Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:137-144
Tu justicia es eterna y tus enseñanzas son totalmente
ciertas.
Salmo 119:142 (NTV)
“¡No es justo!”, dijo el agraviado delante de la
prensa, cuando una corte decidió que el acusado por un crimen –del que toda la
opinión pública había sido testigo- se saliera con la suya. Debo admitir que
vivimos en un mundo injusto, y en estos días, en que todo se sabe por los
medios informativos independientes, de los cuales todavía disponemos en este
mundo global, nos damos cuenta, una vez más, de que la justicia humana es tan
ciega, que en muchas oportunidades es incapaz de verse a sí misma. Estos son
los días de los tres “ayes” de los cuales el profeta Isaías nos alertó: “¡Ay de
los que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno! ¡Ay de los que convierten la
luz en tinieblas, y las tinieblas en luz! ¡Ay de que convierten lo amargo
en dulce, y lo dulce en amargo!” (Isaías 5:20; Reina Valera Contemporánea).
Ahora bien, en nuestro concepto de justicia,
“ellos” son los malos y “nosotros” los buenos, así que, según ese concepto, los
malos merecen que el peso de la justicia caiga sobre ellos sin piedad, y que
ante ello, nosotros, los buenos, salgamos triunfadores, pero la Biblia nos dice
lo que debemos ser ante del desafío de la justicia divina: “Tú debes ser
perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48; NTV); siendo
honestos con nosotros mismos, nos damos cuenta que el desafío nos queda muy
grande, por ello, la Palabra de Dios, nos dice una y otra vez: “No hay justo,
ni aun uno (…) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios” (Romanos 3:10;23, RV60). Así que, cuando pensamos que nosotros somos
buenos para merecer la salvación que Dios en su gracia nos extiende, no es
porque no seamos pecadores, sino porque a la hora de juzgarnos a nosotros
mismos, tenemos mala memoria y nos declaramos inocentes.
Cuando usted y yo pensamos en el desafío de la
justicia divina, nos damos cuenta de que necesitamos a Alguien que tenga
misericordia de nosotros para llevarnos al cielo. ¡La Buena Noticia es que por
eso vino JESÚS! Él nos compró, al precio de su preciosa sangre, un lugar en el
cielo: “Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios
da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23;
NTV). Así, el desafío de la justicia divina quedó satisfecho en la Cruz del
Calvario, al morir JESÚS en nuestro lugar; también en el Calvario se demostró
el amor y misericordia de Dios por el pecador arrepentido: “El amor
inagotable y la verdad se encontraron; ¡la justicia y la paz se besaron!”
(Salmo 85:10; NTV).
El salmista, en esta oportunidad, contrasta la
justicia divina con la actitud de los pecadores, quienes quebrantan lo dicho
por Dios en su Palabra. Sin embargo, la Palabra de Dios nos da las razones del
desafío de la justicia divina, y nos dice que Dios nos hará un justo juicio
porque Él es perfecto y santo, es decir, apartado absolutamente de todo lo malo
y corrompido, en contraste con este mundo en el cual vivimos: “Oh SEÑOR, tú
eres recto, y tus ordenanzas son justas. Tus leyes son perfectas y absolutamente
confiables” (vv.137,138); el salmista se indigna al ver el menosprecio que los
pecadores hacen de la Palabra de Dios: “La indignación me agobia, porque mis enemigos despreciaron tus palabras” (v.139); en aquellos días
existían otros pueblos con sus religiones y sus dioses, pero la Palabra de
Dios, al salir vencedora fue la luz que iluminó a esos pueblos.
En pleno siglo XXI podemos afirmar, con toda
responsabilidad, la verdad de que ningún otro libro religioso -por
decirlo de alguna manera- como la Biblia, ha sido sometido a estudios para
comprobar su veracidad, y lo mejor, en todos esos juicios ha salido triunfante,
¡bendito sea el SEÑOR!: “Tus promesas fueron sometidas a una prueba rigurosa;
por eso las amo tanto” (v.140); cuando nos comparamos con otros seres humanos,
cabe la posibilidad de que uno, indulgentemente, se otorgue un buen puntaje,
pero ante el desafío de la justicia divina nuestra pequeñez es evidente, y es
mejor que lo reconozcamos: “Soy insignificante y despreciado, pero no olvido
tus mandamientos. Tu justicia es eterna, y tus enseñanzas son totalmente
ciertas” (vv.141, 142).
Igualmente, cuando ante desafío de la justicia
divina, hemos nacido de nuevo, y tenemos paz con Dios, somos verdaderamente
felices, y teniendo a JESÚS como nuestro Señor y Salvador lo tenemos todo,
porque al estar satisfechos con el amor y la misericordia de Dios, entonces, en
un mundo injusto como éste, en donde estamos “somos más que vencedores”
(Romanos 8:37); porque la Palabra de Dios está viva y activa en nosotros
podemos afirmar como el salmista: “Cuando la presión y el estrés se me vienen
encima, yo encuentro alegría en tus mandatos. Tus leyes siempre tienen razón;
ayúdame a entenderlas para poder vivir” (vv.143, 144)
Oración:
SEÑOR, tus juicos son justos, puros y verdaderos.
Ayúdame a edificar sobre ellos, el resto de mi vida en esta tierra y tendré paz
contigo, conmigo y con mi prójimo. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
A la hora de mis probables cualidades, prefiero el
justo juicio de tu Palabra, y no el mío.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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