Francisco
Aular
Lectura devocional: Lucas 23:44-48
“--¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
“ Lucas 23:46
Permítanme unas palabras muy personales al comenzar
esta Perla. Ayer, en Venezuela, partió con el SEÑOR -a quien sirvió por más de sesenta años-,
mi amada tía Blasa Aular de Sánchez. Mi tía Blasita fue una de las mejores
influencias que recibí de una persona de Dios en los años de mi infancia. Soy
fruto de sus oraciones. Pero la confianza total en que nuestro Padre Celestial
la recibió en Sus brazos eternos, descansa en la Palabra de Dios. No tuve cerca
de ella en el momento de su partida pero sé que su último pensamiento fue como
el de JESÚS: “--¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23:46) ¡Hasta luego mi tía Blasita, nos
veremos en la mañana de la resurrección! Esta es nuestra confianza total como
cristianos nacidos de nuevo.
Pues bien, aquí tenemos la oración de confianza
total que JESÚS tuvo en Su Padre Celestial. “¡Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu!” es una oración que los niños hebreos repetían por las tardes y
aparece en el Salmo 31:5, posiblemente, JESÚS la aprendió desde niño. ¡Nosotros
también como un niño debemos depositar toda nuestra confianza en las manos de
Dios! ¿Por qué JESÚS oró esta oración? A causa de la Persona a la cual la
oración se dirige; igualmente a la seguridad de que el Padre la recibiría y
haría lo que JESÚS, le pidió; JESÚS nos enseñó a vivir y a morir, sabiendo que
el Dueño de esta parte de la vida, también es Dueño de la otra vida.
La Persona a la cual nos dirigimos en oración es el
Padre, por medio de JESÚS y en el poder del Espíritu Santo quien nos auxilia en
medio de las tribulaciones. Se dirige al Padre porque de Él había venido y
volvía a Él como lo había enseñado en Su oración sacerdotal: “Yo te he
glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo fuese.” (Juan 17:4,5) ¡Ese Hijo “había obedecido
hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-11) Así el Hijo volvía
confiadamente a la casa de Su Padre.
Podemos tener la seguridad que una oración como esta
es orar según la voluntad de Dios y por lo tanto, somos oídos por Él: “Y esta
es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14) Sí, no hay sitio mejor donde encomendarse
uno que en las manos de Dios. Allí es el lugar de protección, de seguridad y
esperar en la omnipotencia de Dios, lo que Él en Su gracia nos dé es lo mejor
que nos puede ocurrir. ¿Cómo podemos tener miedo a la muerte, sabiendo que
durante toda la vida estuvimos en Sus manos? Podemos repetir nosotros las
palabras del Salmo 23. “El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará. En lugares
de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.
El restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su
nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal
alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.”
Del mismo modo, ¡JESÚS, el Buen Pastor estará con
nosotros en nuestra hora final, nuestro salto de esta vida a la otra, no será
un salto al vacío porque Él nos espera con sus brazos abiertos para
pastorearnos para siempre! Conjuntamente con el madrileño Félix Lope de Vega
(1562-1635) podemos decir:
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
¡El Pastor divino está esperando por nosotros!
Porque nadie entrará al cielo contra su voluntad. ¡Allí estaremos los que
queremos estar! Una vez allí al depositarnos para la salvación eterna en los
méritos de Cristo, tendremos en todas las circunstancias de la vida presente la
confianza en que Dios está con nosotros, y al final como nuestro Señor una
confianza total en el Padre.
En su libro “Milagros en la vida de un pastor” El
reverendo Germán Núñez Bríñez, relata los últimos momentos de vida de la
hermana Siomara Guerrero de Núñez, su esposa, lo narra así: “Dos días antes de
entregar el espíritu al Eterno, la visitó el reverendo José Feliz Liscano(…)
“¿cómo está doña Siomara?-Ella no tenía fuerzas para contestar, pero haciendo
un esfuerzo inaudito, acumulando el resto de energías que le que le quedaban
exclamó: -“¡Muy feliz!”-. ¡Qué les parece! Devorada por un cáncer y en el
umbral de la eternidad, y sin embargo muy feliz. Esa felicidad no la da la
filosofía, ni la ciencia física, ni la religión. Sólo el Salvador Jesucristo”
En otras palabras, nuestra amada hermana Siomara, al igual que millones de
cristianos de todos los siglos y hasta cuando nos reunamos con Él, repetimos
sus mismas palabras: “--¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! ¡De todas
las visiones que ponen de manifiesto el amor de Dios, el Cristo crucificado es única
porque expresa en sí misma que podemos depositar en Él, una confianza total!
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias por enviar a tu Hijo amado! Sé que desde
principio a fin de Su preciosa vida en esta tierra, anduvo conforme a tu
voluntad. Él tuvo todo el tiempo confianza total en tu plan de salvación para
el pecador, desde el pesebre hasta la cruz. Ayúdame Señor a vivir para tu honra
y gloria como muestra de mi gratitud a mi Señor y Salvador. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
No existe una confianza más segura que descansar
totalmente, en las manos del Padre eterno.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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