Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:41-48
Entonces podré responder a los que
se burlan de mí, porque confío en tu palabra (…) a los reyes les hablaré de tu
ley, y no me avergonzaré. Salmo 119:42,46 (NTV)
El salmista nos habla hoy del coraje necesario para
creerle a Dios y a su Palabra, y dar testimonio con valor y fe.
León Tolstoi (1828-1910) -considerado uno de los más
grandes de la literatura mundial-, en sus apuntes biográficos relata que hasta
la edad de 18 años, tuvo por costumbre, invariablemente, leer todas las noches,
a la hora de acostarse, un pasaje de la Biblia, y luego arrodillarse a orar
frente a la cama. Pero sucedió que visitó París por primera vez, y se hospedó
en la misma habitación que ocupaba un primo suyo en uno de los grandes hoteles
de la Ciudad Luz. Al levantarse de sus rodillas, su primo, irreverentemente,
lanzó una carcajada de burla y le dijo:” ¡Qué tonto eres! ¿Cómo es posible que
un joven como tú, en esta época, se atreva a hacer esas ridiculeces?”. León no
le contestó nada pero a la siguiente noche, sólo leyó la Biblia, le faltó valor
para arrodillarse. Unos cuantos días después, había abandonado por completo la
lectura de la Biblia y la oración, y en ese estado de sequía espiritual pasó un
lapso de 19 años, pero, al final de cual, felizmente se produjo en él un
despertamiento espiritual tan intenso, que volvió a los pies del Señor, y luego
escribió sus principales obras literarias. Había pasado por un gran
enfriamiento espiritual que empezó cuando no tuvo el valor para dar testimonio
de su fe en el SEÑOR.
Valor y testimonio van unidos cuando hemos
experimentado la salvación por efecto de la Palabra de Dios y el poder del
Espíritu Santo, y por eso, el amor divino salta en nuestros corazones: “SEÑOR,
concédeme tu amor inagotable, la salvación que me prometiste” (v.41). No somos
nosotros los importantes al dar nuestro testimonio, sino Dios quien ha hecho la
obra; valor y testimonio van juntos cuando confiamos en las verdades eternas de
la Palabra de Dios en medio de las burlas del mundo temporal: “Entonces podré
responder a los que se burlan de mí, porque confío en tu palabra” (v.42); valor
y testimonio van juntos cuando estamos seguros y confiados en su Palabra, que
afirma que Dios es quien dice que es, y puede hacer lo que Él dice que puede
hacer; y esta es verdad es nuestra única esperanza: “No arrebates de mí tu
palabra de verdad, pues tus ordenanzas son mi única esperanza” (v.43); valor y
testimonios van juntos cuando nuestra fe en la Palabra de Dios no es algo
negociable, sino nuestra misión en esta vida: “Seguiré obedeciendo tus
enseñanzas por siempre y para siempre” (v.44); valor y testimonio van juntos
cuando alcanzamos la verdadera libertad al ser librados de la esclavitud del
pecado: “Caminaré en libertad, porque me he dedicado a tus mandamientos”
(v.45). Así lo ratificó JESÚS al decir: “…si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres” (Juan 8:31,32); valor y testimonio van juntos para ser
testigos de JESÚS en cualquier esfera del acontecer humano: “A los reyes les
hablaré de tu ley, y no me avergonzaré” (v.46).
En efecto, el que ama a Dios y teme reverentemente a su
Palabra, no tiene por qué temer a nadie, Dios mismo lo llenará de valor para
testificar, aun a los seres humanos más encumbrados, como los reyes, y, ni
siquiera los dictadores nos deben
infundir miedo, como no lo tuvieron Daniel y sus compañeros ante Nabucodonosor
(Daniel 3), y los Apóstoles ante las autoridades judías: “¿Acaso piensan que Dios quiere que los obedezcamos a
ustedes en lugar de a él? Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo
que hemos visto y oído” (Hechos 4:19,20 NTV). Y, ¿qué diríamos de nuestro amado
Pablo de Tarso? Encadenado delante de aquellos que humanamente podían disponer
de su vida, Festo y el rey Agripa.
Viéndose al borde de una decisión delante de Dios por lo claro del testimonio
de Pablo, Festo acudió al antiquísimo truco de llamarlo loco por haberse
dedicado al estudio de la Palabra de Dios; brillantemente Pablo, con respeto a
la alta investidura de quien se había burlado de él, pero lleno de valor,
testificó, diciendo: “—No estoy loco, excelentísimo Festo —contestó
Pablo—. Lo que digo es cierto y sensato. El rey está familiarizado con estas
cosas, y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que
nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón. Rey Agripa, ¿cree usted en
los profetas? ¡A mí me consta que sí! —Un poco más y me convences a hacerme
cristiano —le dijo Agripa” (Hechos 26:25-28 NVI). Por esto, en la fe
cristiana: ¡Valor y testimonio van juntos!
Oración:
Amado Padre
Celestial:
Hoy puedo
darte las gracias porque en el testimonio que he dado de tu Palabra, y mi fe en
el Dios eterno que nos la dejó, Tú no me has dejado en vergüenza, sino que has
puesto palabras en mis labios para hablar de ti y de tu Palabra con valor y
testimonio. ¡Bendito seas SEÑOR!, porque al dar testimonio, no se trata de mí,
sino de ti. Ayúdame con tu gracia para no callar. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
En la evangelización eficaz el valor y el
testimonio van juntos.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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