Francisco Aular
Lectura devocional:
Salmo 119: 121-128
Mis ojos se esfuerzan por ver
tu rescate, por la verdad de tu promesa cumplida. Salmo 119:123 (NTV)
El plan de nuestra
salvación fue iniciado antes de la creación del mundo; fue asegurado tras la caída
de Adán y Eva en el Paraíso y cumplido en el Monte Calvario por la muerte de
JESÚS.
En ese plan Dios
nos ha creado para que seamos semejantes a su hijo JESUCRISTO: “Sabemos que
Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que
él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el principio, Dios ya sabía a
quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para
que éste sea el Hijo mayor” (Romanos 8:28-31; NTV).
Entendamos bien
esto, aunque hemos sido creados para ser como JESÚS, tenemos un gran
impedimento, porque todo ser humano que viene a este mundo nace perdido en su
relación con Dios, ya que nace con una naturaleza pecaminosa que es enemiga de
Dios; ahora bien, esa condición de perdido la recibió de Adán porque él pecó la
primera vez, y ahora, todos nosotros, también desarrollamos, individualmente,
la misma tendencia pecaminosa de Adán: “El primer pecado en el mundo fue la
desobediencia de Adán. Así, en castigo por el pecado, apareció la muerte en el
mundo. Y como todos hemos pecado, todos tenemos que morir” (Romanos 5:12); sin
embargo, ante el pecado de Adán y Eva, Dios hizo la promesa de rescatar al ser
humano caído (Génesis 3:15), y volverlo a traer al Plan de Salvación diseñado
para él, ese fue el rescate que JESÚS compró con su sangre en el Monte
Calvario: “Por el pecado de Adán todos fuimos castigados con la muerte; pero,
gracias a Cristo, ahora podemos volver a vivir” (Romanos 5:21,22; NTV).
La Buena Noticia es
que debido al sacrificio de JESÚS, el cielo se nos ofrece como un regalo:
“Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos
regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23;
NTV). ¿Cómo se recibe este regalo de Dios? Poniendo toda nuestra confianza en
JESÚS como nuestro Señor y Salvador mediante el arrepentimiento y confesión de
nuestros pecados; esta experiencia es de tal trascendencia espiritual que JESÚS
la llamó el nuevo nacimiento: “De cierto de cierto te digo, que él que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).
Igualmente, las
bendiciones e implicaciones de este rescate son de enormes proporciones para
todo ser nacido de nuevo: “El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese
templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios
dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por
ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a
Dios” (1 Corintios 6:19,20; NTV).
Claro está que el
salmista en su poema a la Palabra de Dios no había presenciado todavía, el
cumplimiento de aquella promesa del rescate del pecador, pero con los ojos de
la fe confía en la Palabra de Dios: “Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,
por ver la verdad de tu promesa cumplida” (v.123); con la promesa de
rescate sabía que vendría la salvación de todos los enemigos de su alma, y la
seguridad de que el mismo Dios lo preservaría hasta el final: “No me dejes a
merced de mis enemigos, porque he hecho lo que es correcto y justo. Te ruego
que me des seguridad de una bendición. ¡No permitas que los arrogantes me
opriman!” (vv.121,122); sabía que la base de aquella promesa y el rescate eran
fruto de la misericordia y amor de Dios: “Soy tu siervo; trátame con tu amor
inagotable” (v.124); el salmista confía en la intervención de la soberanía
divina en un mundo injusto y pecador: “Da discernimiento a este siervo tuyo;
entonces comprenderé tus leyes. Señor es tiempo de que actúes, porque esta
gente malvada ha desobedecido” (vv.125,126); el salmista valora la Palabra de
Dios porque sabe que allí está el manual y el plan para servir a Dios, y
comprender su Promesa y Rescate: “De verdad, amo tus mandatos más que el oro,
incluso que el oro más fino. Cada uno de tus mandamientos es recto, por eso
detesto todo camino falso” (vv.127,128). Sí, la Biblia nos presenta y hace posible: La promesa y el rescate.
Oración:
Oración:
Gracias SEÑOR
porque has cumplido tus profecías respecto a tu gran salvación y al rescate del
pecador. Ayúdame a llevar la Buena Nueva de tu salvación. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Perla de
hoy:
Somos nosotros que
debemos aceptar las verdades eternas de la Biblia, y no intentar hacer que la
Biblia acepte nuestras teorías.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios