Lectura devocional: 1 Corintios 1:18-24
¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los
que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la
salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. 1 Corintios
1:8 (NTV)
Segundo, pienso que si usted es alguien que anda buscando una bandera
para alzar, una canción para cantar y un credo en el cual basar su vida, me
gustaría que considerara las verdades eternas de la Palabra de Dios. Son
verdades proclamadas ayer para el ser humano de hoy.
Tercero, es posible que tanto usted como yo, podamos recordar los
eventos de la Semana Mayor del cristianismo. Posiblemente hubo un tiempo cuando
usted palpó de primera mano el impacto de las Siete Palabras del Señor
Jesucristo, dichas desde la cruz, como las registran los evangelios. Sin
embargo las presiones de este mundo material que estamos sufriendo, posiblemente
han enfriado su corazón.
Hoy le invito nuevamente a escuchar esas Siete Palabras; “Padre, perdónalos que no saben lo que
hacen” Lucas 23:34 “De cierto, de
cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” Lucas 23:43 “Mujer, he aquí tu hijo…He ahí tu madre”
Juan 19:26-27 “Eli, Eli, ¿lama
sabactani…Dios mío, Dios mío, ¿para qué me has desamparado?” Mateo 27:46 “Tengo sed” Juan 19:28 “Consumado es” Juan 19:30 “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Lucas 23:46.
¡Esas Palabras del Señor en la cruz son el evangelio en miniatura! Están
llenas de profundo contenido espiritual y son esperanza para todos los seres
humanos de todos los tiempos. De todas las visiones que guardo en mi corazón,
la del Cristo crucificado, muriendo por mí, ¡es suprema! Esto lo aprendo del
apóstol Pablo, cuando escribiendo a los corintios dijo: “…agradó a Dios salvar
a los creyentes por la locura de la predicación... Pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los
gentiles locura”. En cuanto a mí: Predicar a Cristo crucificado, muriendo por
los pecadores, de los cuales yo soy el primero, ¡es y será mi mensaje hasta que
yo muera! JESÚS murió para que nosotros tengamos paz con Dios, con el prójimo y
con nosotros mismos.
Hoy, ya nadie cree que los avances científicos, las diversas filosofías
y los movimientos políticos resuelven las grandes interrogantes de la condición
humana. Tampoco se tiene esperanza de que los portentos de la ciencia
solucionen, definitivamente, las más profundas necesidades del alma y del
espíritu. Hoy se habla de revoluciones políticas que prometen cambios en los
seres humanos, pero, fracasarán siguiendo la misma ruta de los esfuerzos
revolucionarios del pasado. El problema del ser humano es eminentemente
espiritual. La revolución que estamos necesitando ha de ser una revolución
espiritual.
Dios hizo al ser humano y solo Él sabe cómo funciona. Tenemos que volver
a Dios. Sin los fundamentos y valores cristianos señalados en la Palabra de
Dios, la vida económica y social de una nación se hace pobre, brutal y
anárquica. En naciones así, el poder se nutre de la idolatría de unos pocos
hacia el gobernante de turno. Deslumbrados por el poder se corrompen. Este tipo
de dirigencia hace y deshace sin pedir permisos ni disculpas. Una y otra vez
esta historia se repite, como dijo Salomón, “No hay nada nuevo, bajo el sol”.
Pero los días así están contados, porque tarde o temprano tendrán que dar
cuentas delante del poder absoluto y la soberanía de Dios. ¡No habrá escape!
Por otra parte, usted, al igual que yo, observa que la familia y el
matrimonio se desmoronan a pasos insospechados. Como alguien dijo: “Si la
familia está perdida, todo está perdido”. La niñez y la juventud en nuestro
medio, algunas veces, teniéndolo todo se desvían en forma alarmante. Pareciera
no existir solución alguna para esta realidad que tenemos delante de nosotros.
Crece, además, la angustia a raíz de la problemática de nuestros
esfuerzos para integrarnos a una sociedad como ésta. La inestabilidad laboral,
la competencia entre los compañeros de trabajo, y sobre todo, las demandas que
nos hemos hecho de ser exitosos al adquirir y mantener posesiones terrenales,
nos lanzan en los brazos de la medida de la felicidad por lo que tenemos, en
vez de por lo que somos. Se añade a ello algo peor, la soledad en medio de la
multitud, el vacío en el alma y el temor a la muerte de un ser querido o la
nuestra.
Pues bien, yo no soy un mago que anuncia transformar la realidad
artificialmente. Soy sencillamente un ser humano que ha recibido el regalo de
la vida eterna en Jesucristo. Ha experimentado el impacto de la poderosa acción
de Dios en su vida personal, familiar y eclesiástica. JESÚS ha llenado mi
existencia de propósito. Ahora, sé para que estoy en el mundo. Soy consciente y
me gozo por ello, de que mi caso no es un hecho aislado. Ha sucedido en
millones de hombres y mujeres en todo el mundo, como lo afirma la Palabra,
ellos han pasado de muerte a vida. Hemos oído a JESÚS a través de la Biblia: “El
hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”. “Yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. “Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. “Mi paz os
dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da, yo os la doy”. “Nos se turbe
vuestro corazón ni tenga miedo”. “Yo nunca os dejaré ni desampararé”. “En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo.” “Voy pues, a prepara lugar para vosotros”.
