Lectura
devocional: Salmo 144:12-15
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR. Salmo 144:15b (NVI)
Cuando leemos en
la Palabra de Dios y revisamos la historia del pueblo israelita, nos damos
cuenta que el pueblo escogido y dirigido bajo la soberanía de Señor, siempre se
ha caracterizado, en primer lugar, por su adoración al único y verdadero Dios,
y en segundo lugar, por el celo con que ha amado a su nación, a la familia, a
su lengua y sus costumbres, es decir, los elementos con los cuales describimos
lo que es patria.
Uno de los héroes
del pueblo judío es el rey David, todavía se visita y se ofrecen los respetos
debidos a sus restos en Jerusalén. David fue un verdadero patriota. Entre sus
muchas cualidades está la de compositor de salmos o himnos; en muchos de ellos
deja sentir su amor, su visión e intercesión delante de Dios por su patria.
Para el rey David, Dios y patria son el binomio de la prosperidad de una
nación. Pues bien, unas de las citas en donde se ve claramente el concepto que
el rey tenía del binomio Dios-patria, es la siguiente:
“Que nuestros hijos florezcan
en su juventud
como plantas bien nutridas;
que nuestras hijas sean
como columnas elegantes,
talladas para embellecer un palacio.
Que nuestros graneros estén llenos
de toda clase de cosechas;
que los rebaños en nuestros campos
se multipliquen de a miles,
y hasta de a diez miles,
y que nuestros bueyes estén
muy cargados de alimentos.
Que ningún enemigo penetre
nuestras murallas,
ni nos lleve cautivos,
ni haya gritos de alarma en
las plazas de nuestras ciudades.
¡Felices los que viven así!
Felices de verdad son
los que tienen a Dios
como el SEÑOR.”
(Salmo 144:12-15.
Nueva traducción viviente).
El pasaje anterior
nos dice que Dios nos ha dado un hogar que pasa a ser como un palacio, en donde
los hijos son un jardín espiritual y las hijas son doncellas de honor; en un
hogar así, temeroso de Dios y de su Palabra, el padre es un rey y la madre una
reina. ¡Oremos por nuestros hogares y familias de nuestra patria!
Igualmente, Dios
nos ha dado una patria, con una lengua que entendemos, con una cultura muy
particular, lugares bellísimos y gente amable que se gana el corazón de los
extranjeros. En esa patria nacimos, nos hemos criado y vivimos. ¡Oremos por una
patria nueva llena de hombres y mujeres con valores cristianos!
Aunque el
cristiano nacido de nuevo tiene una Patria celestial, todavía está en la tierra
y por lo tanto tiene una patria terrena. En efecto, el cristiano está en el
mundo –en sentido físico-, pero no es del mundo porque este es un sistema
antagónico a Dios, por ello JESÚS dijo con respecto a nosotros sus discípulos:
“No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:16 RV60), y el Señor
añadió: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan
17:5 RV60). Así podemos decir que según el Señor JESÚS, el cristiano nacido de
nuevo es ciudadano de dos mundos. Como el salmista, debemos orar, trabajar,
velar y soñar con una patria terrenal en donde la seguridad sea para preservar,
especialmente a nuestra familia, niñez y juventud. ¡Soñemos y nos cansemos de
soñar con una patria en donde los mejores nos dirijan y nos lleven a la
prosperidad espiritual y humana! Cierta vez, un dirigente judío dijo: “Más vale
morir que ser expulsado de la propia patria”. Los judíos que anduvieron
dispersos por el mundo por dos mil años, saben lo que es patria. Nosotros que
tenemos patria tenemos que alcanzar a nuestra nación con el mensaje e
influencia de nuestro Señor Jesucristo, porque en la medida que pongamos como
la base de nuestros valores las enseñanzas de la Biblia, tendremos la patria
que Dios quiso que tuviéramos bajo su soberanía y misericordia. Entonces como
el salmista podemos exclamar: “Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR. (Salmo
144:15b. NVI).
Los cristianos
nacidos de nuevo como ciudadanos de ambos mundos debemos caminar sobre nuestro
suelo patrio con la mirada puesta en la patria celestial, porque poseemos la esperanza, de que
pase lo que pase, tenemos a Dios y a la patria.
Oración:
Padre
celestial:
Bendito
sea tu nombre porque según tu voluntad pusiste un amor especial por la patria
en que nací y por la patria que adopté en esta tierra, pero lo mejor de todo es
que por gracia y poder me has dado la esperanza definitiva de una patria nueva,
en donde moraré contigo para siempre. Ayúdame a ser un instrumento en tus manos
para que mi patria te conozca. En el nombre de JESÚS. Amén.
La
seguridad de nuestra patria celestial, hace posible que nunca nos sintamos,
ciudadanos de segunda clase en ningun lugar.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a
obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para
llevarlo conmigo?
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