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La noche era oscura y la lluvia caía fuertemente sobre el techo de
mi pequeño auto que no andaba muy bien por aquellos días. Los niños dormían, y
mi esposa me alertaba sobre el camino, en realidad, no estábamos muy lejos de
donde vivíamos, pero lo que temíamos, llegó, mi auto no quiso andar más. Tenía
el número de teléfono de un sobrino que era muy buen mecánico; corrí
inmediatamente a la cabina telefónica más cercana y por teléfono, le expuse el
caso y las características de la falla. “Tío -me dijo con el tono cariñoso que
yo conocía-, no puedo ir…”, sentí que mis esperanzas se esfumaban, mas, sin
embargo, siguió hablando y escuché su voz que con mucha seguridad me dijo:
“Dame la dirección de donde estás accidentado; voy a enviarte a mi ayudante; él
lo hará como si fuera yo…” Así fue, el ayudante vino; me sorprendió su pericia,
amabilidad y hasta su familiaridad, también me llamó tío; al preguntarle por
sus honorarios, quizás él, calculando que yo no tendría dinero conmigo, me dijo
en un tono comprensivo: “Tío, no se preocupe, su sobrino pagará la cuenta…”
JESÚS, la noche que fue entregado a Sus enemigos, hizo algunas
promesas a sus amados discípulos para que la tristeza de su partida no fuera
mayor. Entre sus promesas estuvo la referente al envío de la persona del
Espíritu Santo a la tierra. El Espíritu Santo sería el parakletos, el Ayudador, el Administrador, el Abogado, el Comandante en Jefe de la Iglesia del
Señor, hasta la consumación de los siglos de la presente era de la gracia. El
Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Definitivamente, el Espíritu Santo, no es una sombra vaga, etérea;
tampoco es una fuerza activa impersonal. Como persona, el Espíritu Santo tiene
intelecto infinito (1ra. Corintios 2.11); voluntad perfecta y santa (1ra.
Corintios 12.11), y sentimiento (Romanos 15.30). El Espíritu Santo y la Palabra
de Dios producen el nuevo nacimiento (Juan 3. 3; 1 Pedro 1.23-25); el Espíritu
Santo nos bautiza dentro del cuerpo de Cristo: su Iglesia (1 Corintios 12.13).
En resumen, el Espíritu Santo vino desde el cielo para glorificar al Hijo, a
JESÚS; él nos ayuda y nos recuerda a cada instante, quiénes somos y qué hacemos
en esta tierra.
¿A que vino el Señor JESÚS a esta tierra? Él mismo nos da la
respuesta: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lucas 19.10). ¿Qué hacemos hoy los cristianos nacidos de nuevo en
esta tierra? Alcanzar al mundo para Cristo a través de los millones que hemos
sido salvos, porque esa es la pasión evangelizadora y misionera, que el
Espíritu Santo hace arder en nuestros corazones hoy: ¡No hay tiempo que perder,
el Ayudador vino, y está con nosotros y nos dice: hagámoslo!
Alabe a Dios por dejarnos su Santo
Espíritu: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra.” (Hechos 1:8,RV60). Pídale
que le guíe a ser un testigo eficaz para alcanzar a muchas personas con el
mensaje del evangelio.
Oración:
Padre Eterno:
Nos hiciste la promesa en el
Antiguo Testamente de enviarnos el SALVADOR Y SEÑOR y Él vino; Su promesa para
la venida de Su SANTO ESPÍRITU, explica por sí sola el triunfo del Cristianismo
en la historia. Ayúdame con la llenura del poder del ESPÍTU SANTO para ser uno
de los millones de misioneros de tu PALABRA. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
El poder para alcanzar al mundo para CRISTO es
bajo la autoridad y guía del ESPIRITU SANTO. ¡Adelante, siempre adelante!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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