Francisco Aular
Lectura devocional: Eclesiastés
3:1-8
Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el
cielo. Eclesiastés 3:1 (NTV)
En el primer calendario romano, el año comenzaba en
marzo, diciembre era el décimo y último mes del año, de allí su nombre.
Después, el año pasó a ser de doce meses, intercalando los meses de julio y
agosto, que tomaron sus nombres de los emperadores Julio César y Augusto. Así
diciembre, se convirtió de décimo en duodécimo mes, pero conservó su mismo
nombre a pesar de que no correspondía ya al lugar que ocupaba en el almanaque.
¡Un mes para celebrar a Emanuel, Dios con nosotros!
Ahora
bien, la Biblia nos dice: “Hay una temporada para
todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo.” En efecto, el sabio
Salomón, autor de Eclesiastés, en el tercer capítulo de ese libro, nos habla
sobre la elección del tiempo, usa un estilo personal, autobiográfico, para
hablarnos de los afanes del ser humano en busca de la felicidad, del poder, la
fama, la gloria. Salomón había tenido todo esto en una vida de poder, de fama,
de lujos, y de gloria efímeros, como es todo lo humano. Al final de su vida
concluye señalando que todo es “vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés
2:26 RV60). ¿Sugiere Salomón que pasemos por esta vida sin tomar en cuenta sus
diferentes temporadas, y que no celebremos? No. Lo que nos dice, es que
descubramos el propósito de nuestra vida, concluye Salomón: “Sin embargo, Dios lo hizo todo hermoso para el
momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano, pero aun así el
ser humano no puede comprender todo el alcance de lo que Dios ha hecho desde el
principio hasta el fin todo viene y pasa.” (Eclesiastés
3:11, NTV) Me gustan estos pensamientos: “Dios lo hizo todo hermoso” y, “Èl
Sembró la eternidad en el corazón humano” ¡Disfrutemos sanamente y con nuestra
familia y amigos, démosle importancia a las diferentes temporadas, que
viviremos, en este: “Paréntesis de la eternidad” como alguien dijo, que es la
vida humana.
Por otra
parte, el mes de diciembre, para el mundo cristiano es el mes de la gran
celebración de la Natividad del Señor JESÚS. Los anglosajones, más bíblicos que
nosotros, lo llaman el “mes santo”, aludiendo al nacimiento de JESÚS. Ya
sabemos que la fecha no tiene evidencia bíblica ni histórica, pero no será eso
mi tema hoy, lo dejaremos para otra ocasión, lo cierto para nosotros es que en
ningún otro mes del año nos damos a excesos como en este mes, y nos deja como
saldo para el Año Nuevo, para enero, la certeza de que Salomón tenía razón, en
cuanto a la “vanidad y aflicción de espíritu”…
Ciertamente,
este debería ser un mes para darnos a los demás, tal y como JESÚS se dio por
nosotros, sin esperar nada a cambio; este debería ser un mes de armonía
familiar, de arreglar cuentas entre nosotros, de pedir perdón y perdonar; no
debería ser un mes para dejarnos seducir por el consumismo y el materialismo en
que hemos convertido las Navidades; este es un mes para contabilizar en qué
invertimos nuestro tiempo este año. Mire a su alrededor, revise su cuenta
bancaria y vea cuánto han aumentado sus riquezas; pero sepa de una vez, que lo
que no ve allí es lo que definitivamente se llevará al salir; si usted es un
cristiano nacido de nuevo, deberá escuchar la pregunta que JESÚS nos hace en un
antiguo himno: “Mi vida di por ti, ¿qué has dado tú por mí?”…
Al
comenzar el mes de nuestra máxima celebración de la cristiandad: el Nacimiento
de JESÚS, les confieso que –no me lo están preguntando, pero debo decirles, que
en este mes mi corazón disfruta al máximo este acontecimiento- poco me importa
si JESÚS nació el 29 de septiembre, el 6 de enero o el 2 de abril, lo que me
importa es que ¡JESÚS nació! Los Evangelios lo cuentan y yo, lo creo. Y,
también me importa saber que hace muchos años nació en mi corazón. Este
acontecimiento lo celebro con todo el sano entusiasmo posible, e invito a otros
a que lo hagan; eso sí, siendo nosotros los que con sobriedad, con fe,
esperanza, amor, controlamos estas festividades y no las festividades a
nosotros; no deje que sus emociones, frente a lo mucho que tiene o que no
tiene, le impidan celebrar cómo se debe; si JESÚS es el Cumpleañero de este
mes, el dominio propio en lo que hagamos, debe corresponde a su alta
investidura. Tampoco debemos olvidar sus enseñanzas, una de las más importantes
es que JESÚS es la Vida Eterna, Él quiere que le ofrezcamos nuestros corazones
como un pesebre y que lo invitemos a nacer en él: “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí… He aquí yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo” (Juan 14:4; Apocalipsis 3:20 RV60). Entonces, si podremos
decir con todo entusiasmo: ¡Llegó diciembre!
Oración:
Padre
eterno:
Gracias por amarnos tanto que enviaste a JESÚS tu Hijo
amado para que todo aquel que se rinda a Él, le dé su corazón y tenga vida
eterna. Ayúdame a seguir compartiendo esta gran noticia en este mes, en todo el
año, en todo lugar y a toda persona. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
¡Celebra a
JESÚS en este mes! Dios inmortal se hizo cuerpo para que nuestro cuerpo se haga
inmortal por nuestra resurrección y podamos vivir con Él para siempre.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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