Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:97-104
Tus mandatos me hacen más sabio que
mis enemigos, pues me guían constantemente. Salmo 119:98 (NTV)
La sabiduría no es algo que
poseemos, sino Alguien, que por medio de la Palabra de Dios llena nuestra
mente, gobierna nuestro corazón, endulza y guía nuestra vida y vive en nosotros
en el poder del Espíritu Santo: JESUCRISTO.
Permítanme comenzar con una
experiencia muy personal de cómo la Biblia llegó a mis manos. Era un jueves
santo del año 1963, tenía 17 años y era un fotógrafo profesional. Toda mi
familia se había ido a pasar aquellos días de asueto a las playas cercanas a la
ciudad de Caracas, yo había decidido quedarme solo porque entre otros motivos,
mi hermano mayor, José, había muerto hacían seis meses y pienso ahora, quise
guardarle luto. Aquella mañana puse la radio; había música clásica en todas las
emisoras. Siempre he amado los libros, y en una pequeña biblioteca que estaba
en el comedor, Dios me llevó a poner los ojos en una Biblia Reina Valera de
1909, que estaba entre los libros, la tomé en mis manos, me senté, y fui al
Evangelio de San Juan; lo leí todo. No era la primera vez que yo oía de la
Biblia, ni tampoco la historia sobre la “vida, pasión y muerte de JESÚS”, pero
sí era la primera vez que me detenía leyéndola e intentaba interpretarla, bajo
la pequeña luz de un entendimiento meramente humano. De repente, en la tarde,
en la platabanda de la casa, frente al majestuoso cerro “El Ávila”, volviendo a leer a San Juan, me detuve
en el capítulo 17, versículo 20 que dice: “Mas no ruego solamente por éstos,
sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Reina
Valera Antigua), en aquella hora recibí la iluminación de la sabiduría
verdadera, me conmoví hasta las lágrimas al pensar en el hecho de que JESÚS
había vivido, sufrido y muerto por mí, así que leí el versículo incluyéndome en
él: “Mas no ruego solamente por estos, sino por Francisco Aular, que ha de
creer en mí por la palabra de ellos”… ¡Sí, era cierto!, Juan, el apóstol amado
había escrito aquel testimonio que yo estaba leyendo. Conmovido, me arrodillé
en la platabanda de mi casa, y oré al SEÑOR Autor de la Palabra de Dios, quien
había bajado del cielo para buscarme y salvarme. Me di cuenta de que yo no era
un accidente en este mundo, Dios en su Plan eterno, me llamaba a integrarme a
su familia (Efesios 1:5), por medio del arrepentimiento de mis pecados y la fe
en JESÚS, el Mediador entre Dios y nosotros (1 Timoteo 2:5). Aquella
experiencia sencilla de fe me condujo a buscar una iglesia que creyera en la
Biblia como yo había creído, y la encontré: La Misión Bautista Emanuel de
Chacaíto, hoy en día, la preciosa Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana.
¡Gloria a Dios!
Todavía recuerdo cuando mi familia
llegó de la playa, le pregunté al esposo de mi prima, Miguel Romero, quién le
había regalado aquella Biblia, y en tono de burla me dijo: “Un loco evangélico
que trabajó conmigo”, y al momento de escribir esto, se me nublan los ojos por
las lágrimas y grito con todas las fuerzas de mi ser: ¡Bendito seas loco
evangélico!, si supieras que aquella Biblia no era para él, sino para mí. ¡Ah,
si supieras también lo que Dios ha hecho, hace y hará con aquella vieja Biblia
que todavía obra en mí! ¡Aleluya para siempre! gracias SEÑOR.
El precioso poema del Salmo 119 es
un acróstico que comienza cada estrofa de ocho versículos con cada una de las
letras del alfabeto hebreo. La estrofa que consideraremos hoy, la podemos
titular: La fuente de la verdadera sabiduría. Aquí el salmista canta un himno
de gozo y alabanzas al SEÑOR por su Palabra. Gracias a esta Palabra viva mis
pensamientos se elevan: ¡Oh,
cuánto amo tus enseñanzas! Pienso en ellas todo el día” (v.97); gracias a esta
Palabra viva, mi sabiduría, mi correcto proceder en esta vida en todas las
esferas de mi personalidad, puedo mostrar los rasgos de quién soy, de dónde
vine y adónde voy, y con humildad llena de gratitud al SEÑOR, puedo decir “así
es, tengo mejor percepción que mis maestros, porque siempre pienso en tus
leyes. Hasta soy más sabio que los ancianos, porque he obedecido tus
mandamientos” (v.99, 100); gracias a esta Palabra viva que está activa en mí,
tengo fuerzas para vivir a la altura del sendero que Dios me ha trazado: “Me
negué a andar por cualquier mal camino, a fin de permanecer obediente a tu
palabra. No me he apartado de tus ordenanzas, porque me has enseñado bien”
(vv.101,102); Porque la Palabra de Dios está viva y activa en mí, sé que vivo y
moriré en un mundo injusto; el mundo vive horas inciertas, y los que hemos
vivido más, no vemos esperanza en él, frente a esta realidad, mi temperamento
ante tanta injusticia puede volverse cínico, arrogante o amargado; pero yo he
resuelto mostrar el carácter de mi amado SEÑOR Y SALVADOR, y con éste
propósito, grito lleno de fe como el salmista: ¡Qué dulce son a mi paladar tus
palabras!, son más dulces que la miel. Tus mandamientos me dan entendimiento,
¡con razón detesto cada camino falso de la vida! (vv. 103,104). Ciertamente,
¡la Biblia es la única fuente de sabiduría divina!
Oración:
SEÑOR, hoy
repito la oración de la serenidad:”Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para
conocer la diferencia”. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
La Sabiduría no es algo que
poseemos, sino Alguien que vive en nosotros en el poder del Espíritu Santo:
JESUCRISTO.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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