Francisco
Aular
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Lectura devocional: Esther 4:1-17
Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey,
por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca! Esther 4:16b (NVI)
Me convertí al Señor en el mes de abril de 1963, me encontraba solo en
aquellos días, leyendo la Palabra de Dios, pero, allí mismo comprendí que el
cristianismo verdadero tiene implicaciones colectivas, y por eso, busqué una
congregación donde asistir y el Señor me llevó a una en agosto de ese mismo año.
En el mes de octubre de aquel año cumplí mis 18 años, así que hice dos actos cívicos:
Me inscribí en el servicio militar obligatorio y, también, en el Registro
Electoral para votar en las elecciones presidenciales que se realizarían el 1
de diciembre de 1963. ¡Gracias al SEÑOR fui exceptuado del servicio militar
obligatorio pero seguí con la idea de votar por primera vez, y lo hice!
Aquellos
años sesentas, inicios de la democracia en Venezuela eran terribles, porque,
entre otras cosas, habían surgido las guerrillas urbanas comunistas, y éstas
hacían actos terroristas en muchos lugares del país, sobre todo en Caracas, ya
que la capital era su objetivo principal. La extrema izquierda amenazó con
matar a los que fueran a votar; yo vivía en un barrio en el que todos nos conocíamos,
y sabía quiénes pertenecían a la guerrilla urbana, y ellos estarían viéndome ir
a depositar mi voto. Pero no me detuve, mi valor cívico pudo más que el miedo.
Voté, y después me fui a mi iglesia a orar y a esperar los escrutinios; la
verdad sea dicha: ¡El bravo pueblo venezolano acudió como nunca a votar! ¡Me
sentí dichoso de contarme e identificarme con un pueblo así! Desde entonces,
votar en toda elección de autoridades es una parte de mi doble condición como
ciudadano del cielo y de la tierra.
¿Qué
es el coraje cívico? Es el valor de un ciudadano para situarse frente a otros,
y decir o hacer lo que cree que es conveniente, aun con el alto precio de
perder su única vida humana en el cumplimiento de su deber. Quien se deja
conducir por su coraje cívico no puede cegarse a las injusticias de los fuertes
sobre los débiles, y tiene valor para enfrentarse pacíficamente y por todos los
medios legales posibles, a los que quieren eliminar su opinión y libertad.
Por
eso, me emociono cada vez que en la Palabra de Dios encuentro a mis héroes en
la fe, quienes vivieron en épocas muy difíciles, en las cuales no existían
gobiernos democráticos, y por lo tanto, no se podía elegir a los gobernantes.
Sus reyes tenían el poder en las manos para encarcelar o asesinar a sus
enemigos.
A
nosotros nos toca interceder en oración por nuestros gobernantes como Dios nos
lo recomienda en su Palabra, igualmente cierto es que, “sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28; RV60). Pase lo
que pase, los gobiernos son temporales mientras que el reino de Dios es eterno,
y su triunfo final ya está asegurado, y sabemos que su “reino no es de este
mundo”, por ello, predicar el Evangelio es nuestra prioridad, y no debemos
enredarnos meramente en lo temporal. Pero también es cierto que, pacíficamente,
debemos acudir a ejercer nuestros derechos como ciudadanos de esta tierra, ante
los gobernantes, como lo hicieron los primeros cristianos: “Juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19; RV60).
Pues
bien, muchos de los hombres y mujeres de Dios en tiempos primitivos, tuvieron
el coraje cívico para orar por sus gobernantes, así fuera por Nerón e
intervenir usando sus influencias a favor del pueblo judío. Precisamente ese es
el caso de la hermosa reina Ester, quien salvó a su pueblo al mostrar su coraje
cívico y lograr lo imposible, su determinación fue: “¡Y si perezco, que
perezca!”
El
ser humano con coraje cívico no puede andarse preguntando si hacer el bien o no
es correcto, porque cuando se actúa como es debido, no necesitamos tener el
juicio de otros, sino la valentía y el coraje para pensar y hacer lo que
sabemos es lo correcto.
Así,
en la preciosa historia de Ester encontramos a un hombre de gran valor cívico,
Mardoqueo, padre de crianza de la Reina, que había sembrado en su hija los
valores que sustentaba; el desenlace de la historia tiene un momento crucial,
cuando Mardoqueo le dice a su hija: “No te creas que por estar en el
palacio escaparás cuando todos los demás judíos sean asesinados. Si te quedas
callada en un momento como este, el alivio y la liberación para los judíos
surgirán de algún otro lado, pero tú y tus parientes morirán. ¿Quién sabe si no
llegaste a ser reina precisamente para un momento como este?”. (Ester
4:13,14, NTV).
El
punto de reflexión es este, cuando por nuestra indiferencia, ambigüedad,
comodidad o identificación con la injusticia, no hacemos caso del coraje cívico que está en nosotros en un momento dado,
entonces es posible que cuando queramos usarlo, sea demasiado tarde.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Te alabo porque tu poder y gracia no tienen límites. Has creado a las
naciones y le has dado características especiales a cada una de ellas. Pusiste
en mí un amor especial por mi patria terrenal y por la Patria celestial. Me
dice tu Palabra que al final de los tiempos, tú serás la luz de las naciones. ¡Señor
haz que mi patria esté allí! En el nombre de JESÚS, amén.
La verdadera libertad no es escoger nuestro propio
camino, sino seguir el camino que Dios nos señala, y tener el valor para andar
por él.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Alguna
promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Alguna
lección por aprender?
¿Alguna
bendición para disfrutar?
¿Algún
mandamiento a obedecer?
¿Algún
pecado a evitar?
¿Algún
pensamiento para llevarlo conmigo?
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