Francisco
Aular
Lectura
devocional: Daniel 12:1-10
Pero tú,
Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del
fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. Daniel 12:4 (RV60)
¿Qué ha hecho la ciencia y la
tecnología por nosotros?
La respuesta es mucho, pero me
temo que ha roto lo más importante en el ser humano: Su relaciones con otros.
Aquí va un ejemplo de ello. En la ciudad de Toronto, donde vivo, el invierno
arrecia entre enero y febrero, así que en una mañana de enero de 1991, había
caído nieve en abundancia; aquel era mi primer invierno en Toronto, y mi
familia y yo lo disfrutábamos.
Caminé hacia la entidad bancaria
más cercana, para abrir mi cuenta personal; mis pasos eran cuidadosos para no
resbalar en algunos lugares del trayecto, que en vez de nieve, tenían hielo, el
viento frío era como el filo de una hojilla en mi cara, y casi traspasaba todo
mi vestuario de invierno, pero mi marcha era lenta y temblorosa, no sólo por el
frío, la nieve y el hielo, sino por el miedo a que mi escaso inglés me sirviera
para dar todos los detalles necesarios para abrir una nueva cuenta bancaria.
Por fin, llegué, enseguida me
dirigí a una de las ventanillas de la agencia, allí estaba ella, con una
sonrisa maravillosa, como diciéndome bienvenido, medía como un metro ochenta
centímetros, tenía una blusa roja y falda azul, sus cabellos rubios caían sobre
sus hombros formando un arco detrás de su rostro, sus ojos eran tan azules,
como las aguas del Lake Louise en Alberta. Me dijo en su perfecto inglés
(traduzco): “mi nombre es Roberta Hutchinson”, yo me presenté advirtiéndole, lo
que ella notaría, que mi inglés era muy pobre; le dije de donde era, y ella
respondió: “Ah, del país de las mises y de la isla de Margarita”, eso lo
entendí y me dio ánimo para seguir conversando.
Roberta me habló despacio, y así
llenamos todas las preguntas del cuestionario, me dio una libreta, una chequera
y las instrucciones de cómo usarlas; salí.
Lo que Roberta no sabía, ni yo
tampoco era que por siete largos años, llegaríamos a una verdadera amistad
comercial y humana. Era como un juego que teníamos cada vez que iba al banco,
otras ventanillas podían estar abiertas pero ella me hacia una señal y yo me
dirigía a la de ella; me orientaba al revisar los estados de cuenta y corregía
cuando algo no le gustaba; sus consejos, como mi asesora voluntaria en el
manejo de mi cuenta, yo los seguía al pie de la letra. Roberta conoció a Mary,
mi esposa y a los cuatro muchachos nuestros, que llegaron a ser parte de la
conversación: “¿Cómo le va a Daniel en su nuevo trabajo? ¿Cómo estuvo el
matrimonio de Mary Ruth y César? ¿Dejará Mary Ruth la Universidad o seguirá
estudiando?”.
Cuando regresábamos de un viaje a
Venezuela, nosotros le traíamos algunos de esos regalitos de recuerdo, y ella
nos decía que los coleccionaba. Nuestra amistad creció y a medida que nuestro
inglés mejoraba, podíamos llegar más lejos en nuestras conversaciones, por eso
supe que su esposo y ella, tenían planes para la jubilación, que sería en un
par de años.
Un día descubrí al entrar al banco
que estaban haciendo un par de huecos grandes en la pared de la entrada, allí
pusieron dos máquinas. A la semana siguiente, un hombre de seguridad se me
acercó, mientras hacía la fila en donde estaba nuestra amiga Roberta, el hombre
me dijo: “Desde la próxima semana, todas las gestiones de rutina tendrá que
hacerla por el cajero automático”. Nunca olvidaré la mirada que me hizo
Roberta, ella sabía lo que el hombre estaba diciéndome. Hubo un silencio
inusual aquella mañana entre Roberta y yo, ambos sabíamos que la hora de la
despedida había llegado. Ambos disimulamos las lágrimas, cuando le dije:
“¡Adiós Roberta!”…
Oración:
Padre eterno:
Ayúdame a
valorar que lo que tú quieres conmigo es una relación personal, en la cual
pueda correr tu amor, y ese amor vaya a través de mí para otros. En el nombre
de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No dejemos que ciencia y la
tecnología nos separen de Dios y de los otros seres humanos.
Interacción:
¿Qué me dice
Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna
lección por aprender?
¿Existe alguna bendición
para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento
por obedecer?
¿Existe algún
pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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