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Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus
alas. Salmo 17:8
Hace algunos años, me encontraba de predicador
invitado en un país de Latinoamérica, en aquel tiempo, las iglesias evangélicas
de esa nación eran discriminadas, no solamente por el sistema del gobierno,
sino también por la iglesia oficial. Sin embargo, las valientes congregaciones
no callaban el mensaje. Se nos había concedido un lugar público para la
actividad, pero un día antes de comenzar se canceló. Nos fuimos al templo más
grande de la ciudad que resultaba pequeño para aquel grupo de cristianos que
venían de varias ciudades de la provincia. Me encontraba alojado en un hotel
compartiendo habitación con un destacado líder de nuestra obra denominacional,
en esa nación. Un día antes de comenzar las conferencias, lo noté
apesadumbrado, y me dijo: “Pastor, nos hemos enterado que existe un plan para
matarlo durante la predicación de mañana…”, ¡por un momento pensé que era una
broma!, pero lo que me decía era totalmente cierto. Nos fuimos a una habitación
más grande, y cuando entré, todos mis compañeros de ministerio estaban allí. El
más anciano de ellos, y conferencista invitado como yo, tomó la palabra:
“Hermano, usted predicará primero; tomará mi lugar, y yo, tomaré el suyo.” Acto
seguido, dictó un documento en donde expresaba su última voluntad. Nunca había
visto tanta unidad y valor juntos como en aquellos días de esas conferencias.
Desde los hogares hasta en los templos de las distintas denominaciones, las
oraciones fueron el refugio de tantos corazones apesadumbrados por las
circunstancias. Era la lucha moderna entre David y Goliat. Obviamente, fuimos
molestados en muchas maneras, en mi caso, la policía de inmigración me dio la
tarea de poner un sello en mi pasaporte, y, por lo tanto, tenía que abandonar
el lugar en las conferencias y salir a la frontera del país vecino, sellar allí
mi pasaporte y retornar. Eso me llevaría un día de viaje por tierra, pero el
Señor estaba con nosotros, y en medio de esa situación, apareció un piloto con
una avioneta, cuya esposa era miembro de la Iglesia hospedadora del evento; aquel
amable piloto me llevó y me trajo en cosa de horas, completamente gratis. En
fin, el Padre fue honrado y glorificado, y como resultado de aquellas
conferencias se alcanzaron miles de personas, el liderazgo se multiplicó, y
nuevas congregaciones surgieron. ¡Alabado sea el Señor!
¿Dónde nos metemos cuando nuestras vidas están en
peligro? ¿Cómo obra Dios cuando nuestros enemigos nos persiguen por nuestra fe
y Él es lo único que nos queda? Acudimos como el rey David a la oración, llenos
de fe, esperanza y amor, pudiendo exclamar: ¡Levántate, oh Dios, y derriba a
los que nos asedian por ser mensajeros de tu gracia!
Perla de hoy
Nuestra fe, tal vez sea probada, para que
confiemos en la fidelidad y protección de Dios como nuestro refugio.
Oración:
¡Levántate, Señor y llénanos
de valor para buscarte y cobíjarnos bajo tus poderosas alas! ¡Levántate, Señor
y has que caigan de rodillas delante de ti, como nosotros lo estamos! En el
nombre de JESÚS. Amén
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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