Francisco
Aular
Lectura devocional: Isaías
7:10-15
Por tanto, el Señor mismo os dará
una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por
nombre Emmanuel. Isaías 7:14 (La Biblia de las Américas)
Tengo
delante de mí un librito que una secta está distribuyendo por millones en el
mundo. Los miembros, como en la mayoría de las sectas, siguen ciegamente a sus
líderes y lo que estos proclaman, sus medias verdades, entre ellas, atacar las
bases mismas de la fe verdadera como lo es la divinidad de JESÚS. No es de
extrañarnos, pues es una secta que ha derivado en religión meramente humana y
que como muchas de esas religiones, practica una salvación por obras, por lo
cual podemos aplicarle lo dicho por JESÚS de los fariseos: ¡Guías
ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello (Mateo
23:24, NVI).
Para sectas como ésta es esencial abstenerse de la celebración de algunas fiestas
cristianas, entre ella, la Navidad. Este sacrificio los ayuda -según ellos-, a
mantenerse apartados y perfectos para que Dios, los salve. Actualmente, escucho
de algunos cristianos evangélicos que no están celebrando la Navidad, y con
ello están haciendo eco a los enemigos de esta gran celebración. Nadie niega
que la Navidad se haga en muchos lugares sin guardar el verdadero significado,
pero, humildemente pienso que, el remedio no es eliminarla, sino rescatar para
el cristianismo su verdadero significado.
Los que
hemos emigrado a otros países, entre las cosas nuevas que nos encontramos son
las celebraciones nacionales. ¿Cómo decidir cuáles practicar y cuáles no?
· En primer lugar, averiguar si tal
fiesta va en contra de los principios bíblicos que nosotros hemos escogido como
nuestra única norma de fe y práctica.
·
En segundo lugar, investigar según
la Biblia, si esa celebración es neutral, es decir ni buena ni mala.
· Tercero, aunque la celebración en
cuestión no aparezca en la Biblia es celebrable, sino contradice sus principios
y valores.
Los judíos que nos han heredado el
Antiguo Testamento, tienen hasta el día de hoy muchos días de fiestas y
celebraciones. Algunas de ellas muy específicas, y que son de ley celebrarlas
para su salvación. Con la venida del SEÑOR JESÚS se abrió el principio amplio
de la gracia de Dios. La salvación ya no depende de ritos y fiestas: “No
permitan, pues, que nadie los juzgue por lo que comen o beben, o en relación
con los días de fiesta, la luna nueva o los días de reposo.” (Colosenses 2:16
RVC). La salvación es el Regalo de Dios en la Persona de JESÚS: “¡Gracias a
Dios por este don que es tan maravilloso que no puede describirse
con palabras!” (2 Corintios 9:15 NTV). Creo que es legítimo que celebremos con
mucho gozo y gratitud tan hermoso Don de Dios.
Con esto en mente es propicia la
ocasión para recordar en estos días, aunque sea brevemente, los orígenes de la
celebración de la Navidad. Primeramente, debemos notar que el cristianismo
surgió teniendo como marco histórico el Imperio Romano, cuando éste se hallaba
en la plenitud de su poder, y eso constituía el mundo civilizado de entonces.
Como dice el historiador Latourette: “Puesto que el cristianismo tuvo su
nacimiento, sus primeros triunfos y su primera plaza fuerte en el mundo
grecorromano, fue profundamente afectado por este mundo. En su organización y
su modo de pensar se conformaba en parte con él”.[1] En otras palabras, el
cristianismo nació en un contexto pagano, por lo tanto, paganos fueron los
idiomas, las vías de comunicación, las distintas religiones, lo socio-cultural
y por supuesto, el gobierno. Así que, le correspondió al cristianismo, abrirse
paso en un mundo adverso. Es admirable el triunfo del cristianismo sin el uso
de la espada, y el derrumbe del Imperio Romano en el cual nació. Como lo reconociera el mismo Napoleón:
“Alejandro, César, Carlomagno y yo
fundamos imperios. Pero ¿sobre qué reposaba la obra de nuestro ingenio? Sobre
la fuerza. Jesucristo edificó Su imperio sobre el amor, y aun en este momento
millones de hombres darían la vida por Él".
Otro trasfondo pagano es el mes de
diciembre, sí ¡diciembre!, y lo digo con exclamación, debido a que es un mes de
muchas emociones. ¿Fue siempre así? La historia nos dice que sí.
En el primer calendario romano el año tenía diez meses. Se hacía comenzar el
año nuevo en Marzo, por lo tanto, Diciembre era el décimo y último mes del año.
Esa es la razón de su nombre actual. Después, el año pasó a constar de doce
meses, intercalando los meses de Julio y Agosto, los cuales fueron nombrados
así para rendirles honor a los emperadores Julio César y Augusto. Así diciembre
pasó de ser el décimo a decimosegundo mes pero conservó su nombre hasta hoy.
¡Parece ridículo y una locura que digamos que no vamos a utilizar el calendario
porque es pagano!
Ahora
decimos con mucho gozo: ¡Llegó diciembre! Y es un mes de grandes celebraciones
en ocasión de fin del año. Entre todas, la más importante: el Nacimiento de
JESÚS. Pero la fecha no tiene una fuerte evidencia histórica. Algunas fuentes
han sugerido en otoño, algunos piensan en agosto, otros el 29 de Septiembre o
en primavera, tal vez el 2 de Abril. La Iglesia Ortodoxa celebra el nacimiento
de Jesús el 6 de Enero, día dedicado en el calendario católico romano a la
festividad de los Magos.
Todo lo
que podamos decir en contra de la celebración de la Navidad, revela nuestra
condición legalista y no el énfasis que la celebración lleva implícita, la
gracia y el amor de Dios. Vale decir, que cuando los cristianos lograron la
conquista de celebrar en esa fecha el Nacimiento de JESÚS y sustituir con ello
la que se hacía en honor del dios sol, hicieron lo que todos nosotros
deberíamos hacer, hoy: ¡Abrir espacios para celebrar con mucho gozo de espíritu
al SEÑOR JESUCRISTO porque Él y solo Él es y será siempre nuestro Sol de
Justicia!: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías
4:2 (RV60)). Lo
importante es el hecho en sí, poco importa el día o el mes en que
verdaderamente nació: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. El
Nacimiento de JESÚS no es un accidente, como tampoco lo es el de ningún ser
humano, pero en el nacimiento de JESÚS más de trescientas profecías del Antiguo
Testamento lo apuntaron. En efecto, el SEÑOR JESÚS nació en un paréntesis de la
eternidad, como lo es la vida humana. Nació en el tiempo de Dios y para la
eternidad. Con ello, Dios mismo se puso a nuestro lado. ¡Puso su tienda de
campaña al lado de la nuestra! ¡Eso hay que celebrarlo! No solamente en
diciembre, sino cada día de nuestras vidas.
Oración:
Amantísimo
Padre Celestial:
De todos los goces del espíritu, nada se
puede comparar con el hecho maravilloso de la Encarnación de tu Hijo JESÚS.
Nada se puede comparar con esa Natividad. Gracias por todos los dones que con
Él nos diste, especialmente la Vida Eterna. Como ofrenda de gratitud te ofrezco
mi vida para tu servicio. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No se
tiene el verdadero significado de la Navidad si JESÚS, el Cumpleañero, no está
en el corazón de los que celebramos.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
[1]. Kenneth Scott Latourette, Historia
del Cristianismo, Tomo 1. El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones, 1967, p. 51
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