Francisco Aular
Lectura devocional: Isaías 55:1-13
¡Hoy daré lo mejor de mí!
Porque con alegría saldréis, y
con paz seréis conducidos; los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de
júbilo delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas. Isaías 55:12 (La Biblia de las Américas)
¡Hoy daré lo mejor de
mí! Porque sólo
tenemos una vida para vivir, y hay promesas de la misericordia por gracia de
parte de Dios para mí. La vida es un tesoro y al no entenderlo, lo podemos derrochar,
y como el agua –lo queramos o no- se nos desliza entre los dedos. Vivir es ser
conscientes de que en este universo somos apenas pasajeros en un tren veloz.
Vivir como si hubiésemos llegado a este mundo para nunca más irnos, no es
vivir. Aunque lamentemos amargamente el tiempo perdido, no podemos hacer nada
para redimirlo volviendo a vivir: “Todo
lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba, no habrá trabajo ni
proyectos ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10, NTV). Uno no puede
dar de lo que no tiene, tampoco puede mejorarlo. Únicamente una vida rendida al conocimiento de la verdad
divina y la sabiduría espiritual, y con la seguridad del amor y el perdón de
Dios es una vida verdadera, y así puedo dar lo mejor de mí porque el amor de
Dios ha sido derramado sobre nosotros: “Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues
sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo
para llenar nuestro corazón con su amor” (Romanos 5:5, NTV).
¡Hoy daré lo mejor de mí! Adueñándome
de lo que Dios ha creado para mí por medio de mis emociones positivas. Sé que
existe un ciclo en las cosas, un desfile continuo de grandes acontecimientos a
mi alrededor que no puedo cambiar: el frío invierno llega, haré que haya
belleza en él; cuando llega la primavera los árboles que antes lucían como
huesos secos, cobran vida, así que me uno a ese despertar con todo gozo; el
verano con sus días largos y calurosos me invita a que disfrute ríos, mares y
lagos para darme un chapuzón en ellos; el otoño con sus mil colores en los
árboles y la nostálgica caída de sus hojas me recuerda que esta vida humana es
breve, por lo cual, aprovecharé cada minuto de ella para lo grande, lo hermoso
y lo puro. No desperdiciaré la luna llena, ni la media luna; no perderé la
hermosura del amanecer, ni la belleza del crepúsculo; como un chiquillo cantaré
y saltaré debajo de la lluvia; estaré listo para la siembra y también para la
cosecha; veré la partida inevitable de las aves hacia el sur a principios del
invierno, pensando en su retorno bullanguero en la primavera; la muerte de las
flores y de mis tulipanes en el jardín es inevitable en el invierno, pero su
resurrección en la primavera es una muestra de que la tumba no será mi final,
estoy destinado a una resurrección y a un cuerpo resucitado. Así, la naturaleza
me contagia con sus distintos estados de ánimo y yo, como el profeta y poeta
Isaías, aprovecho esos ciclos para ver como los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo
delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas. ¡Me uniré a ellos en alabanzas eternas a mi Creador!
¡Hoy daré lo mejor de mí! Exigiré a mis emociones que hagan lo
que yo quiero y den lo mejor; no dejaré que ellas me esclavicen, ni me lleven a
la autocompasión, a la ira, a la tristeza, a la depresión y al fracaso. Hoy seré
como el canario que no canta porque es feliz sino que es feliz porque canta;
cuando la tristeza quiera asomarse a mi rostro, la cambiaré por una sonrisa; si
el miedo intenta paralizarme, me lanzaré en carrera para vencerlo; si me siento
como si no valiera nada, recordaré que no soy un accidente en este mundo, Dios
me hizo con un propósito; me daré un buen baño, perfumaré mi cuerpo, vestiré
ropas nuevas y saldré con mis hombros en alto para conquistar al mundo; veré a
los demás a los ojos cuando les hable y gentilmente levantaré mi voz, eso me
dará seguridad; cuando sienta que no tengo lujos como los demás, diré como el
Apóstol: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad” (Filipenses 4:11,12), y también como él podré decir,
exclamar, recitar o cantar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4:13). Con todo eso afirmándose en mí, mi actitud podrá decir: ¡Hoy daré lo mejor de mí!
Oración:
¡Gracias Señor por darme esta salvación tan grande! No hay manera en que
pierda teniéndote a ti, me hiciste con el propósito de rendirte honor y gloria para siempre. Enséñame Señor a
mostrar lo mejor de mí por donde vaya. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Nada que no sea dar lo mejor de
nosotros es digno de Dios.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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