Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:161-168
Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y
no tropiezan. Salmo 119:165 (NTV)
¿Hasta cuándo los hombres y las mujeres de Dios
serán perseguidos? ¿Cuándo podremos vivir en paz? No será por lo pronto…
En efecto, aun, cuando estamos en la segunda década
del siglo XXI, el acosamiento a la gente de Dios se ha acentuado ante nuestros
ojos: “Cada cinco minutos un cristiano es asesinado por su fe. Cada año 105.000
cristianos en el mundo son condenados al martirio. Un verdadero
holocausto del que se habla muy poco” (NoticiaCristiana.com), e igualmente se
nos informa que unos 350 millones de cristianos sufre algún tipo de persecución
en el instante en el que hacemos este devocional. Esto no es nuevo, y,
probablemente se incrementará según lo afirmado en una conferencia al respecto que
se realizó en Roma: “Los buenos serán martirizados. Las persecuciones a los
cristianos en el siglo XXI”. El apóstol Pablo le escribió a unos discípulos: “Y
también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución” (2 Timoteo 3:12). En su acotación a esta sección del Salmo 119 el
comentarista bíblico Matthew Henry escribió: “Esta ha sido siempre la suerte
que ha cabido a los buenos; pero el caso es mucho más grave cuando, como aquí,
los perseguidores son los que gobiernan, pues no sólo lleva la espada al
costado, sino también la ley, por lo que pueden perseguir a los buenos bajo
cualquier pretexto de apariencia legal”.
En esta joya literaria que es el Salmo 119 -un
poema a la Palabra de Dios-, el salmista sufre la persecución de enemigos
poderosos del gobierno, pero él deposita su confianza en la Palabra de Dios, y
en medio de su crisis encuentra amor y paz: “Gente poderosa me acosa sin razón,
pero mi corazón tiembla sólo ante tu palabra” (v.161); muchas veces, en los en
los momentos de crisis por los que el cristiano nacido de nuevo atraviesa en un
mundo injusto, el amor y la alta estima por la Palabra de Dios le dan el
verdadero gozo y propósito para vivir: “Me alegro en tu palabra como alguien
que descubre un gran tesoro” (v.162); el verdadero hijo de Dios no puede claudicar
entre dos pensamientos, como lo dice San Agustín de Hipona: “Dos amores
fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la
terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial” (La
ciudad de Dios, libro 14, cap.28).
Mi versículo ministerial es: “Pero mi vida no vale
nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor
Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa
gracia de Dios” (Hechos 20:24; NTV). Por eso, en cuanto a vivir y a servir en
la vida cristiana a nuestro Señor y Salvador, no cabe la neutralidad, debo amar
lo que JESUCRISTO ama, y aunque parezca no muy elegante decirlo, odiar lo que
Él odia: “Odio y detesto toda falsedad, pero amo tus enseñanzas” (v.163); el
amor y la paz que experimentamos como cristianos nacidos de nuevo en esta vida
que se nos ha dado como una prueba, tiene su triunfo en la alabanza a Dios por
lo que Él es: “Te alabaré siete veces al día
porque todas tus ordenanzas son justas. Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan” (vv.164,165); la salvación y la vida cristiana no se imponen por la fuerza, porque el arrepentimiento y el anhelo de recibir de Dios, como mendigos que somos, es voluntario; su gracia es para recibirla por obediencia. Sin obediencia no hay salvación: “Anhelo que me rescates, SEÑOR, por eso, he obedecido tus mandatos” (v.166). Por eso, el amor y la paz que inundan nuestra vida humana y espiritual es por obediencia y sumisión a Dios y a su Palabra: “Obedecí tus leyes, porque las amo mucho. Así es, obedezco tus leyes y tus mandamientos porque tú sabes todo lo que hago” (vv.167, 168).
porque todas tus ordenanzas son justas. Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan” (vv.164,165); la salvación y la vida cristiana no se imponen por la fuerza, porque el arrepentimiento y el anhelo de recibir de Dios, como mendigos que somos, es voluntario; su gracia es para recibirla por obediencia. Sin obediencia no hay salvación: “Anhelo que me rescates, SEÑOR, por eso, he obedecido tus mandatos” (v.166). Por eso, el amor y la paz que inundan nuestra vida humana y espiritual es por obediencia y sumisión a Dios y a su Palabra: “Obedecí tus leyes, porque las amo mucho. Así es, obedezco tus leyes y tus mandamientos porque tú sabes todo lo que hago” (vv.167, 168).
¿Cómo podemos vivir y mostrar un carácter como el
de JESUCRISTO a pesar de las demandas normales en esta vida? ¿Cómo puede ser
que un líder cristiano de los perseguidos en la India para darle una muerte
segura, diga admirablemente: “No pedimos que oren para que cese la persecución,
sino para que Dios nos de fuerzas para serles fieles hasta la muerte”? Sin duda,
esos amados han descubierto que amar a Dios y su Palabra, aun en medio de tales
circunstancias, los desborda de amor y paz. ¡Bendito y alabado sea el SEÑOR!
Oración:
SEÑOR Todopoderoso, en estos momentos sé que hay
cristianos sufriendo por diversas circunstancias en este mundo peligroso de
hoy; te pido fuerzas para ellos y que tu mi amado Consolador, ayudes a los que
están consolando a otros. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Encontramos amor y paz para mantenernos en
pie, cuando acudimos a SEÑOR por medio de la Biblia y la oración de rodillas.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios