Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura
devocional: Proverbios 24:10-12
Libra a los que son
llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Proverbios 24:11 (RV60)
“Pastor, viajamos a nuestro país porque tenemos un tío muy enfermo y le
llevamos en Mensaje de Vida Eterna…” Así lo dijeron y lo hicieron. Aquella
pareja de recién creyentes, se puso en marcha y fueron, dieron testimonio, no
solamente al moribundo -quien aceptó el Regalo de la Vida Eterna en JESUCRISTO-,
sino de su fe en el SEÑOR a sus familiares y amigos. Pero igualmente, este
matrimonio ha sido un testimonio también para todos nosotros que hacemos vida con ellos, en
nuestra iglesia.” Como aquella mujer samaritana, tal vez, ellos no sepan mucha
teología pero sienten compasión por aquellos que están en “peligro de muerte.”
Ciertamente, nuestra labor es de vida o muerte: “Libra a los que
son llevados a la muerte. Salva a los que están en peligro de muerte” (v.11). Hubo
un tiempo en que nuestra obra, en mi país, dependía nada más que de pastores,
misioneros y evangelistas para realizar la evangelización. Aunque en lo
personal yo sentía la carga por los perdidos, no sabía cómo evangelizarlos,
solo los invitaba a la iglesia. Yo no sabía que podía ser un instrumento para librar
y salvar a los que están “muertos en sus delitos y pecados”. Así que mientras
trabajaba como fotógrafo clínico en la sala de autopsias del Hospital Vargas de
Caracas, me dedicaba a visitar a los enfermos, leerles la Palabra, orar por su
salud e invitarlos a la iglesia.
Una tarde, andaba visitando y
entré a la sala 5, de mujeres, mientras caminaba por el pasillo, una enferma,
desde su cama me llamó por mi nombre: “¡Francisco!”, me acerqué adonde estaba,
y a pesar de su vientre hinchado, su rostro con el espectro de la muerte, la
reconocí, era la madre de una de mi excompañeras de estudios; la saludé por su
nombre, me di cuenta que casi no podía hablar, la ayudé a incorporarse y
apoyarse en mí.
Me dijo con una voz muy profunda:
“¡Francisco, me muero, tengo miedo, mucho miedo!” Hice lo que sabía, oré y le
leí la Palabra, le dije que yo vendría con mi pastor. Salí del hospital con la
decisión de volver esa misma noche, pero aquella semana había la reunión anual
de pastores fuera de nuesra ciudad y no encontré a mi pastor ni a ningún otro
en la ciudad. A la mañana siguiente, dispuse las cámaras para fotografiar las
piezas anatómicas de los cadáveres que allí estaban; fui a la cava para saber
cuántos estaban, y, les confieso, que nunca, mientras viva, podré olvidar lo
que sentí al descubrir que el primer cadáver, ¡era el de la madre de mi amiga!,
la señora que había visitado el día anterior. Me turbé y las lágrimas empezaron
a brotar sin poder detenerlas. Bajé a la sala de espera en donde sabía que
encontraría a sus tres hijas, apenas me vieron, corrieron hacía mí y nos
abrazamos. Los cuatro lloramos, ellas, por la madre fallecida, y yo, porque no
la había librado, ni salvado de la muerte eterna. ¡La muerte me había ganado!
¡Creo que aquel día surgió en mi
mente y corazón, el primer atisbo de la Marcha Evangelizadora! Sí, con su
énfasis de entrenar a los miembros de todas nuestras iglesias, en la oración,
la evangelización y el discipulado. La evangelización salió de los templos y se
fue a la calles, a las casas, a las plazas, a las fábricas, cuarteles, centros
universitarios, hospitales y cárceles. Por fin, la Palabra no estaba más presa.
¡La Palabra es libre y hará exactamente lo que Dios quiere que haga, “salvar a
los que están en peligro de muerte”. ¡Gloria a Dios!
Ahora bien, el 15 de agosto de este año, hace exactamente 41 años,
nació la Marcha Evangelizadora. El momento es oportuno para agradecer al Señor el haber mantenido en su
calendario este esfuerzo año tras año y agradecer también a todos los marchistas,
a los diferentes directores de la Marcha en estas cuatro décadas, a los que año
tras año invierten sus vacaciones para ir a orar y evangelizar, y, además,
contribuir con lo financiero -hasta hoy, cada marchista y directivo paga su
participación en el evento-. Hoy en día la Marcha Evangelizadora, está regresando
de donde salió a la iglesia local. En efecto, aunque podemos tener un evento
anual, se ha convertido en una razón para vivir. A todos los marchistas de
todos los tiempos, un fuerte abrazo marchista, y les digo: ¡Vamos por ellos! porque están en
“peligro de muerte.”. ¡Manos a la obra!
Oración:
Padre eterno:
Hoy tengo
en mi corazón gratitud por aquellos que van llevando el Evangelio persona a
persona en todas partes. Gracias Señor por darme pasión evangelizadora, amor
por los que van a un destino, separados de ti. Nosotros sabemos que tú eres capaz
de hacer lo que tu Palabra dice que puedes hacer; sabemos que somos lo que tu
Palabra nos dice que somos; sabemos que podemos hacer lo que tu Palabra dice
que podemos; y sabemos que tu Palabra es viva y eficaz y actúa poderosamente en
nosotros. Ayúdame Señor, para que yo puede oír cuando me dices: ¡Vamos por
ellos! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
No sé cómo puede ser la separación eterna de Dios del pecador. JESÚS lo
sabe y por eso nos dice: ¡Vamos por ellos!
Interacción:
¿Qué me dice
Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna
promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna
lección por aprender?
¿Existe alguna
bendición para disfrutar?
¿Existe algún
mandamiento a obedecer?
¿Existe algún
pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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