Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Juan 20:19-23
¡La paz sea con
ustedes!— repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a
ustedes. Juan 20:21 (NVI)
Nuestro siglo veintiuno,
que debería ser un siglo de paz entre los seres humanos, no lo es. Lo empezamos
ufanándonos de nuestro innegable progreso y de los adelantos científicos y
tecnológicos, pero, ya hemos desperdiciado más de una década en conflictos y
guerras en casi todo el mundo. Así era el mundo antiguo, y así continúa en la
actualidad. Hace muchísimos años que un salmista escribió: "Mucho tiempo ha morado mi alma con los
que aborrecen la paz. Yo soy pacífico; mas ellos, así que hablo, me hacen
guerra" (Salmo 120:6,7). Imagínense si reaccionamos de ese modo con un hombre de paz,
¿cómo será cuando habla el que ama la guerra?
Pero la paz que propone el
ser humano, nunca será perfecta. La paz del mundo es algo tan frágil que el
padre de la bomba atómica, Albert Einstein (1879-1955) dijo: “Cuando
me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba
atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz.” Igualmente un diplomático
oriental dijo: “Quien quiera
sangrar menos en tiempos de guerra, tendrá que sudar más en tiempos de
paz". ¡No tenemos ningún motivo de orgullo de un mundo así!
Ahora bien, existe otra paz, la de Dios. Esta
paz no se trata del débil compromiso que sólo es de corta duración entre los
gobernantes de este mundo, como bien lo dijera el Apóstol: "Que cuando
digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción
repentina…" (1 Tesalonicenses 5:3). No, la paz de Dios, no es la paz que
produce el cese de las hostilidades, sino la paz que encontramos a pesar de los
problemas y las tormentas de la vida, a través de la fe en JESÚS resucitado y
triunfante.
En efecto, las primeras palabras que JESÚS
pronunció al saludar a sus discípulos, aquel día de su resurrección, fueron:
“Paz a vosotros”. ¿Cómo JESÚS garantiza esta paz? “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los
discípulos se regocijaron viendo al Señor” (v.20). Aquí estamos en la presencia
de la llamada Gran Comisión, ¡que es el mandato de llevar el Mensaje de la paz
de Dios por todo el mundo! ¡La resurrección de JESÚS es la esperanza viva de
nuestra resurrección!: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como
me envió el Padre, así también yo os envío” (v.21).
¿Cuál es el
poder del Mensaje? El Señor, los invistió de su poder, a través del Espíritu
Santo: “Y habiendo dicho esto,
sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (v.22). De allí en adelante el
Evangelio o la Buena Noticia libera cuando la predicamos y, retiene esta
bendición cuando callamos: “A quienes remitiereis
los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son
retenidos” (v.23). Por todo esto, nosotros vamos por el mundo llevando el
Mensaje de paz: “y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz”
(Efesios 6:15; RV60).
¿Tenemos conflictos y luchas lo que llevamos
el Mensaje? Ciertamente, pero por encima de todo, nosotros, ¡anunciamos la paz
en la tormenta!
Se cuenta que un cierto rey prometió un gran
premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente
hubo dos que en verdad le gustaron. La primera mostraba un lago muy tranquilo,
espejo perfecto en donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas
se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron
esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta. La segunda
también tenía montañas, pero estas eran escabrosas, sobre ellas había un cielo
oscuro del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo
parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Esta imagen no se revelaba para
nada pacífica, pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó
que tras la cascada, crecía un delicado arbusto. En él había un nido, y dentro
de él, en medio del rugir de la violenta caída del agua, un pajarito.
¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora?
El rey escogió la segunda. La paz –explicó-, no significa estar en un lugar sin
ruidos, sin problemas, sin dolor, sino, significa que, aun en medio de estas
circunstancias, nuestro corazón puede permanecer en calma. Esta paz solamente
está en Cristo, como lo dice el Apóstol: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús” (Filipenses 4:7).
Así, que en este momento, invoco la bendición de Dios sobre ti con las
palabras con que el Señor nos ordenó bendecir: “El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro
sobre ti,
y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro,
y te dé paz” (Números
6:24-26; BLA)
Oración:
Amado Padre celestial:
Gracias por tu Hijo JESÚS, Él es la paz. En esta hora le brindo toda mi
adoración y alabanza porque "Él hizo la paz mediante la sangre de su
cruz". Mi paz no depende de mí, sino de Él. Como los primeros discípulos
que, en medio de la oscuridad de sus temores, escucharon de los labios del
Señor, cuando les dijo:" ¡La paz sea con ustedes!". Tú eres, amado
Padre, un Dios de paz y en ti descanso. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy
La paz perfecta no es algo,
sino Alguien: ¡JESÚS! En Su paz tendremos paz.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para
disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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