Francisco
Aular
Lectura devocional: Salmo 126
Irá andando y llorando el que lleva la preciosa
semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. Salmo 126: 1-6 (RV60)
¡Sudor y lágrimas! El liderazgo en el Reino de Dios, es importantísimo. No iremos muy
lejos sin hombres y mujeres llamados por Dios y preparados para servir con
pasión y gozo; con amor y ejemplo, con entusiasmo contagioso; aquel hombre o
mujer llamado por Dios al ministerio, debe saber ante todo las implicaciones
que conlleva, como mínimo, exige rendición de lo que somos y de lo que tenemos:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame.” (Lucas 9:23, RV60).
¡Sudor y lágrimas! JESÚS, nuestro amado Señor y Salvador, lo
explicó muy claro, pero a menudo, nosotros tenemos que repetírnoslo. En una
ocasión, la madre de dos de los discípulos del Señor, le hizo una petición
especial sobre el futuro de sus hijos -no la juzguemos, las madres por lo
general en este mundo proceden de esa manera-, sin embargo, a pesar de su amor
por aquella madre y sus discípulos, JESÚS, no rebajó sus demandas: “Así que
Jesús los reunió a todos y les dijo: «Ustedes saben que los gobernantes de este
mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su
autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente. El que
quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de los
demás.” (Marcos 10:42-44, NTV). Sí, como lo había dicho el salmista, muchos
siglos antes: “Irá andando y llorando…”
¡Sudor y lágrimas! Utilizo la palabra líder de una manera instrumental;
pero la palabra que nos debe identificar a todos los súbditos en el Reino de
Dios, es siervo. Por ejempo, en mi Biblia Reina Valera de 1960, la palabra
siervo se aplica unas 761 veces en el Antiguo Testamento. Aquí se nos dice: “Mi
siervo Abraham”, “mi siervo Jacob”…”mi siervo Moisés”…”mi siervo Caleb”, así
sucesivamente. Le doy un vistazo a
esta misma palabra en el Nuevo testamento la palabra “siervo” en sus distintas
acepciones, aparece unas 124 veces. Esto me lleva a pensan que, la gran
necesidad de las iglesias en el día de hoy, no es la de grandes líderes, sino
de grandes siervos. Estos verdaderos siervos no son elegidos ni designados a
dedo, ni forjado por grandes estudios teológicos, ni en talleres de liderazgo,
al estilo mundano. No niego que esas cosas pueden ser buenas para equipar mejor
a los llamados al servicio en el Reino, pero es mejor que nos despojemos con
humildad de toda grandeza según el mundo: “Así que, si alguno se
limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor,
y dispuesto para toda buena obra.” (2 Timoteo 2:21. RV60).
¡Sudor y lágrimas! Tuve el privilegio de ser el Timoteo, de varios pastores y otros
siervos del Señor, en toda mi carrera como cristiano nacido de nuevo, y puedo
afirma que el liderazgo del Reino de Dios, es ¡sudor y lágrimas! No son la
lágrimas de la autocompasión del “pobrecito yo, cuánto sufro en el ministerio”;
sino el que se pone en acción, y abre túneles en las montañas insalvables, pone
escaleras para superar los muros, y extiende puentes entre los
precipicios. No lo hace,
llevándose a una cantidad de gente por delante, por el contrario es una actitud
de gozo, estímulos, basados en la fe, la esperanza y el amor. Es ante todo, un
servicio espiritual. Pablo, lo explicó así en sus despedida en Mileto:
“Sirviendo al Señor con mucha humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me
han venido…” (Hechos 20: 19, RV60) No será fácil pero la compasión por el ser
humano, “perdido en sus delitos y pecados”, el cuidado de las ovejas del Señor,
y la búsqueda constante del Reino de Dios. nos obligan: “Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida
justa, y él les dará todo lo que necesiten.” (Mateo 6:33, NTV)
¡Sudor y lágrimas! Ciertamente, el liderazgo en el Reino de Dios, no es igual ni parecido a como el mundo
lo ve. Los ejércitos de las naciones, tiene su fundamento en la obediencia y
castigo, se les rinde honor a sus líderes y se les pide permiso para hablar con
ellos. Los políticos están dispuestos a vender sus almas al diablo con tal de
abrazar y sostener, el poder. Las grandes compañías tienen al frente de ellas,
a hombres o mujeres a los cuales se les paga bien para que ellos dirijan y
tomen sus decisiones que les beneficien.
Esto lo comprobé mejor en una entrevista con la
gerente del banco en dónde he sido cliente por muchos años, fui a solicitarle
un préstamo para mandar a publicar un libro que había escrito; al hacerme una
investigación sobre mis bienes aquí en la tierra, no encontramos nada que me
sirviera de garantía. “No poseo bienes materiales”, le confesé. Nunca he
olvidado lo que aquella mujer, me dijo: “Señor Aular, los bancos no tienen
corazón”, y como sabía que yo era el pastor de la iglesia, me remató mis
aspiraciones, afirmando: “No somos la Madre Teresa…” Se suponía que yo llorara
al salir de aquel banco, sin embargo, todavía me río.
Sincereamente, mis verdaderas riquezas, las he
acumulado y las he estado inviando al cielo por adelantado… Ahora bien, yo no
he hecho ningún voto de pobreza, simplemente, oigo al mi Rey decir: “Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no
pueden destruir, y los ladrones no entran a robar.” ( Mateo 6:20, NTV). De esta
manera, nunca se nos debe olvidar, el llamado que Dios nos ha hecho para
servirle a Él, porque implica: ¡Sudor y lágrimas!
Oración:
Amado Padre
celestial: ¡Gracias por tenerme por fiel y ponerme en este desafiante
ministerio! Estoy llevando el arado que me diste, y te lo regresaré algun día
oxidado por mi sudor y mis lágrimas. Ayúdame a cruzar la meta. En el nombre de
JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Nada
habla con más claridad nuestro llamado al servicio en el Reino que la cruz de
nuestro Rey.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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