Francisco Aular
Lectura
devocional: Isaías 53
Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Isaías 53:6 (RV60)
Me asisten tres poderosas razones para
comunicarme con usted. Primero, hace más de cinco décadas tuve un encuentro
definitivo con mi Señor y Salvador JESÚS. Tengo en mí mismo la evidencia
convincente de que Jesucristo era quien decía ser, el Hijo unigénito de Dios.
Segundo, pienso que si usted es alguien que
anda buscando una bandera para alzar, una canción para cantar y un credo en el
cual basar su vida, me gustaría que considerara las verdades eternas de la Palabra
de Dios. Son verdades proclamadas ayer para el ser humano de hoy.
Tercero, es posible que tanto usted como yo,
podamos recordar los eventos de la Semana Mayor del cristianismo. Posiblemente
hubo un tiempo cuando usted palpó de primera mano el impacto de las Siete
Palabras del Señor Jesucristo, dichas desde la cruz, como las registran los
evangelios. Sin embargo las presiones de este mundo material que estamos
sufriendo, posiblemente han enfriado su corazón.
Hoy le invito nuevamente a escuchar esas Siete
Palabras; “Padre, perdónalos que no saben
lo que hacen” Lucas 23:34 “De cierto,
de cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” Lucas 23:43 “Mujer, he aquí tu hijo…He ahí tu madre”
Juan 19:26-27 “Eli, Eli, ¿lama
sabactani…Dios mío, Dios mío, ¿para qué me has desamparado?” Mateo 27:46 “Tengo sed” Juan 19:28 “Consumado es” Juan 19:30 “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Lucas 23:46.
¡Esas Palabras del Señor en la cruz son el Evangelio
en miniatura! Están llenas de profundo contenido espiritual y son esperanza
para todos los seres humanos de todos los tiempos. De todas las visiones que
guardo en mi corazón, la del Cristo crucificado, muriendo por mí, ¡es suprema! Esto
lo aprendo del apóstol Pablo, cuando escribiendo a los corintios dijo: “…agradó
a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación... Pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y
para los gentiles locura”. En cuanto a mí: Predicar a Cristo crucificado,
muriendo por los pecadores, de los cuales yo soy el primero, ¡es y será mi mensaje
hasta que yo muera! JESÚS murió para que nosotros tengamos paz con Dios, con el
prójimo y con nosotros mismos.
Hoy, ya nadie cree que los avances
científicos, las diversas filosofías y los movimientos políticos resuelven las
grandes interrogantes de la condición humana. Tampoco se tiene esperanza de que
los portentos de la ciencia solucionen, definitivamente, las más profundas
necesidades del alma y del espíritu. Hoy se habla de revoluciones políticas que
prometen cambios en los seres humanos, pero, fracasarán siguiendo la misma ruta
de los esfuerzos revolucionarios del pasado. El problema del ser humano es
eminentemente espiritual. La revolución que estamos necesitando ha de ser una
revolución espiritual.
Dios hizo al ser humano y solo Él sabe cómo
funciona. Tenemos que volver a Dios. Sin los fundamentos y valores cristianos
señalados en la Palabra de Dios, la vida económica y social de una nación se
hace pobre, brutal y anárquica. En naciones así, el poder se nutre de la
idolatría de unos pocos hacia el gobernante de turno. Deslumbrados por el poder
se corrompen. Este tipo de dirigencia hace y deshace sin pedir permisos ni
disculpas. Una y otra vez esta historia se repite, como dijo Salomón, “No hay nada
nuevo, bajo el sol”. Pero los días así están contados, porque tarde o temprano
tendrán que dar cuentas delante del poder absoluto y la soberanía de Dios. ¡No
habrá escape!
Por otra parte, usted, al igual que yo,
observa que la familia y el matrimonio se desmoronan a pasos insospechados.
Como alguien dijo: “Si la familia está perdida, todo está perdido”. La niñez y
la juventud en nuestro medio, algunas veces, teniéndolo todo se desvían en
forma alarmante. Pareciera no existir solución alguna para esta realidad que
tenemos delante de nosotros.
Crece, además, la angustia a raíz de la
problemática de nuestros esfuerzos para integrarnos a una sociedad como ésta.
La inestabilidad laboral, la competencia entre los compañeros de trabajo, y
sobre todo, las demandas que nos hemos hecho de ser exitosos al adquirir y
mantener posesiones terrenales, nos lanzan en los brazos de la medida de la
felicidad por lo que tenemos, en vez de por lo que somos. Se añade a ello algo
peor, la soledad en medio de la multitud, el vacío en el alma y el temor a la
muerte de un ser querido o la nuestra.
Pues bien, yo no soy un mago que anuncia
transformar la realidad artificialmente. Soy sencillamente un ser humano que ha
recibido el regalo de la vida eterna en Jesucristo. Ha experimentado el impacto
de la poderosa acción de Dios en su vida personal, familiar y eclesiástica.
JESÚS ha llenado mi existencia de propósito. Ahora, sé para que estoy en el
mundo. Soy consciente y me gozo por ello, de que mi caso no es un hecho
aislado. Ha sucedido en millones de hombres y mujeres en todo el mundo, como lo
afirma la Palabra, ellos han pasado de muerte a vida. Hemos oído a JESÚS a
través de la Biblia: “El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se
había perdido”. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino
por mí”. “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da, yo os la doy”.
“Nos se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”. “Yo nunca os dejaré ni
desampararé”. “En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” “Voy pues, a prepara
lugar para vosotros”.
