Francisco Aular
Lectura devocional: Marcos 15:33-40
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama
sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Marcos
15:34 (RV60)
Soledad
Abandonado de tu Dios y Padre,
que con sus manos recogió tu espíritu,
te alzas en ese trono congojoso
de soledad, sobre la escueta cumbre
del teso de la calavera, encima
del bosque de almas muertas que esperaban
que con sus manos recogió tu espíritu,
te alzas en ese trono congojoso
de soledad, sobre la escueta cumbre
del teso de la calavera, encima
del bosque de almas muertas que esperaban
tu muerte,
que es su vida. ¡Duro trono
de soledad! Tú, sólo, abandonado
de Dios y de los hombres y los ángeles,
eslabón entre cielo y tierra, mueres,
¡oh León de Judá, Rey del desierto
y de la soledad! Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
¡oh León de Judá, Rey del desierto
y de la soledad! Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
solitarios un hombre; Tú nos juntas,
y a tu soplo las almas van rodando
en una misma ola. Pues moriste,
Cristo Jesús, para juntar en uno
a los hijos de Dios que andan dispersos,
en una misma ola. Pues moriste,
Cristo Jesús, para juntar en uno
a los hijos de Dios que andan dispersos,
solo un rebaño bajo de un pastor.
Unamuno, 1920, Poema: El Cristo de Velázquez.
¡Allí está JESÚS sufriendo injustamente en el rústico madero de la
cruz! Allí, en ese monte Calvario está quien se vació a sí mismo, y vino a ser
temporalmente siervo de todos, ¡habiendo sido el Príncipe de los cielos! Empezó
por nacer en un pesebre, Aquel para el cual y por el cual todo lo que existe,
visible e invisible se hizo para su honra y gloria. ¡Obró como Dios Encarnado
dentro de las limitaciones de un cuerpo humano por 33 años! Por la íntima
comunión con su Padre, no hizo nada en este mundo sin contar con su voluntad,
de tal manera que mientras sus discípulos dormían, Él intercedía por ellos para
que el diablo no los zarandeara como veletas al viento. Nunca lo agarró la luz
del sol sin estar de rodillas. La oración no era una actividad de su vida; era
su vida. JESÚS, no lucha en la cruz, sino que Él vence en la lucha en Getsemaní
el día anterior a su muerte, cuando oró en medio de ruegos indecibles: “Se la
apareció un ángel del cielo para fortalecerle y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra” (Lucas 22:43,44).
Nosotros nunca podremos imaginar lo que era el tormento de la cruz. En
el caso de nuestro Señor y Salvador, los tormentos más crueles, no fueron, tal
vez, los físicos, sino los del espíritu, los del alma. El gran teólogo español
Francisco La Cueva, especialista tanto en griego como en hebreo, dice que una
mejor traducción de esta Cuarta Palabra, sería: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Para qué
me desamparaste?”, si fuese, ¿por qué?, estaría demandando explicaciones, y Él
había entendido en Getsemaní, al decir triunfante al Padre al final de su
lucha: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). En la cruz,
JESÚS no clama por razones, sino por el propósito final; no es un rebelde, sino
el Salvador, por decirlo de alguna forma, el Pontífice, “el Sumo Sacerdote”, el
Puente entre el ser humano pecador y Dios: “Por lo tanto, ya que tenemos un
gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a
lo que creemos” (Hebreos 4:14; NTV). ¡Ya no necesitamos sacerdotes que
intercedan por nosotros, sino que nosotros mismos podemos, individualmente,
llegar al Padre!: “Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la
gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la
gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Hebreos 4:16; NTV).
¡En la Cuarta Palabra encontramos a JESÚS expresando sus méritos como
nuestro Redentor! “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en
la carne pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18; RV60). El tomó
nuestro lugar, ¡se hizo pecado por todos nosotros! Llevó en la cruz todo el
peso del pecado y el castigo que nosotros merecemos, y, por lo tanto, el Padre
Celestial no podía darle otro trato que el de pecador. Cercana la muerte
física, cuando es más necesario sentir la paz, la felicidad y seguridad que da
Dios, JESÚS no tiene la bendición de su comunión con el Padre, porque Dios
escondió de Él su rostro, en medio de la oscuridad que produce el pecado del
ser humano ante un Dios tres veces santo. La sangre de Cristo era necesaria que
fuese derramada para reconciliarnos con Dios: “Él mismo es el sacrificio que
pagó por nuestros pecados, y no sólo los nuestros sino también los de todo el mundo”
(1 Juan 2:2; NTV). “Y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas.
Hizo la paz con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la
sangre de Cristo en la cruz” (Colosenses 1:20; NTV).
JESÚS fue desamparado circunstancialmente, y por unas horas, para
hacer posible que Dios pudiera ampararnos a nosotros para siempre. ¡JESÚS
compró para todos los que lo aceptan como Señor y Salvador un lugar en el
cielo! Desde ese día, el trato de Dios con el pecador cambió, y ahora el ser
humano, puede espiritualmente nacer de nuevo, y disfrutar de una nueva relación
con Dios, en la cual lo hace hijo, y por ello, miembros de la familia de Dios:
“Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni
extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son
miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19; NTV).
El humano es un ser gregario y necesita la compañía de otros. La
soledad es uno de los grandes sufrimientos y JESÚS tenía que experimentar la
soledad total y el abandono del Padre. JESÚS sufrió una soledad total, para que
nosotros no nos sintamos solos nunca más, así que, ¡teniéndolo a Él, lo tenemos
todo! De hecho, mediante este acto tan cruel, de tanta angustia, la exclamación
de JESÚS es también un grito de conquista y de triunfo. Es un nuevo amanecer
para todos los seres humanos. Aunque el mundo esté como está, a todos los
redimidos por la sangre de JESÚS, nos espera un fabuloso mañana en la Nueva
Jerusalén, donde moraremos para siempre con el SEÑOR JESÚS, porque debido a su
humillación, ¡Dios hizo a JESÚS, SEÑOR! Como lo dice un himno que se cantaba en
las iglesias del primer siglo: Tengan la misma actitud que tuvo Cristo
Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera
algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos;
adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano.
Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios
y murió en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al
lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás
nombres para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y
en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo
es el Señor para la gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11; NTV).
Esa fue la recompensa a JESÚS por haber obedecido al Padre, y entre aquella
humillación por descender hasta nosotros, haber padecido por nosotros una:
Soledad total en la cruz.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Mi corazón se llena de gozo y mi alma se regocija en ti, gracias por
darnos a JESÚS, ¡Qué grande es este Evangelio! Ayúdame a vivirlo y a
predicarlo. En el nombre de tu Hijo amado, en quien tenemos redención de
pecados. Amén
Perla de hoy:
JESÚS, llevó en la cruz todas nuestras crisis, entre ellas, nuestra
soledad.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios