Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura
devocional: 1 Corintios 9:9-19
Porque con esperanza debe arar el que
ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. 1 Corintios 9:10b (RV60)
El
Dr. Leonardo Polo, catedrático de Historia de la Filosofía en la universidad de
Navarra, España, afirmó: “La crisis actual es una crisis de esperanza”. En
efecto, hoy en día, más que nunca, han hecho su aparición magos, adivinos,
brujos, profetas de desastres a corto plazo; hablan, tuercen la historia,
escriben, utilizan los medios de comunicación y van de lugar en lugar, llevando
sus elucubraciones, cuentos y fábulas. Las librerías esotéricas hacen sus
ganancias con la gran clientela de este tipo de literatura. Y la gente les
cree, y los sigue. Porque el ser humano, desde siempre, desde que despertó a la
intriga, a la duda y a la desobediencia, ante el enigmático árbol “de la
ciencia del bien y del mal” -cuyo conocimiento le estaba prohibido-, ha gustado
de explorar y ha puesto su esperanza en los misterios del futuro que su mente
finita predice. Ciertamente, algunos futurólogos de gran talento han estado
preocupados por el porvenir de la raza humana, pero otros, van a los horóscopos
y a los adivinos para intentar superar la crisis de esperanza que los asfixia.
Pero, ¿hay alguien que puede profetizar el destino? Bueno, déjeme decirle que
si tal persona existiera, en pocos días, llegaría a gobernar a este mundo.
Los
vaticinios para este año y el próximo son tan oscuros como lo han sido siempre
en el largo camino que la Humanidad ha recorrido. El ser humano en su afán por
explorar los misterios del futuro, por penetrar lo desconocido y saber cómo
será el mañana, ha cometido muchísimos errores, y para decirlo coloquialmente:
¡No ha acertado ni con una! Se repiten los tópicos: el fin del mundo en mayo
del 2011 -dicen algunas sectas del cristianismo-. Otros han afirmado que Se
terminaría el 21 de diciembre de 2012, porque desde esa fecha el calendario
maya lo había predicho, dijeron otros. ¡Todas esas fechas, vinieros y se
fueron, y aquí estamos! Con esos mismos vaticinios han fallado los famosos
Testigos de Jehová varias veces, y también algunos otros de la teología del
miedo.
Pues
bien, toda esta angustia cósmica a que estamos sometidos, levantamiento de los
pueblos en el norte de África, la represión de los dueños del poder contra los
manifestantes, la reacción de la comunidad internacional ante estos hechos; los
crímenes religiosos de los yijardistas contra los cristianos en Irak, Siría y Kenia;
el peligro nuclear de los países enemigos de occidentes, especialmente Irán y
Corea del Norte; la debacle financiera de las principales economías de los países
desarrollados; el incremento de gobiernos corruptos que frenan la libertad y
prosperidad de las naciones que gobiernan; los millones que mueren de hambre;
la inseguridad social: uno sabe que sale pero no sabe si regresa vivo a casa,
porque los delincuentes están al asecho; crisis de valores; desmoronamiento de
los matrimonios y las familias y otras instituciones tradicionales. Como lo
hemos afirmado, todas estas situaciones producen en nosotros una crisis de
esperanza.
Existe
por decirlo de alguna manera, un debilitamiento y vacilación en las convicciones,
y no se ve a corto plazo una renovación de los valores que nos han sostenido
por siglos. La situación personal, nacional o planetaria nos agobia. No se
trata de que peligre nuestra vida, sino la vida en sí misma. Esto nos lleva a
una sensación de vacío, de cansancio; estamos simplemente agotados antes de
hacer nada. En lugar de vivir, sobrevivimos. Sin duda, tenemos una crisis de
esperanza.
Afortunadamente,
el Hacedor del ser humano tiene un plan para nosotros, comenzó en la eternidad
pasada, existe en el presente, y se proyecta a un fabuloso futuro. Dios nos
creó para Él, y como decía San Agustín: “Oh Dios, nos has hecho para ti, y
nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti…”. En efecto, el
apóstol Pablo había dicho, muchos años antes, que el obrero de Dios emprende
sus mejores esfuerzos con la esperanza de ver el fruto de sus esfuerzos: “Porque con esperanza debe arar el que ara, y
el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.” (1 Corintios 9:10b RV60)
La
esperanza sigue en pie, cuando todo lo que nos rodea parece empeorar.
Ciertamente, así como los árboles lucen secos, como esqueletos emblanquecidos
en el duro invierno, reverdecen ante la inminencia de la primavera. El Dios
invisible, pero presente, es según el apóstol Pablo, “la esperanza de gloria”…
Dios nos ha preparado para salir airosos a pesar de los sufrimientos, las
circunstancias adversas y de nuestras lágrimas. Si la angustia es la realidad
de un mundo injusto y sin remedio, la esperanza de Dios es la salvación posible
en cualquier instante; la salvación es el regalo que Dios nos hace; así podemos
realizar el verdadero propósito de vivir en este mundo y mas allá de esta vida
humana; sí efectivamente, esta es una invitación a nacer de nuevo, para poseer
una fuente inagotable, y entre otras bendiciones, la esperanza: “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios
ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”
(Romanos 5:5 NVI).
De esta manera, la esperanza en el cristiano
no entra en crisis por las circunstancias inmediatas, sino que está siempre
presente y se agiganta por encima de ellas, porque se fundamenta en la fe
inconmovible de un Dios inmutable, siempre dispuesto a cumplir su promesa, y
con la certeza del sembrador que espera a su tiempo una buena cosecha: “Porque con esperanza debe arar el que
ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto” 1 Corintios 9:10b (RV60). Todas estas
promesas, nos permitirán vencer en nosotros, la crisis de esperanza.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Así como el sembrador planta la semilla esperanzado
en su multiplicación al final de la cosecha, igualmente, ayúdame a descansar en
ti y haz que mi esperanza sea viva y creciente. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La
esperanza es confiar que lo que Dios me promete en Su Palabra, lo cumplirá.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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