Me siento satisfecho al decirle que esas
verdades de JESÚS pueden ser suyas también. Porque JESÚS nació como nadie
nació, sin pecado. JESÚS vivió como nadie vivió, sin pecado. JESÚS murió como
nadie murió, sin pecado. JESÚS resucitó y ha sido elevado a ser Señor del cielo
y de la tierra. El apóstol Pedro,
quien anduvo con JESÚS los tres años de su Ministerio terrenal dijo: “Porque
también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos
para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en espíritu” (1 Pedro 3:18). JESÚS fue Dios perfecto y hombre perfecto. JESÚS
nos encargó que fuésemos por todo el mundo e hiciésemos discípulos en todas las
naciones. Por eso, cada cristiano es un misionero sin fronteras. Nada ni nadie
podrán detener esta marcha triunfante de la oración, la evangelización y el
discipulado en beneficio de cada hombre y mujer que vengan ante la presencia de
Dios. Esos beneficios se verán en los individuos, en la familia, en la sociedad
y en la nación.
¿No le parece increíble que Dios tenga una
respuesta tan efectiva para el hombre basado solo en su encuentro personal con
JESÚS? ¿No le parece importante que JESÚS, sin ser militar tenga bajo sus
órdenes y en su ejército viviente, la Iglesia, más soldados que todos los
comandantes de los ejércitos del mundo juntos? ¿No le parece significativo que
mientras los que hacen la guerra se llenan de armamentos para enfrentar a sus
enemigos, JESÚS los domina por medio del amor y sin disparar una sola arma?
¿Qué piensa usted del gran número de mártires que hoy mismo están dando sus
vidas por JESÚS en alguna parte del mundo? ¡Alabado sea el nombre de JESÚS! El
volverá otra vez, como lo ha prometido. ¡Esta puede ser nuestra última Semana
Santa aquí en la tierra! ¿Está preparado para esa Segunda Venida de JESÚS?
Afirmo con la Biblia abierta que hay esperanza
para el mundo, a pesar de los esfuerzos del mismo ser humano para destruirlo.
Como dijo el poeta: “Con toda fe muerta se agigante mi fe”. Siente a Dios en tu
vida. Que tu fe en Él sea inquebrantable ante las vicisitudes que tengamos que
enfrentar. Te invito a que disfrutes cada día lo que nadie ni nada te pueden
quitar, el gozo de sentirte seguro bajo la poderosa mano de Dios, porque Dios
es amor, su amor es seguro.
El cristianismo no surgió en una democracia en
donde manda el pueblo, sino en dictaduras sucesivas de emperadores que se
creían dioses. ¡Estamos acostumbrados al ver el avance del Reino por medio del
sufrimiento! Pero volviendo a la idea principal del párrafo. Hay esperanza para
usted, sea cual sea su condición delante de Dios. Convencido bíblicamente de
estas afirmaciones, domingo tras domingo estoy en el púlpito de la Iglesia Bautista
Emanuel, aquí en Toronto, para decir cómo obtener el regalo de la vida eterna
en Jesucristo. En esta tarea me acompañan los miembros y congregantes de
nuestra iglesia que representan unos 15 países. Tenemos un lema: “Somos
cristianos en construcción hacia lo que debemos ser en Cristo”. Por ello, no
nos consideramos perfectos, admitimos que Dios está trabajando en nosotros y
con nosotros. En nuestros servicios adoramos a Dios con cánticos, lecturas y
predicación de la Palabra de Dios.
¡Vamos al Calvario! Porque ese fue el campo
donde JESÚS libró la última batalla por nosotros, los seres humanos. JESÚS salió
victorioso porque al decir “Consumado es”, canceló la separación entre Dios y
los seres humanos que nos venía desde Adán, por cuya desobediencia de primer
hombre fuimos echados del Paraíso, pero por la obediencia de JESÚS recobramos
el Paraíso perdido. Hoy la salvación está servida para todos aquellos que
vengan y acepten el regalo de la vida eterna que es el mismo JESÚS. Estamos en
alguna parte entre el Génesis y el Apocalipsis. Muy cerca de la Segunda Venida
del Señor y Salvador JESÚS. ¡El Rey ya viene! Nosotros estamos de paso por este
mundo. Este mundo no es nuestro verdadero hogar. Aquí, en este mundo, aún,
siendo discípulos de JESÚS, “somos contados como ovejas para el matadero”, y nos
duele en lo más profundo las injusticias. A veces, andamos buscando un hombro
para poder llorar por los sufrimientos de nuestro pueblo terrenal. Eso está
bien, pero el Señor hará descender del cielo a la Nueva Jerusalén, preparada
para que vivamos con JESÚS para siempre. Allí no habrá más lágrimas, ni
sufrimientos, ni más cruces, ni calvario. Solamente el gozo desbordante,
contagioso y eterno. En esa ciudad reinaremos conjuntamente con JESÚS. Por
ahora, podemos ser consolados en todas nuestras tribulaciones y escuchar la voz
de JESÚS que nos dice: “¡Sí, yo vengo pronto!”. Y respondemos llenos de
expectación: ¡Amén! ¡Ven Señor JESÚS!
Oración:
Amado JESÚS:
“Quiero subir la cuesta del
Calvario,
Subir por ella como tú subiste,
Con valor silencioso y temerario…
¡Señor yo quiero ser como tú
fuiste!”
(Braulio Pérez
Marcio)
Perla de hoy:
¡Vamos al Calvario! Allí, “la justicia y la paz se
besaron.”
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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