Me siento satisfecho al decirle que esas verdades de JESÚS pueden ser
suyas también. Porque JESÚS nació como nadie nació, sin pecado. JESÚS vivió
como nadie vivió, sin pecado. JESÚS murió como nadie murió, sin pecado. JESÚS
resucitó y ha sido elevado a ser Señor del cielo y de la tierra. El apóstol Pedro, quien anduvo con
JESÚS los tres años de su Ministerio terrenal dijo: “Porque también Cristo
padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos para llevarnos
a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1
Pedro 3:18). JESÚS fue Dios perfecto y hombre perfecto. JESÚS nos encargó que
fuésemos por todo el mundo e hiciésemos discípulos en todas las naciones. Por
eso, cada cristiano es un misionero sin fronteras. Nada ni nadie podrán detener
esta marcha triunfante de la oración, la evangelización y el discipulado en
beneficio de cada hombre y mujer que vengan ante la presencia de Dios. Esos
beneficios se verán en los individuos, en la familia, en la sociedad y en la
nación.
¿No le parece increíble que Dios tenga una respuesta tan efectiva para
el hombre basado solo en su encuentro personal con JESÚS? ¿No le parece
importante que JESÚS, sin ser militar tenga bajo sus órdenes y en su ejército
viviente, la Iglesia, más soldados que todos los comandantes de los ejércitos
del mundo juntos? ¿No le parece significativo que mientras los que hacen la
guerra se llenan de armamentos para enfrentar a sus enemigos, JESÚS los domina
por medio del amor y sin disparar una sola arma? ¿Qué piensa usted del gran
número de mártires que hoy mismo están dando sus vidas por JESÚS en alguna
parte del mundo? ¡Alabado sea el nombre de JESÚS! El volverá otra vez, como lo
ha prometido. ¡Esta puede ser nuestra última Semana Santa aquí en la tierra!
¿Está preparado para esa Segunda Venida de JESÚS?
Afirmo con la Biblia abierta que hay esperanza para el mundo, a pesar de
los esfuerzos del mismo ser humano para destruirlo. Como dijo el poeta: “Con
toda fe muerta se agigante mi fe”. Siente a Dios en tu vida. Que tu fe en Él
sea inquebrantable ante las vicisitudes que tengamos que enfrentar. Te invito a
que disfrutes cada día lo que nadie ni nada te pueden quitar, el gozo de
sentirte seguro bajo la poderosa mano de Dios, porque Dios es amor, su amor es
seguro.
El cristianismo no surgió en una democracia en donde manda el pueblo,
sino en dictaduras sucesivas de emperadores que se creían dioses. ¡Estamos acostumbrados
al ver el avance del Reino por medio del sufrimiento! Pero volviendo a la idea
principal del párrafo. Hay esperanza para usted, sea cual sea su condición
delante de Dios. Convencido bíblicamente de estas afirmaciones, domingo tras
domingo estoy en el púlpito de la Iglesia Bautista Emanuel, aquí en Toronto,
para decir cómo obtener el regalo de la vida eterna en Jesucristo. En esta
tarea me acompañan los miembros y congregantes de nuestra iglesia que
representan unos 15 países. Tenemos un lema: “Somos cristianos en construcción
hacia lo que debemos ser en Cristo”. Por ello, no nos consideramos perfectos,
admitimos que Dios está trabajando en nosotros y con nosotros. En nuestros
servicios adoramos a Dios con cánticos, lecturas y predicación de la Palabra de
Dios.
¡Vamos al Calvario! Porque ese fue el campo donde JESÚS libró la última
batalla por nosotros, los seres humanos. JESÚS salió victorioso porque al decir
“Consumado es”, canceló la separación
entre Dios y los seres humanos que nos venía desde Adán, por cuya desobediencia
de primer hombre fuimos echados del Paraíso, pero por la obediencia de JESÚS
recobramos el Paraíso perdido. Hoy la salvación está servida para todos
aquellos que vengan y acepten el regalo de la vida eterna que es el mismo
JESÚS. Estamos en alguna parte entre el Génesis y el Apocalipsis. Muy cerca de
la Segunda Venida del Señor y Salvador JESÚS. ¡El Rey ya viene! Nosotros
estamos de paso por este mundo. Este mundo no es nuestro verdadero hogar. Aquí,
en este mundo, aún, siendo discípulos de JESÚS, “somos contados como ovejas
para el matadero”, y nos duele en lo más profundo las injusticias. A veces,
andamos buscando un hombro para poder llorar por los sufrimientos de nuestro pueblo
terrenal. Eso está bien, pero el Señor ¡hará descender del cielo a la Nueva
Jerusalén, preparada para que vivamos con JESÚS para siempre!
Ahora bien, la última palabra de JESÚS en la cruz es: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”…Esta
es la palabra de confianza total de todo cristiano nacido de nuevo, ante la
realidad de la muerte física. JESÚS nos garantiza que al pasar de este mundo,
vamos a las manos del Padre. Allí, en la “casa del Padre”, tendremos el
descanso eterno y cumpliremos el propósito que el SEÑOR había determinado para
nosotros, al ofrecernos el cielo como un Regalo. ¡Que hermoso será estar allí
para siempre en compañía de nuestro amado JESÚS, nuestro Señor y Salvador! Allí
no habrá más lágrimas, ni sufrimientos, ni más cruces, ni calvario. Solamente el
gozo desbordante, contagioso y eterno. En esa ciudad reinaremos conjuntamente
con JESÚS. Por ahora, podemos ser consolados en todas nuestras tribulaciones y
escuchar la voz de JESÚS que nos dice: “¡Sí, yo vengo pronto!”. Y respondemos
llenos de expectación: ¡Amén! ¡Ven Señor JESÚS!
Oración:
Amado
JESÚS:
“Quiero
subir la cuesta del Calvario,
Subir por
ella como tú subiste,
Con valor
silencioso y temerario…
¡Señor yo
quiero ser como tú fuiste!”
(Braulio
Perez Marcio)
¡Vamos al Calvario! Allí, “la justicia y la paz se besaron.”
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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