Francisco Aular
faular@hotmail.com
MARTES, 26 de
diciembre de 2017
Lectura
devocional: Eclesiastés 3:1-8
Hay una temporada para
todo,
un
tiempo para cada actividad bajo el cielo. Eclesiastés 3:1 (NTV)
Un
joven miembro de nuestra iglesia, recién graduado de la universidad, vino a mi
oficina él quería saber cual sería mi consejo para invertir su vida con
propósito. Me alegré de tal disposición de aquel joven sabio, le pedí que al
siguiente día me trajera lo que llamamos una declaración del propósito de su
vida. Así lo hizo, al siguiente día, regreso con esta propuesta: “Mi propósito
en mi vida es amar y servir a Jesucristo, crecer y madurar en mi fe en Él; no
enredarme en los tropiezos que el enemigo de Dios me ponga en el camino,
fundaré una familia que le sirva y le honre, y mi lema será: ser discípulo, de
JESÚS, y hacer discípulos que hagan lo mismo con otros.”
El
paso del tiempo, rápidamente puso 20 años de aquella entrevista con el joven, y
hoy él está cumpliendo su declaración del propósito de su vida. Nos vimos en
este verano, y ha sido hermoso comprobar que vive según lo que escribió aquel
día en mi oficina. Está felizmente casado, y tanto su esposa como él, sirven al
Señor en compañía de sus hijos. Cada vez que predica, y por su vida ejemplar,
muestra que JESÚS es su pasión y triunfo. ¡Alabado sea Dios que este hombre es
sabio en uso del tiempo que Dios le ha dado!
Plutarco,
decía: “Confía en el tiempo: es el más sabio de todos los consejeros.” ¡Lo
único malo con este consejero sabio es que acostumbra llevarse a sus
discípulos! Pero lo importante no es cuánto tiempo viva, sino qué hago con los
consejos que el tiempo me da, mientras vivo; ¿le hago caso a ese consejero que
al final todo lo destruye con su paso?, ya sabemos que el tiempo perdido no
puede ser recuperado porque es como la crecida de un río que lo arrastra todo
lo que encuentra a su paso; y cuánto mas felicidad encontramos en una temporada
más pronto pasa, así el tiempo nos arrastra consigo ni siquiera es cortés para
invitarnos a subir en su carroza, ¡nacemos en ella!...¿Qué hacemos con el
tiempo mientras estamos aquí? ¿Lo malgastamos? ¿Lo minimizo con indolencia o
frivolidad? ¿Lo dejo vacío sin llenarlo con un propósito para vivir? O lo
redimo con lo aconsejó el Apóstol: “Andad sabiamente (…), redimiendo el
tiempo.” (Colosenses 4:5 RV60). En efecto, Pablo pensaba que esta vida era tan
solo una temporada, y teníamos que aprovechar cada oportunidad, para llenar nuestra
vida con la visión y misión que Dios, nos regaló al darnos tanto la vida
humana, como la vida eterna. Por la gracia de Dios, el Apóstol nos dejo su
declaración del propósito de su vida: “Pero mi vida no vale
nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor
Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa
gracia de Dios.” (Hechos 20:24 NTV).
Efectivamente,
el tiempo es el patrimonio que Dios no da generosamente, y Dios espera que lo
complazcamos a Él y no solamente a los demás seres humanos, mientras vivamos, y
en todo lo que hagamos con nuestra vida metida en el tic tac del reloj: “Trabajen
de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la
gente.” (Colosenses 3:23, NTV). Dios nos da un paréntesis de la eternidad para
vivir que se abre con nuestro nacimiento y se cierra con nuestra muerte. Así
que el “tiempo es oro” como dice el conocido refrán. Sí, el tiempo es un
tesoro, es herencia de nuestro Padre Celestial, y solamente yo tengo, el
derecho y deber de manejarlo, invertirlo o redimirlo. Teniendo siempre en mente
que existe un tiempo para todo, como bien lo escribiera, hace tres mil años, el
sabio Salomón, en Eclesiastés 3:1-8 (NTV)
Hay una
temporada para todo,
un tiempo para
cada actividad bajo el cielo.
Un tiempo para
nacer y un tiempo para morir.
Un tiempo para
sembrar y un tiempo para cosechar.
Un tiempo para
matar y un tiempo para sanar.
Un tiempo para derribar y un tiempo para construir.
Un tiempo para derribar y un tiempo para construir.
Un tiempo para
llorar y un tiempo para reír.
Un tiempo para
entristecerse y un tiempo para bailar.
Un tiempo para
esparcir piedras y un tiempo para juntar piedras.
Un tiempo para
abrazarse y un tiempo para apartarse.
Un tiempo para
buscar y un tiempo para dejar de buscar.
Un tiempo para
guardar y un tiempo para botar.
Un tiempo para
rasgar y un tiempo para remendar.
Un tiempo para
callar y un tiempo para hablar.
Un tiempo para amar y
un tiempo para odiar.
Un tiempo para la
guerra y un tiempo para la paz.
Oración:
Amado
Padre Celestial:
Algunas
horas, los días y los años se me han escapado como el agua entre mis dedos, sin
provecho ni bien para mí ni para otros. Te confieso que me ha faltado
sabiduría, o fuerza para redimir el tiempo. En esta hora te pido SEÑOR, que me
des valor, fe, esperanza y amor para ponerme sobre mis pies, asirme con fuerza
de tus manos, y salir a redimir el tiempo y contar a otros que tú eres el Dueño
de todos nosotros, lo que tenemos y somos. Te lo pido en el nombre de JESÚS.
Amén
Perla de hoy:
Lo
importante no es cuánto tiempo viva, sino qué hago con los consejos que Dios me
da por Su Palabra, mientras vivo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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