido en énfasis del sufrimiento de JESÚS en esa película, debió ser muy poco en comparación con la realidad”. No exagero, porque JESÚS en el Calvario, y sobre esa cruz, sufrió y  murió para expiar el pecado de toda la humanidad. JESÚS abrió la puerta de la salvación, y estableció un puente entre el Dios santo y nosotros los pecadores.
Por otra parte, no debemos perder de vista el hecho cierto de la obra perdonadora de JESÚS  a nuestro favor en toda sus etapas. El nacimiento de JESÚS, la vida que Él vivió y la muerte que Él sufrió son únicos. Jamás ser humano nació como JESÚS lo hizo en aquella primera Navidad; nunca, ningún otro ser humano vivió como Él vivió; nadie habló como JESÚS habló, y sus palabras han llevado consuelo, fortaleza y gozo a tantos de nosotros, como cuando Él las pronunció por primera vez; nadie ha hecho los milagros que Él hace, especialmente, transformar vidas desde aquí y para la eternidad cuando viviremos con Él en la Nueva Jerusalén; y, nadie murió como Él, JESÚS fue víctima de la religión, de la política y del estado, y desde entonces, es muy malo para la humanidad cuando ese triunvirato se impone. Pero me quedaría corto al no decir en esta hora, que JESÚS, ¡volvió a vivir! Regresó desde el más allá para decirnos que hay esperanza para el ser humano: "No tengas miedo. Yo soy el primero y el último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte” (Apocalipsis 1:17,18 LBLA).
Vayamos por un momento a la escena del Calvario. Serían las nueve y media de la mañana de aquel fatídico Viernes Santo, cuando JESÚS pronuncia su Primera Oración desde la cruz y nos ofrece su perdón:"¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!" En efecto, JESÚS era el secreto que el Padre tenía para reconciliar al ser humano pecador con Él mismo, y hacernos parte de su familia. Podemos darle el beneficio de la duda a todos aquellos que menospreciaron, humillaron y crucificaron a JESÚS injustamente: no sabían lo que hacían. ¿Nos alcanza esa oración de perdón a nosotros también? Ciertamente, sí.
Sin embargo, a más de dos mil años de este acontecimiento, el esfuerzo y la sangre de nuestros mártires para llevar este mensaje hasta el fin del mundo es ya un logro innegable, ello explica la existencia de la Iglesia del Señor en sus distintas confesiones y denominaciones a través de toda la tierra; las iglesias sirven de hogares para los nuevos creyentes; la existencia de millones y millones de Biblias distribuidas en todo el mundo es un mapa viviente de cómo ir a JESÚS; la actividad que despliegan las agencias misioneras e iglesias locales enviando a miles y miles de misioneros a todo el mundo para que anuncien también cómo llegar a JESÚS; se puede decir con las mismas palabras de JESÚS: “el que quiere oír que oiga”. Creo que esta generación de seres humanos, simplemente, no tiene excusas. Muchos le están dando las espaldas a Dios y ellos lo saben.
Por otra parte, me cuento entre los millones de cristianos nacidos de nuevo, que estamos llevando estas buenas nuevas de salvación, que es el  evangelio de nuestro Señor y Salvador por todo el mundo, con un sentido de urgencia. Somos un ejército de voluntarios dispuestos y disponibles todo el tiempo para anunciar el mensaje de la cruz a toda nuestra generación, sea que nos escuchen o no. JESÚS oró: “Padre perdónalos”. No es suficiente que la humanidad conozca de Dios, es indispensable su perdón. El perdón no es algo para decirlo en alguna forma, automático. La salvación es gratuita pero no es barata. Ciertamente JESÚS nos ofrece el perdón desde la cruz, a Él le costó su preciosa vida a los treinta y tres años. Así que, necesario es detenernos y ver que el perdón es obtenible por medio del arrepentimiento de nuestros pecados y el depósito de nuestra fe únicamente en JESÚS, quien nos ofrece su perdón desde la cruz.


Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Gracias por enviarnos a tu Hijo para que hiciera posible nuestra salvación eterna. Me arrepiento de todos mis pecados y te pido que entres a mi vida y me hagas una persona nueva para Ti y los demás. Ayúdame para anunciar a otros esta salvación tan grande, única y eterna en esta generación. En el nombre de JESÚS, amén.


Perla de hoy:
JESÚS nos perdona nuestra culpa del pasado para un presente de paz y un glorioso futuro.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?