Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: 2 Corintios 12:1-13
Por eso me regocijo en debilidades, insultos,
privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando
soy débil, entonces soy fuerte. (2
Corintios 12:10 NVI)
Sé que este
versículo es uno de los problemas que el llamado “evangelio de la prosperidad”
tiene que enfrentar y explicar. Esa es la enseñanza que dice que es la voluntad
de Dios que todos Sus seguidores sean ricos y reciban de la vida todo lo mejor,
en términos de salud, fortuna y amor. Su lema es “pare de sufrir” ¿Es esto así?
¿Qué hacemos con todo el sufrimiento de los hombres y mujeres de Dios en todas
las Sagradas Escrituras? Y hablemos claro, con nuestros sufrimientos que como
seres humanos, estamos enfrentando o nos esperan. Por el contrario, la Biblia
no niega el sufrimiento de los seguidores de JESÚS, es más lo da como un hecho
y los convierte en un propósito para vivir: “Pues
los sufrimientos ligeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que
vale muchísimo más que todo el sufrimiento” (2 Corintios 4:17 NVI).
En efecto,
nosotros tenemos que comprender que Dios tiene un propósito detrás de cada
problema. Pablo entendió muy bien que Dios se vale de las circunstancias para
desarrollar nuestro carácter y nuestro compromiso como cristianos. Ciertamente,
algunos nos acarreamos los problemas en la vida, muchas dificultades como
cristianos nacidos de nuevo, provienen de nuestra propia condición de
cristianos carnales. Sin embargo, esta no era la situación del Apóstol Pablo,
él da cuenta en sus escritos de sus diversos sufrimientos por su labor
evangelizadora. Ciertamente, Pablo tuvo que enfrentarse con todas clases de
circunstancias adversas y su carta de presentación a las iglesias era esta: “Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de
tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio. Más
bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en
sufrimientos, privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en
trabajos pesados, desvelos y hambre. Servimos con pureza, conocimiento,
constancia y bondad; en el Espíritu Santo y en amor sincero; con palabras de
verdad y con el poder de Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como
defensivas por honra y por deshonra, por mala y por buena fama; veraces, pero
tenidos por engañadores; conocidos, pero tenidos por desconocidos; como
moribundos, pero aún con vida; golpeados, pero no muertos; aparentemente
tristes, pero siempre alegres; pobres en apariencia, pero enriqueciendo a
muchos; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo.” (2 Corintios 6:3-10
NVI). ¡Perdónenme lo largo de la cita, los
escritos paulinos no tienen desperdicio y éste mucho menos! Aquí Pablo, nos
dice que todo cristiano nacido de nuevo y bien comprometido con la extensión de
la obra de Dios, sufrirá. Enumera tres tipos de sufrimientos o conflictos que
le asechan: los internos, las tribulaciones externas y el esfuerzo de la vida
cristiana. Como el Apóstol mismo lo dijera más específicamente: “Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo
nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de
dentro, temores (2 Corintios 7:5 RV60).
¿Dónde está JESÚS,
cuando un cristiano sufre? El SEÑOR, nos responde “Bástate mi gracia; porque mi
poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9a RV60) El
Señor JESÚS, nos dice que estos conflictos y sufrimientos, no harán otra cosa
que fortalecernos y perfeccionarnos. Llegamos a ser mejores seres humanos tanto
en lo espiritual, lo emocional y lo físico cuando pasamos por el crisol de las
circunstancias adversas.
Lo cierto es que
la vida en la tierra es una prueba, porque Dios prueba una y otra vez la
calidad del material con que son hechos Sus hijos y quiere desarrollar en
nosotros, la fe, la obediencia, el amor, la esperanza, la integridad y la
fidelidad. En la Biblia encontramos más de doscientas referencias de palabras
como tribulaciones, tentaciones, refinaciones, disciplina, castigos temporales
y purificación. Eso sí la Palabra de Dios, nos promete que Él, estará con
nosotros en las dificultades, persecuciones, cambios drásticos, promesas que
según nosotros no llegan a tiempo, oraciones no contestadas, críticas y
calumnias inmerecidas, la envidia y los celos de los demás e inclusive las
tragedias sin explicaciones.
Por consiguiente,
nuestra reacción frente a estas realidades como seres humanos nos fortalecerá o
destruirá. Es un asunto de elección personal. O nos deprimimos al tenernos
lástima nosotros mismos bajo el “pobrecito yo” o como el Apóstol, le
encontramos un propósito a nuestros sufrimientos: “Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones
y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte.” (2 Corintios 12:10 NVI). ¡Alabado sea nuestro Padre Celestial! Porque
nos da la fortaleza, mas allá de las debilidades.
Oración:
Amado Padre:
Te alabo por tu sabiduría al conducir mi vida hacia la madurez. No he
venido a este mundo con otro propósito que conocerte, y llevar mi conocimiento
de ti a los demás, al precio que sea. ¡Gracias por hacerme más que vencedor
sobre mis dificultades y debilidades! Ayúdame a serte fiel hasta mi último paso
por este mundo, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando un hijo de Dios toca
fondo es cuando descubre que su fe en JESÚS es un fundamento firme.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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