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Martes, 18 de abril de 2017
Lectura devocional: Romanos 12:1-12
Alégrense por la
esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan
orando. Romanos 12:12 (NTV)
Los vaticinios para este año y el próximo
son tan oscuros como lo han sido siempre en el largo camino que la Humanidad ha
recorrido. El ser humano en su afán por explorar los misterios del futuro, por
penetrar lo desconocido y saber cómo será el mañana, ha cometido muchísimos
errores, y para decirlo coloquialmente: ¡No ha acertado ni con una! Se repiten
los tópicos: el fin del mundo en mayo del 2011 -dicen algunas sectas del
cristianismo-. Se terminará el 21 de diciembre de 2012, porque desde esa fecha
el calendario maya lo predice, dicen otros. ¡Todas esas fechas, vinieros y se
fueron, y aquí estamos! Con esos mismos vaticinios han fallado los famosos
Testigos de Jehová varias veces, y también algunos otros de la teología del
miedo.
Pues bien, toda esta angustia cósmica a
que estamos sometidos, levantamiento de los pueblos en el norte de África, la
represión de los dueños del poder contra los manifestantes, la reacción de la
comunidad internacional ante estos hechos; el incremento del terrorismo en
cualquier parte del mundo; la debacle financiera de las principales economías;
el incremento de gobiernos corruptos que frenan la libertad y prosperidad de
las naciones que gobiernan en su vano intento de destruir la esperanza de sus
conciudadanos a ser verdaderamente libres; los millones que mueren de hambre;
el retorno de enfermedades y epidemias que creíamos vencidas; la inseguridad
social: uno sabe que sale pero no sabe si regresa vivo a casa, porque los
delincuentes están al asecho; crisis de valores; desmoronamiento de los
matrimonios y las familias y otras instituciones tradicionales. Como lo hemos
afirmado, todas estas situaciones producen en nosotros una crisis de esperanza.
Existe por decirlo de alguna manera, un
debilitamiento y vacilación en las convicciones, y no se ve a corto plazo una
renovación de los valores que nos han sostenido por siglos. La situación
personal, nacional o planetaria nos agobia. No se trata de que peligre nuestra
vida, sino la vida en sí misma. Esto nos lleva a una sensación de vacío, de
cansancio; estamos simplemente agotados antes de hacer nada. En lugar de vivir,
sobrevivimos. Sin duda, tenemos una crisis de esperanza.
Afortunadamente, el Hacedor del ser humano tiene un
plan para nosotros, comenzó en la eternidad pasada, existe en el presente, y se
proyecta a un fabuloso futuro. Dios nos creó para Él, y como decía San Agustín:
“Oh Dios, nos has hecho para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no
descanse en ti…”.
Así como los árboles lucen secos, como esqueletos
emblanquecidos en el duro invierno, reverdecen ante la inminencia de la
primavera. El Dios invisible, pero presente, es según el apóstol Pablo, “la
esperanza de gloria”… Dios nos ha preparado para salir airosos a pesar de los
sufrimientos, las circunstancias adversas y de nuestras lágrimas. Si la
angustia es la realidad de un mundo injusto y sin remedio, la esperanza de Dios
es la salvación posible en cualquier instante; la salvación es el regalo que
Dios nos hace; así podemos realizar el verdadero propósito de vivir en este
mundo y mas allá de esta vida humana; sí efectivamente, esta es una invitación
a nacer de nuevo, para poseer una fuente inagotable, y entre otras bendiciones,
la esperanza: “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios
ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”
(Romanos 5:5 NVI).
De esta manera, la
esperanza en el cristiano no entra en crisis por las circunstancias inmediatas,
sino que está siempre presente y se agiganta por encima de ellas, porque se
fundamenta en la fe inconmovible de un Dios inmutable, siempre dispuesto a
cumplir sus promesas, y con la certeza como en todas las virtudes espirituales,
la esperanza vive en nosotros: “Alégrense por la esperanza segura que tenemos.
Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando.” (Romanos 12:12, NTV). La
esperanza en el cristiano, nacido de nuevo, no es algo que posee, sino Alguien
quien vive en él: ¡JESÚS! Así podemos enfrentar con éxito la crisis de
esperanza.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Así como el sembrador planta la semilla esperanzado en su
multiplicación al final de la cosecha, igualmente, ayúdame a descansar en ti y
haz que mi esperanza sea viva y creciente. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La esperanza es confiar que lo que Dios me
promete en Su Palabra, lo cumplirá.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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