Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:57-64
¡SEÑOR, eres mío¡ ¡Prometo obedecer
tus palabras! Salmo
119:57 (NTV)
Todo ser humano
nacido de nuevo, Dios le da el poder para amar, ser fiel y
obediente a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres
mío!”
“¡SEÑOR eres mío!” Qué gran misterio para el poeta
del Antiguo Testamento al escribir este Salmo 119: ¡El Dios grande y glorioso
es suyo! Pero en la revelación del Nuevo Testamento se devela todo ese
misterio, ese secreto de Dios se convierte en realidad, y por eso, los
Apóstoles aprendieron a decirle a JESÚS: “¡SEÑOR mío y Dios mío!” (Juan 20:28 (RV60).
Mayúsculas mías); y nosotros, una vez que proclamemos a JESÚS como nuestro
Señor y Salvador, podemos decirles con sinceridad: “Prometo obedecer tus
palabras”, pero sin fe, obediencia y fidelidad a la Palabra de Dios no existe
conversión a Él, ni tampoco progreso en la vida espiritual. Por obediencia
venimos a conocer a JESÚS por el arrepentimiento de nuestros pecados y por
haber confiado únicamente en Él para nuestra salvación eterna; y por la fe, la
obediencia y fidelidad a su Palabra permaneceremos en Él: “Por lo tanto, de la
manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él” (Colosenses 2:6
RV60).
“¡SEÑOR eres mío!”, porque primero tú me hiciste tuyo: “Todo lo que el Padre me
da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera (…) Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 6:37;
16:15 RV60), y, porque soy del SEÑOR puedo decir: “Deseo tus bendiciones con
todo el corazón; ten misericordia como lo prometiste” (v.58). La confianza que
tenemos en un Dios y Padre, y que además, ¡es nuestro!, nos hace orar y vivir
confiados en que Él nunca nos negará sus bendiciones, lo que es aún mejor para
nosotros, según sus Promesas.
“¡SEÑOR eres mío!”, aunque los enemigos del cristiano
nacido de nuevo: el mundo, la carne y el demonio, vengan a ofrecerme con sus
tentaciones, una vida mejor, les diré, no porque: “¡SEÑOR eres mío!”, y sin en esta lucha flaqueare, no dejaré que lo
dicho por el apóstol Pedro se aplique a mí: “Les hubiera sido mejor nunca haber
conocido el camino a la justicia, en lugar de conocerlo y luego rechazar el
mandato que se les dio de vivir una vida santa. Demuestran qué tan cierto es el
proverbio que dice: «Un perro vuelve a su vómito» Y otro que dice: «Un cerdo recién lavado
vuelve a revolcarse en el lodo” (2 Pedro 2:21,22). ¡No! Yo poseo una nueva
naturaleza, por lo tanto digo como el salmista: “Consideré el rumbo de mi vida
y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos.
Gente malvada trata de arrastrarme al pecado, pero estoy firmemente anclado a
tus enseñanzas” (vv.59-61). En efecto, me encanta lo que escribe nuestro
hermano Rick Warren en su famoso libro Una
vida con propósito: “La Biblia es mucho más que una guía doctrinal. ¡Genera
vida, crea fe, produce cambios, asusta al diablo, realiza milagros, sana
heridas, edifica el carácter, transforma las circunstancias, imparte alegría,
supera la adversidad, derrota la tentación, infunde esperanza, libera poder,
limpia nuestras mentes, hace que las cosas existan y garantiza nuestro futuro
para siempre! ¡Aleluya! No podemos vivir sin la Palabra de Dios” (p. 201).
“¡SEÑOR eres mío!”, y por lo tanto medito en tu Palabra
y una oración de gratitud y acción de gracias surge del corazón a mis labios, y
allí, en mi habitación, te busco aun a medianoche y encuentro una bendición
especial en mi vida devocional, y como bien lo recomendó y practicó el mismo
SEÑOR JESÚS: “Pero
tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu
Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto,
te recompensará” (Mateo 6:6 NVI); el salmista siente y practica, ¡la oración
secreta!, esta es la oración que requiere invertir todo nuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo: “Me levanto a medianoche para agradecerte por tus justas
ordenanzas” (v.62).
“¡SEÑOR eres mío!”, ¡qué hermosa actitud la del corazón
del salmista! Ciertamente ama a Dios, pero también a los hermanos en la fe,
como dijo Juan: “Nosotros
sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros
hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a
su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la
vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida
por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros
hermanos” (1 de Juan 3:13-16 NVI). ¿Amas la iglesia como JESÚS la ama? No puede
vivir la verdadera fe en forma solitaria: “Soy amigo de todo el que te teme, de
todo el que obedece tus mandamiento. Oh SEÑOR, tu amor inagotable llena la
tierra; enséñame tus decretos” (vv.63,64). Por estas cosas: “¡SEÑOR eres mío!”.
Oración:
“¡SEÑOR eres
mío!” “¡SEÑOR, eres mío!” ¡Bendito y alabado seas para siempre! ¡Eres mío!, y,
¡soy tuyo! Amén.
Perla de hoy:
Todo ser humano
nacido de nuevo, Dios le da el poder para amar, ser fiel y
obediente a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres
mío!”
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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