Francisco Aular
Lectura devocional: Lucas 22:39-46
Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Lucas 22.42 (RV60)
Perdónenme
que comience de una manera muy personal, pero hoy estoy cumpliendo 52 años de
haber nacido de nuevo. Sí, recuerdo que aquel Jueves Santo del año 1963,
leyendo la Biblia, Dios me llevó a San Juan 17:20, y con ese versículo Él tocó
mi corazón. En cierta manera, no lo he alcanzado todo en la vida cristiana en
cuanto a la perfección en Él, pero sigo con un sentido de gratitud hacia mi
Señor y Salvador, creciendo cada día en el camino, la verdad y la vida. Lo que
sí puedo añadir es que Dios me hizo nacer para ser bendecido y bendecir a
otros. Así que, de entre todas las bendiciones que el Señor me ha dado está la
inolvidable visita que hiciera a Israel en 1988, la cual me marcó para siempre.
A continuación relato una experiencia de las muchas que tuvimos allí, en
compañía de mi maestro de Homilética en los días del Seminario don Germán Núñez
Bríñez.
Llegamos al
Monte de los Olivos y al lado del Templo de Todas las Naciones, con sus doce
cúpulas representando las doce tribus, está ubicado el Jardín de Getsemaní,
pero cuando llegamos estaba cerrado, "¡no, no puede ser!", exclamé
con desilusión. A lo lejos, noté que el guardián del lugar se dedicaba a las
labores de limpieza, noté también que era un palestino. Le hice señas para que
se acercara, el hombre vino y nos dijo que cerraban el lugar un día a la semana
por labores de mantenimiento. Insistí, el hombre al ver mi frustración se le
ablandó el corazón, y haciendo señales de que no se lo dijéramos a nadie, nos
dejó entrar. Mi corazón saltaba de alegría y mis ojos no dejaban de disparar
imágenes de todo el lugar. Allí quedan todavía ocho olivos originales, con más
de tres mil años de edad, y en cierto lugar se contempla la roca de la Agonía,
donde se supone que Jesús, oró, lloró y agonizó. ¡No pude resistirme y me arrodillé,
lágrimas de gratitud fluían de mis ojos! Me pareció contemplar a JESÚS
sufriendo, gimiendo en una agonía total, el sudor rojizo de su frente, cayendo
gota a gota sobre aquellas piedras, sentí que toda la tempestad del mundo caía
sobre sus hombros. Más aun, estar ahí en Getsemaní era contemplar que a los
ojos de un Dios tres veces santo, el pecado es tragedia, dolor y desastre. No
existe nada bueno en el corazón del ser humano pecador, la obediencia a Dios es
la columna sobre la cual debiera descansar toda respuesta del ser humano al
amor de Dios, pero desde Adán -el habitante feliz del Jardín del Edén-, la
desobediencia ha sido nuestra única respuesta al Dios Santo.
¡Pero he aquí
el segundo Adán: JESÚS! En Él, la obediencia es total. En toda la historia de
la salvación desde antes de la fundación del mundo, Getsemaní es el punto de no
retorno, es el punto del trueque, del intercambio: ¡Jesús toma el lugar del
pecador! Nadie lo obliga a hacerlo. Pero el amor de JESÚS es grande, y decide
sobre esa base -como el primer Adán-, porque tiene delante de sí el obedecer o
el desobedecer. La lucha es real y se le da la copa del precio que tendrá que
pagar; la toma o la deja. Fue entonces que en mi espíritu, escuché el final más
feliz de toda la prueba de Getsemaní, y también de mi oración: "Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Y, se tomó la copa hasta la última gota: ¡La obediencia, por fin, había
triunfado!
La copa de la
obediencia, no fue tomada en la cruz, sino en Getsemaní. En este jardín hubo
batalla, pero en el Calvario hubo victoria. Sin Getsemaní, no tuviéramos el
Calvario, y sin éstos, no tuviéramos esperanza sobre el dolor y la muerte que
nos trae la Resurrección. Ante ésta visión de la Pasión de JESÚS, cualquier
sufrimiento nuestro, es cosa pequeña y debo aprender a beber con Él, mi copa de
la obediencia. Por eso en mi cumpleaño espiritual ¿Qué más puedo pedirle a
Dios?, y con la poeta chilena Gabriela Mistral, en esta hora en contemplación y
meditación de estas cosas, puedo cantar un:
Himno litúrgico de víspera
Gabriela Mistral
Esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias amado Dios por enviar a tu Hijo a morir
por mí! Tal razonamiento me hace humillarme delante de tu amor, y rogarte que
yo tenga fuerzas para seguir predicando este mensaje. En el nombre de JESÚS,
amén.
Perla de hoy:
¿Está en alguna encrucijada de
la vida? Escoja hacer la voluntad de Dios sin mirar el costo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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