Francisco Aular
Lectura devocional: Hebreos 10:14-25
Mantengamos firme la esperanza que profesamos,
porque fiel es el que hizo la promesa. Hebreos 10: 23 (NVI)
Me convertí leyendo la Palabra de Dios, y luego de esto,
sentí la gran necesidad de buscar a mi familia espiritual, la iglesia. Dos
preguntas estaban en mi mente entonces ¿Dónde me congregaré? ¿Seré fiel a JESÚS
hasta el final de mi vida? En aquellos días abundaban las sectas y yo tenía
amigos entre los Testigos de Jehová, los Adventistas del séptimo día y los Solo
Jesús; también entre las denominaciones evangélicas anduve. Todas decían tener
la verdad, ¿cuál camino escoger? Basado en la Palabra de Dios y el consejo de
cristianos maduros en la fe, el Señor me fue respondiendo, porque Dios es fiel
y no nos deja una vez que nos hace sus hijos por el nuevo nacimiento. El Señor
me llevó a mi familia espiritual, la Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana
en Caracas, el Señor quería que yo estuviera también en una denominación, y
allí he sido fiel y he crecido hasta hoy. Luego para responder la otra pregunta,
¿seré fiel a JESÚS hasta el final de mi vida? Eso me inquietaba, hasta que
comprendí la gran verdad, por una parte Dios me había dado a su Espíritu y Él
en mí, produciría la fidelidad como fruto espiritual para perseverar hasta el
final de mis días aquí en la tierra (Gálatas 5:22-23), y por otro lado,
importantísimo, lo que nos dice el versículo de hoy: “porque fiel es el que
hizo la promesa”. Así, la fidelidad
en la vida del creyente no está basada en su propio esfuerzo y fortaleza, sino
en su relación con JESÚS: “Si fuéremos infieles, él
permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13). Uno de los
nombre de JESÚS es “Fiel y Verdadero” (Apocalipsis 19:11). El Señor ha
permanecido fiel con mi vocación durante más de cincuenta años, y yo
sirviéndole por gratitud a su fidelidad, sin reservas, sin retiradas, sin lamentaciones.
¿Cuál es la esperanza que profesamos?, ¿qué es lo más
valioso que Dios nos ha dado y que tiene repercusión eterna? Nuestra salvación,
la vida (zoé); no es algo improvisado en una experiencia mística pasajera, sino
el propósito para el cual Dios nos trajo a esta vida (bíos), “según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin manchas
delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad para alabanza de
la gloria de su gracia…” (Efesios 1-4ª). ¡Mi nacimiento biológico y el
espiritual, mis dos nacimientos, no son un accidente! ¡Soy parte del plan
eterno de Dios! Por tanto, aunque, la “esperanza que profesamos” sea pequeña o
grande, o sea, mi profesión de fe en JESÚS, ¡Él me llevará fiel hasta el final
como lo ha prometido! Teniendo como base la guía de la Biblia y la ayuda eficaz
del Espíritu Santo, Dios fortalecerá cada día, la salvación que me ha dado, la
seguridad de esa salvación, y la perfección de mi salvación hasta el día final,
no solo de mis días en esta tierra, sino hasta mi morada final en la Nueva
Jerusalén. Pues, “es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses
1:27b).
Desde
recién convertido además de los héroes bíblicos, también he estudiado la vida y
obra de los grandes hombres y mujeres de nuestra fe cristiana a través de los
siglos. Entre ellos a William Borden. Aquí les repito nuevamente su historia:
En 1904, William Borden se graduó de la escuela secundaria. Como
heredero de la hacienda de la Lechería Borden, él ya era un millonario. Como
regalo de graduación, sus padres le dieron al Borden, de 16 años de edad, un
viaje alrededor del mundo. Mientras el joven hombre viajaba por Asia, el Medio
Oriente y Europa, sintió una carga creciente por la gente sufriendo en el
mundo. Finalmente, William Borden escribió a casa para decir: “Voy a entregar
mi vida para prepararme para el campo misionero.” Un amigo expresó sorpresa de
que él “estuviera desperdiciando su vida como misionero.” En respuesta, William
escribió dos palabras en la parte de atrás de su Biblia: “Sin
reservas.” Borden fue a la universidad y luego al seminario,
cambiando las vidas de los estudiantes y de todos aquellos que entraban en
contacto con él. Inició un pequeño grupo de oración que dio origen a un
movimiento que se esparció a través del campus. Para el tiempo en que William
Borden estaba en el último año, ¡mil de los 1,300 estudiantes atendían este
grupo! El ministerio de alcance de Borden no estaba confinado al campus. El se
encargaba de cuidar a las viudas, los huérfanos y los lisiados. El rescató a
los borrachos de las calles y comenzó una misión. Mientras el grupo
desarrollaba un plan sobre cómo evangelizar mejor, Borden siempre era el que
tomaba “los casos evangelísticos difíciles” que más nadie quería. Pues bien,
durante sus años en la universidad, su llamado misionero se concentró en un
grupo humano de musulmanes en la China. Una vez que se fijó esa meta, Borden
nunca titubeó. Además, inspiró a sus compañeros de clases para que consideraran
el servicio misionero. Uno de ellos dijo: “El ciertamente fue una de las
personalidades más fuertes que jamás haya conocido, e imprimió carácter al
resto de nosotros en la universidad. Siempre sentí que él estaba hecho del
mismo material que los mártires.”
Para el tiempo de la graduación, Borden rechazó algunas ofertas de
trabajos altamente remunerados. En su Biblia, él escribió dos palabras más: “Sin retiradas.” Finalmente, el sueño
de William Borden se estaba haciendo realidad, mientras navegaba hacia la
China. Debido a que esperaba trabajar con musulmanes, se detuvo primero en
Egipto para estudiar árabe. Estando allí, contrajo meningitis vertebral. Al
cabo de un mes, William Borden, de 25 años de edad, murió. Las noticias de su
muerte provocaron una ola de tristeza alrededor del mundo. Cuando se leyó su
testamento, se descubrió que había dejado toda su fortuna, más de un millón de
dólares, a la causa de Cristo. ¿Fue la muerte anticipada de Borden un
desperdicio? No en el plan de Dios. Antes de su muerte, Borden había escrito
dos palabras más en su Biblia. Debajo de las palabras “Sin reservas” y “Sin
retiradas,” él había escrito: “Sin
lamentaciones.”
Esta la clase de determinación y la esperanza que nos
mantiene y sostiene desde el principio hasta el final de nuestra jornada
terrenal y celestial, sin reservas, sin retiradas, sin lamentaciones.
Oración:
¡Gracias Padre porque por amor me
fijaste el propósito eterno de llegar a ser tu hijo! Por fe acepto estas
verdades y por fe camino cada día, sin retiradas. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La carrera
del cristiano nacido de nuevo no es una competencia olímpica, sino una carrera
de perseverancia, resistencia y gratitud.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios