miércoles, 17 de agosto de 2016

Cartas a un Timoteo (2) ¡Así comenzamos!

Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Salmo 126
Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Salmo 126:2 (RV60)
Querido Timoteo:
El comienzo es el ingrediente principal de todo esfuerzo humano. “El comienzo es más que la mitad del todo”, dijo Aristóteles. Así que en esta carta continúo con el relato de la primera familia que evangelicé personalmente en Maracay el año 1976. Como ya te lo escribí antes, Dios me estaba usando desde el púlpito y me encaminaba ser un evangelista de campañas masivas. Pero yo no tenía paz al seguir en aquella dirección. Recuerdo que por aquellos años leí en un artículo que escribió en el Luminar Bautista el siempre bien recordado J.J Corti, la siguiente sentencia: “Los grandes evangelistas no llenarán nuestros templos”; eso me impactó. En mi viaje de graduación a Maracaibo en 1975, adquirí en la librería Estrella de la Mañana el librito Desafío a la evangelización de Kenneth Strachan, pequeño en páginas pero grande en contenido, cuya lectura me desafió. El autor, conocido hombre de Dios, impulsor del gran movimiento llamado Evangelismo a Fondo, dice que, después de leer libros, hacer algunas visitas, observar, preguntar, llegó a una conclusión, descubrió que la doctrina en sí nada tenia que ver con la expansión de un movimiento, que la forma del culto, la de gobierno y la preparación ministerial, con el perdón de los profesores de institutos y seminarios, los métodos en sí, el personal directivo, el dinero que tuviera la organización y que gastara en publicidad, el énfasis particular, tampoco, había sólo una cosa y era el crecimiento rápido de los tres movimientos que él había estudiado en esos años en América Latina: El comunismo, los Testigos de Jehová y el movimiento Pentecostal. Kenneth Strachan sintetizó en una frase que actualmente es conocida como el teorema Kenneth Strachan:
“Que la expansión de cualquier movimiento está en proporción directa al éxito obtenido en movilizar y desplegar a su total membresía en propaganda continua de su fe.”.
Es, pues, la movilización del pueblo en una forma continua a orar, evangelizar y hacer discípulos en una forma eficaz y eficiente que producirá el crecimiento que la obra ha estado esperando. Los demás elementos pueden ser importantes, pero nada ni nadie podrá detener a un pueblo con una sola visión y pasión. En nuestro caso, la visión y pasión evangelizadora. El evangelio que nos ha hecho tanto bien a cuantos lo hemos puesto en práctica, no pueden ser malo para nuestra nación y el mundo entero.
¿Cómo movilizar a la gente? De este otro atolladero saldría y vencería de forma extraordinaria cuando la Convención Nacional Bautista de Venezuela me envió a participar en una estrategia misionera brasilera llamada Operación Transtotal. Por cierto, yo no era el escogido para ir, pero dos de los amados invitados, no pudieron viajar y yo fui. Ese diciembre de 1975 y ese evento estaban planificados, perdóname lo personalista, para mí. Desde el primer momento supe que Dios me había hablado por medio de aquella circunstancia, porque sí era posible movilizar a un grupo de hermanos para que fueran e hicieran un impacto en una determinada área. Claro, los hermanos brasileros había movilizados a una gran parte de sus 250 misioneros nacionales que tenían para aquella época. Todos eran egresados de instituciones académicas o por lo menos, estudiantes del último año de los distintos seminarios. Sin embargo, el estilo de los amados era el de invitar a las personas a escuchar a los predicadores y entregar tratados. Retorné del viaje el día 23 de diciembre pero sabía que Dios nos permitiría tener una Operación Transtotal a la venezolana.
¿De que depende, pues, la eficacia de una estrategia de crecimiento? Dos cosas estaban bien claras, tendríamos que hacer un evento para entrenar a nuestra gente, poner en práctica lo aprendido inmediatamente yendo a buscar a los perdidos sin Cristo, y después, lograr que los entrenados se mantuvieran orando, evangelizando y discipulando todo el tiempo, pero, ¿de dónde saldrían estos obreros que necesitábamos? Este era el otro punto débil al cual tendría que hacer frente. La respuesta me llegó a través de la familia Rodríguez Molero, es decir, aquella primera familia de la cual te conté en mi carta anterior.
El hermano Luis Rodríguez me comunicó en uno de aquellos encuentros discipulares -de paso, yo iba todos los días a discipularlos- que toda la familia viajarían a Maracaibo en Semana Santa. Cándida, la esposa era oriunda de la capital zuliana. Yo sabía que esos días festivos estaban muy próximos y entonces hice algo que yo mismo me extrañé cuando lo puse en acción, ¡los desafié a que se preparan para viajar como misioneros!, esto significaba que tendrían que evangelizar a sus familiares. ¡Me aceptaron el reto! Los adiestré con el folleto de Las cuatro leyes espirituales. Todavía recuerdo muy bien cuando nos despedimos en el hogar de ellos. Me sentía como el padre que tiene que dejar a su propios niños en manos extrañas. Mary y yo oramos mucho por ellos. Ni el compromiso de los servicios de Semana Santa, ni los bautismos que celebraría el domingo de resurrección me impidieron olvidarme de mis amados discípulos. Así llegó el lunes en que ellos retornaron del viaje. El martes en la mañana no habría ninguna cita para mi tan especial como aquella con la familia Rodríguez. “¡Siéntese pastor para que no se caiga con lo que le vamos a contar!”, dijo Cándida con ese acento tan característico de los zulianos. Así lo hice y con voz serena el hermano Luis Rodríguez me contó su viaje, de la manera cómo la familia los había recibido y de cómo ellos sin perder tiempo, testificaron a todos los que pudieron. Resultado: ¡trece personas recibieron al Señor!... Me preguntaba entre mis lágrimas ¿qué pasaría si tuviéramos varios laicos como Luis y Cándida llevando el evangelio por todas partes y compartiendo la Buena Noticia de la vida eterna a otros?...
Así comenzamos. Algo me decía en lo profundo de mi ser que la Marcha Evangelizadora sería ante todo un movimiento de laicos. Pensé en esos días que el Señor no quería que un solo evangelista fuera la estrella de nuestro cielo denominacional sino que Él, en su gracia, levantaría a hombres, mujeres y jóvenes de gran calidad y en gran cantidad para que la luz del evangelio iluminara nuestra patria y al mundo. Marcharían como un ejército en orden y con una sola consigna: ¡Cristo mi pasión y triunfo! con Él, todo, sin Él nada! Tal vez, mucho de ellos, nunca recibirían reconocimiento en esta tierra pero sus nombres estarían escritos en donde jamás serán ignorados y borrados. ¡Alabado sea el Comandante de la Marcha Evangelizadora, el Señor Jesucristo!
Timoteo no quiero finalizar, sin decirte lo que ya sabes, pero vale la pena repetírtelo. El versículo de nuestro devocional de hoy, era tan sólo un sueño hace 39 años, hoy en la realidad vemos los magníficos resultados de la Marcha Evangelizadora y los esfuerzos similares que hemos llevado a cabo, en donde los laicos llevan la bandera de la evangelización, son los mismos que esperaba ver el salmita. Nuestros sueños de entoces han sido largamente superados, hoy son realidad: “Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.” (Salmo 126:2).
Bueno, mi amado discípulo, esta carta de hoy se me hizo larga también, discúlpame. Solo quería decirte que ¡así comenzamos!
Con mucho afecto,
Francisco.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Aquí estoy otra vez postrado delante de ti, mis lágrimas son de gratitud porque “irá andando y llorando quien lleva la preciosa semilla” ¡Gracias por estos 39 años en que nos has dado por tu poder y gracia tantos nuevos nacimientos para tu Reino en nuestra obra! Ayúdame para seguir proclamándola al decir que esta vida como evangelizador personal no es para contarla, sino para vivirla. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de  hoy:
“Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con nosotros”, es el resultado de nuestra obediencia a la Gran Comisión de ir llevando el Mensaje con pasión por JESÚS en Marcha.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?


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