perlasdelalma@gmail.com
Lectura
devocional: Marcos 15:33-40
Y a la hora novena Jesús clamó a gran
voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?
Marcos 15:34 (RV60)
Abandonado de tu Dios y Padre,
que con sus manos recogió tu espíritu,
te alzas en ese trono congojoso
de soledad, sobre la escueta cumbre
del teso de la calavera, encima
del bosque de almas muertas que esperaban
que con sus manos recogió tu espíritu,
te alzas en ese trono congojoso
de soledad, sobre la escueta cumbre
del teso de la calavera, encima
del bosque de almas muertas que esperaban
tu muerte,
que es su vida. ¡Duro trono
de soledad! Tú, sólo, abandonado
de Dios y de los hombres y los ángeles,
eslabón entre cielo y tierra, mueres,
¡oh León de Judá, Rey del desierto
y de la soledad! Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
¡oh León de Judá, Rey del desierto
y de la soledad! Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
solitarios un hombre; Tú nos juntas,
y a tu soplo las almas van rodando
en una misma ola. Pues moriste,
Cristo Jesús, para juntar en uno
a los hijos de Dios que andan dispersos,
en una misma ola. Pues moriste,
Cristo Jesús, para juntar en uno
a los hijos de Dios que andan dispersos,
solo un rebaño bajo de un pastor.
Unamuno,
1920, Poema: El Cristo de Velázquez.
¡Allí
está JESÚS sufriendo injustamente en el rústico madero de la cruz! Allí, en ese
monte Calvario está quien se vació a sí mismo, y vino a ser temporalmente
siervo de todos, ¡habiendo sido el Príncipe de los cielos! Empezó por nacer en
un pesebre, Aquel para el cual y por el cual todo lo que existe, visible e
invisible se hizo para su honra y gloria. ¡Obró como Dios Encarnado dentro de
las limitaciones de un cuerpo humano por 33 años! Por la íntima comunión
con su Padre, no hizo nada en este mundo sin contar con su voluntad, de tal
manera que mientras sus discípulos dormían, Él intercedía por ellos para que el
diablo no los zarandeara como veletas al viento. Nunca lo agarró la luz del sol
sin estar de rodillas. La oración no era una actividad de su vida; era su vida.
JESÚS, no lucha en la cruz, sino que Él vence en la lucha en Getsemaní el día
anterior a su muerte, cuando oró en medio de ruegos indecibles: “Se la apareció
un ángel del cielo para fortalecerle y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra” (Lucas 22:43,44).
Nosotros
nunca podremos imaginar lo que era el tormento de la cruz. En el caso de
nuestro Señor y Salvador, los tormentos más crueles, no fueron, tal vez, los
físicos, sino los del espíritu, los del alma. El gran teólogo español Francisco
La Cueva, especialista tanto en griego como en hebreo, dice que una mejor
traducción de esta Cuarta Palabra, sería: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Para qué me
desamparaste?”, si fuese, ¿por qué?, estaría demandando explicaciones, y Él
había entendido en Getsemaní, al decir triunfante al Padre al final de su
lucha: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). En la cruz,
JESÚS no clama por razones, sino por el propósito final; no es un rebelde, sino
el Salvador, por decirlo de alguna forma, el Pontífice, “el Sumo Sacerdote”, el
Puente entre el ser humano pecador y Dios: “Por lo tanto, ya que tenemos un
gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a
lo que creemos” (Hebreos 4:14; NTV). ¡Ya no necesitamos sacerdotes que
intercedan por nosotros, sino que nosotros mismos podemos, individualmente,
llegar al Padre!: “Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la
gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la
gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Hebreos 4:16; NTV).
¡En
la Cuarta Palabra encontramos a JESÚS expresando sus méritos como nuestro
Redentor! “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne
pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18; RV60). El tomó nuestro lugar,
¡se hizo pecado por todos nosotros! Llevó en la cruz todo el peso del pecado y
el castigo que nosotros merecemos, y, por lo tanto, el Padre Celestial no podía
darle otro trato que el de pecador. Cercana la muerte física, cuando es más
necesario sentir la paz, la felicidad y seguridad que da Dios, JESÚS no tiene
la bendición de su comunión con el Padre, porque Dios escondió de Él su rostro,
en medio de la oscuridad que produce el pecado del ser humano ante un Dios tres
veces santo. La sangre de Cristo era necesaria que fuese derramada para
reconciliarnos con Dios: “Él mismo es el sacrificio que pagó por nuestros
pecados, y no sólo los nuestros sino también los de todo el mundo” (1 Juan 2:2;
NTV). “Y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas. Hizo la paz
con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la sangre de
Cristo en la cruz” (Colosenses 1:20; NTV).
JESÚS
fue desamparado circunstancialmente, y por unas horas, para hacer posible que
Dios pudiera ampararnos a nosotros para siempre. ¡JESÚS compró para todos los
que lo aceptan como Señor y Salvador un lugar en el cielo! Desde ese día, el
trato de Dios con el pecador cambió, y ahora el ser humano, puede
espiritualmente nacer de nuevo, y disfrutar de una nueva relación con Dios, en
la cual lo hace hijo, y por ello, miembros de la familia de Dios: “Así que
ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son
ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia
de Dios” (Efesios 2:19; NTV).
El
humano es un ser gregario y necesita la compañía de otros. La soledad es uno de
los grandes sufrimientos y JESÚS tenía que experimentar la soledad total y el
abandono del Padre. JESÚS sufrió una soledad total, para que nosotros no nos
sintamos solos nunca más, así que, ¡teniéndolo a Él, lo tenemos todo! De hecho,
mediante este acto tan cruel, de tanta angustia, la exclamación de JESÚS es
también un grito de conquista y de triunfo. Es un nuevo amanecer para todos los
seres humanos. Aunque el mundo esté como está, a todos los redimidos por la
sangre de JESÚS, nos espera un fabuloso mañana en la Nueva Jerusalén, donde
moraremos para siempre con el SEÑOR JESÚS, porque debido a su humillación,
¡Dios hizo a JESÚS, SEÑOR! Como lo dice un himno que se cantaba en las iglesias
del primer siglo: Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque
era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual
aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la
humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando
apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió
en una cruz como morían los criminales. Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de
máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres
para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la
tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor para la gloria de Dios Padre (Filipenses 2:5-11; NTV). Esa fue
la recompensa a JESÚS por haber obedecido al Padre, y entre aquella humillación
por descender hasta nosotros, haber padecido por nosotros una: Soledad total en
la cruz.
Oración:
Amado
Padre Celestial:
Mi
corazón se llena de gozo y mi alma se regocija en ti, gracias por darnos a
JESÚS, ¡Qué grande es este Evangelio! Ayúdame a vivirlo y a predicarlo. En el
nombre de tu Hijo amado, en quien tenemos redención de pecados. Amén
JESÚS, llevó en la cruz todas nuestras
crisis, entre ellas, nuestra soledad.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios