Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura
devocional: Salmo 126
Entonces nuestra boca
se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones:
Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Salmo 126:2 (RV60)
Querido
Timoteo:
El
comienzo es el ingrediente principal de todo esfuerzo humano. “El comienzo es más
que la mitad del todo”, dijo Aristóteles. Así que en esta carta continúo con el
relato de la primera familia que evangelicé personalmente en Maracay el año
1976. Como ya te lo escribí antes, Dios me estaba usando desde el púlpito y me
encaminaba ser un evangelista de campañas masivas. Pero yo no tenía paz al
seguir en aquella dirección. Recuerdo que por aquellos años leí en un artículo
que escribió en el Luminar Bautista el siempre bien recordado J.J Corti, la
siguiente sentencia: “Los grandes evangelistas no llenarán nuestros templos”;
eso me impactó. En mi viaje de graduación a Maracaibo en 1975, adquirí en la
librería Estrella de la Mañana el librito Desafío a la evangelización de
Kenneth Strachan, pequeño en páginas pero grande en contenido, cuya lectura me
desafió. El autor, conocido hombre de Dios, impulsor del gran movimiento
llamado Evangelismo a Fondo, dice que, después de leer libros, hacer algunas
visitas, observar, preguntar, llegó a una conclusión, descubrió que la doctrina
en sí nada tenia que ver con la expansión de un movimiento, que la forma del
culto, la de gobierno y la preparación ministerial, con el perdón de los
profesores de institutos y seminarios, los métodos en sí, el personal
directivo, el dinero que tuviera la organización y que gastara en publicidad,
el énfasis particular, tampoco, había sólo una cosa y era el crecimiento rápido
de los tres movimientos que él había estudiado en esos años en América Latina:
El comunismo, los Testigos de Jehová y el movimiento Pentecostal. Kenneth
Strachan sintetizó en una frase que actualmente es conocida como el teorema
Kenneth Strachan:
“Que
la expansión de cualquier movimiento está en proporción directa al éxito
obtenido en movilizar y desplegar a su total membresía en propaganda continua
de su fe.”.
Es,
pues, la movilización del pueblo en una forma continua a orar, evangelizar y
hacer discípulos en una forma eficaz y eficiente que producirá el crecimiento
que la obra ha estado esperando. Los demás elementos pueden ser importantes,
pero nada ni nadie podrá detener a un pueblo con una sola visión y pasión. En
nuestro caso, la visión y pasión evangelizadora. El evangelio que nos ha hecho
tanto bien a cuantos lo hemos puesto en práctica, no pueden ser malo para
nuestra nación y el mundo entero.
¿Cómo
movilizar a la gente? De este otro atolladero saldría y vencería de forma extraordinaria
cuando la Convención Nacional Bautista de Venezuela me envió a participar en
una estrategia misionera brasilera llamada Operación Transtotal. Por cierto, yo
no era el escogido para ir, pero dos de los amados invitados, no pudieron
viajar y yo fui. Ese diciembre de 1975 y ese evento estaban planificados, perdóname
lo personalista, para mí. Desde el primer momento supe que Dios me había
hablado por medio de aquella circunstancia, porque sí era posible movilizar a
un grupo de hermanos para que fueran e hicieran un impacto en una determinada área.
Claro, los hermanos brasileros había movilizados a una gran parte de sus 250
misioneros nacionales que tenían para aquella época. Todos eran egresados de
instituciones académicas o por lo menos, estudiantes del último año de los
distintos seminarios. Sin embargo, el estilo de los amados era el de invitar a
las personas a escuchar a los predicadores y entregar tratados. Retorné del
viaje el día 23 de diciembre pero sabía que Dios nos permitiría tener una
Operación Transtotal a la venezolana.
¿De
que depende, pues, la eficacia de una estrategia de crecimiento? Dos cosas
estaban bien claras, tendríamos que hacer un evento para entrenar a nuestra
gente, poner en práctica lo aprendido inmediatamente yendo a buscar a los
perdidos sin Cristo, y después, lograr que los entrenados se mantuvieran
orando, evangelizando y discipulando todo el tiempo, pero, ¿de dónde saldrían
estos obreros que necesitábamos? Este era el otro punto débil al cual tendría
que hacer frente. La respuesta me llegó a través de la familia Rodríguez
Molero, es decir, aquella primera familia de la cual te conté en mi carta
anterior.
El
hermano Luis Rodríguez me comunicó en uno de aquellos encuentros discipulares
-de paso, yo iba todos los días a discipularlos- que toda la familia viajarían
a Maracaibo en Semana Santa. Cándida, la esposa era oriunda de la capital
zuliana. Yo sabía que esos días festivos estaban muy próximos y entonces hice
algo que yo mismo me extrañé cuando lo puse en acción, ¡los desafié a que se
preparan para viajar como misioneros!, esto significaba que tendrían que
evangelizar a sus familiares. ¡Me aceptaron el reto! Los adiestré con el
folleto de Las cuatro leyes espirituales. Todavía recuerdo muy bien cuando nos
despedimos en el hogar de ellos. Me sentía como el padre que tiene que dejar a
su propios niños en manos extrañas. Mary y yo oramos mucho por ellos. Ni el
compromiso de los servicios de Semana Santa, ni los bautismos que celebraría el
domingo de resurrección me impidieron olvidarme de mis amados discípulos. Así
llegó el lunes en que ellos retornaron del viaje. El martes en la mañana no
habría ninguna cita para mi tan especial como aquella con la familia Rodríguez.
“¡Siéntese pastor para que no se caiga con lo que le vamos a contar!”, dijo Cándida
con ese acento tan característico de los zulianos. Así lo hice y con voz serena
el hermano Luis Rodríguez me contó su viaje, de la manera cómo la familia los
había recibido y de cómo ellos sin perder tiempo, testificaron a todos los que
pudieron. Resultado: ¡trece personas recibieron al Señor!... Me preguntaba
entre mis lágrimas ¿qué pasaría si tuviéramos varios laicos como Luis y Cándida
llevando el evangelio por todas partes y compartiendo la Buena Noticia de la
vida eterna a otros?...
Así
comenzamos. Algo me decía en lo profundo de mi ser que la Marcha Evangelizadora
sería ante todo un movimiento de laicos. Pensé en esos días que el Señor no
quería que un solo evangelista fuera la estrella de nuestro cielo
denominacional sino que Él, en su gracia, levantaría a hombres, mujeres y jóvenes
de gran calidad y en gran cantidad para que la luz del evangelio iluminara
nuestra patria y al mundo. Marcharían como un ejército en orden y con una sola
consigna: ¡Cristo mi pasión y triunfo! con Él, todo, sin Él nada! Tal vez,
mucho de ellos, nunca recibirían reconocimiento en esta tierra pero sus nombres
estarían escritos en donde jamás serán ignorados y borrados. ¡Alabado sea el
Comandante de la Marcha Evangelizadora, el Señor Jesucristo!
Timoteo
no quiero finalizar, sin decirte lo que ya sabes, pero vale la pena repetírtelo.
El versículo de nuestro devocional de hoy, era tan sólo un sueño hace 39 años,
hoy en la realidad vemos los magníficos resultados de la Marcha Evangelizadora
y los esfuerzos similares que hemos llevado a cabo, en donde los laicos llevan
la bandera de la evangelización, son los mismos que esperaba ver el salmita.
Nuestros sueños de entoces han sido largamente superados, hoy son realidad: “Entonces
nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán
entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.” (Salmo 126:2).
Bueno,
mi amado discípulo, esta carta de hoy se me hizo larga también, discúlpame.
Solo quería decirte que ¡así comenzamos!
Con
mucho afecto,
Francisco.
Oración:
Amado
Padre Celestial:
Aquí
estoy otra vez postrado delante de ti, mis lágrimas son de gratitud porque “irá
andando y llorando quien lleva la preciosa semilla” ¡Gracias por estos 39 años
en que nos has dado por tu poder y gracia tantos nuevos nacimientos para tu
Reino en nuestra obra! Ayúdame para seguir proclamándola al decir que esta vida
como evangelizador personal no es para contarla, sino para vivirla. En el
nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
“Grandes
cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros”, es el resultado de nuestra obediencia a
la Gran Comisión de ir llevando el Mensaje con pasión por JESÚS en Marcha.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento a obedecer?
¿Existe
algún pecado a evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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