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Dios es Espíritu; y
los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Juan 4:24
El apóstol Juan reseña el inicio público del ministerio de JESÚS
con dos entrevistas evangelizadoras, y en ambas, demanda la verdadera adoración
que Dios espera de los seres humanos. En sendos encuentros del SEÑOR con los
pecadores, vemos que Dios rechaza la adoración religiosa que ambos personajes
le ofrecían. Juan presenta a JESÚS en su divinidad en contraste marcado con
Nicodemo y la samaritana; esto, nos da un cuadro de nuestra situación como
pecadores. En efecto, Nicodemo es hombre, la samaritana, mujer; Nicodemos es
judío, ella es samaritana; Nicodemo pertenece a la clase instruida y aristócrata;
la samaritana es inculta y del pueblo; Nicodemo es un religioso, y gente de su
religión le brinda alta estima a su investidura cuando va por la calle; la
samaritana es una adúltera, y las otras mujeres la han marcado, y por eso, va
al pozo a pleno sol del mediodía; sin duda, Nicodemo tiene una estatura de alta
moral; la samaritana es abiertamente pecadora, condenada por la sociedad; Nicodemo
había oído de JESÚS y estaba fascinado con sus enseñanzas; la samaritana no
tenía ni la más remota idea de quién era JESÚS; Nicodemo era miembro del templo
de Jerusalén; la samaritana adoraba a Dios en el monte Gerizim. Juan tenía
razón, Dios no hace acepción de personas; JESÚS vino a salvar a todos los
pecadores, estén donde estén.
Ahora bien, existen para decirlo didácticamente, tres dimensiones
en nuestro ser: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23). En el
espíritu está nuestra capacidad dada por Dios para relacionarnos con Él. Ese es
el lugar en donde tenemos la comunión y adoración a Dios. No obstante, el
espíritu del hombre está muerto debido al pecado, es decir, está separado de
Dios. Por ello, cuando venimos al Señor, como el caso de Nicodemo y la mujer
samaritana somos “nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas” (2 Corintios 5:17).
Así pues, los cristianos nacidos de nuevo entendemos que el primer
propósito de nuestras vidas es agradar a Dios; de esta manera todo lo que
hagamos para la gloria de Dios es un acto de adoración. La verdad es que
estamos muy influidos por nuestro trasfondo religioso, al igual que en el caso
de Nicodemo y la mujer samaritana, pero la verdadera adoración es espiritual,
porque Dios es Espíritu.
PADRE ETERNO:
¡Yo estoy muy gozoso de poderte
adorarte en espíritu y en verdad! Por eso, ¡todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis
labios siempre te alabarán! ¡He pasado la vida invitando a otros a que se gocen
conmigo en este banquete espiritual al cual me invitas a cada momento de mi
existencia temporal! Les digo a los que tú quieres darles vida: ¡Únanse a mí, y
juntos alabemos la grandeza de
Dios! Un día me postré delante de ti, y te pedí, oh Dios, que me ayudaras, y tu
respuesta fue positiva y no se hizo esperar: ¡Me libraste del miedo que tenía a
vivir y a morir! SEÑOR el que a ti acude se llena de alegría y jamás pasa
vergüenza porque Tú eres el SEÑOR de señores y el REY de reyes, y nos dejas
caído al que te busca. Ayúdame para que con este gozo pueda exclamar: ¡Vengan,
vengan conmigo!, y les diga: Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y
me salvó de todas mis angustias. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
¡La adoración en espíritu y en verdad pone una canción en nuestro
corazón y una sonrisa en nuestros rostros para siempre!
Interacción
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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