Lectura devocional: Génesis 2:18-25
Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un
sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra
vez la carne. De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al
hombre, el cual, al verla, dijo:«¡Ésta sí que es
de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios
la sacó del hombre.» Génesis 2:21-23 (Dios habla hoy)
“Ishah” fue el nombre que Adán “Ish”, le
puso a aquella hermosura, al bello género que Dios, había sacado de su costado.
¡La escena es un poema escrito con los dedos de Dios! En efecto, el
Creador hacer caer en un profundo
sueño a Adán y, mientras duerme
descansando todo lo que era y lo que tenía en la voluntad de Dios, le saca una
de sus costillas y hace a la primera mujer con ella. Resultado: amor del bueno
a primera vista que lo hace exclamar: :«¡Ésta
sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”,
porque Dios la sacó del hombre.» Como bien apuntaba San Agustín: “La mujer, no fue hecha de su
cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies para ser pisoteada por
él; sino de su costado para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser
protegida, y de junto al corazón para ser amada.”
Confieso que me gustan las bodas, y he
tenido el privilegio, como ministro del Señor Jesucristo, de efectuar muchas.
Existe algo en común en las bodas, y es la belleza de la novia y el marco o
ambiente que se le brinda a la pareja contrayente. Comienzo la ceremonia con la
clásica pregunta: “¿Quién entrega a esta mujer?” Se hace un silencio en todo el
templo, todos miran al acompañante de la novia e indefectiblemente, el padre de
la novia, respira profundo, y dice: “Yo…” Hubo una boda en la cual me tocó ser
el que preguntaba y el que respondía. Sí, en la boda de nuestra hija, Mary
Ruth. Hice la pregunta desde el púlpito, y luego me sitúe al lado de ella, y
respondí. Acto seguido, los dos marchamos por el largo pasillo al compás de la
marcha nupcial; como un relámpago, cruzaron por mi mente tantos hermosos
recuerdos desde su nacimiento, después de tres varones; sus primeros pasos,
cuando se ponía los zapatos de su mami, y entraba a mi oficina solamente para
decirme: “Papi, te amo”. Las oraciones de todas las noches, en donde abrazados,
nos despedíamos. Así que fue natural que al entregarla a su esposo, César
Parra, cuatro ojos estuvieran llenos de lágrimas de gozo.
Reconociendo las distancias, podemos
viajar al momento en que el Creador, hace entrega de “Isiah” o Eva, a “Ish”
Adán. Me imagino la escena en aquella alborada de la humanidad, allí en Edén.
La vegetación con sus árboles en flor, y otros con sus frutos deliciosos,
hicieron un pasillo natural; las aves multicolores guiados por el águila
volaban por encima, y se perdían entre las nubes y el cielo azul; un coro de
ángeles susurrando un aleluya, acompañados de una filarmónica celestial; las
flores con sus exquisitos perfumes se vertían en tal forma que no hubo ningún
ser viviente en todo el Paraíso que no lo percibiera. ¡Eran las bodas de
“Ishah” e “Ish” nuestros primeros padres! Hubo un momento en que se hizo
silencio solemne y reverente en
todo el cielo y el Edén. Y una voz como el sonido de un millón de cataratas,
preguntó”: ¿Quién entrega a esta mujer? Y la misma voz respondió: “YO, su
Creador”, “y se la presentó al hombre”…
Permítanme otra ilustración personal, mi
nieta Rebecca, cuando tenía tres años le encantaba ver los álbumes de
fotografías, especialmente las de las bodas de sus padres. En una ocasión, sus
ojos vivaces, no perdían detalles viendo el rostro conocido de muchos de
nosotros sus parientes que aparecíamos allí, en aquella ocasión. Sin embargo,
entre aquellos que estuvieron en aquel matrimonio, no se vio a sí misma,
entonces, preguntó: “Papi, mami…¿dónde me dejaron que no me invitaron, y no
estoy allí…?” Lo que Rebecca, no entendía es que sí estuvo, en los hombros de
sus padres. Igualmente, nosotros, sí, estuvimos allí en Edén, en el precioso
momento en el cual Dios, creo a “Ishah: Lo más bello del planeta.
La ocasión es oportuna para desear a todas las “Ishah” ¡Feliz día! Les dedico
este poema, el cual escribí hace algunos años:
Romance a la Mujer
Francisco
Aular
Si quieres ser un rosal
que perfuma la ribera.
Si quieres ser manantial
que surte de agua fresca.
Si quieres ser como águila
volar con tus fuerzas nuevas.
Si quieres ser como lluvia
bendición sobre la tierra.
Si quieres ser como el viento
que no conoce fronteras.
Si quieres ser esa mano
que mueve la cuna nueva.
Si quieres ser el consejo
que en el corazón se lleva.
Si quieres ser el lucero
que echa fuera las tinieblas.
Si quieres ser valentía
que ni el dolor la remueva.
Si quieres ser la alegría
que vence toda tristeza.
Si quieres ser el motivo
en que se inspire el poeta.
Si quieres que te admiren
por tu mente y tus ideas.
Si quieres ser una vida
que va dejando la estela.
Si quieres valer un precio
que sobrepasa las perlas.
Si quieres amar a Dios
Mucho más que a tu belleza.
Si quieres como la hormiga
Ahorrar para lo que venga.
Si quieres ser lo que eres
lo más bello del planeta.
Sólo sigue siendo tú: ¡Mujer!
Porque tu nombre encierra
misterio, amor y comprensión.
Las virtudes más excelsas:
Madre. Esposa. Hija.
Hermana. Nieta y Suegra.
Si quieres encima llevar el
dulce nombre de Abuela.
No detengas tu andar
hermoso como de reina.
Del principio hasta el final
que ¡viva la diferencia!
Por eso yo no me canso
De admirarlas y quererlas.
Porque para eso, Dios te hizo
Del hombre: ¡Su compañera!
A mi esposa, suegra, hija, nueras, nieta, hermanas,
sobrinas, primas y discípulasManassas, 8 de marzo de 2006
“Día internacional de
la Mujer”
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