Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura
devocional: 1 Reyes 19:1-18
— ¿Qué haces aquí, Elías? He servido
con gran celo al SEÑOR Dios Todopoderoso; pero el pueblo de Israel ha roto su
pacto contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el
único que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también. 1 Reyes 19:13b,14 (Nueva traducción viviente)
¿Alguna vez has pensado en abandonar lo que Dios te comisionó? ¿Te
sientes fatigado de tus mejores intentos y no ves fruto? ¿Sientes en la labor
que realizas presiones que te vienen de todos lados, especialmente, dentro de
ti mismo? ¿Has pensado en rendirte y tirar la toalla? Bueno, tirar la
toalla es una frase prestada del lenguaje boxístico, y
significa claudicar, renunciar, rendirse ante las dificultades de algo. En el
boxeo, cuando el entrenador de uno de los contendientes considera que su
pupilo está siendo claramente derrotado, y el seguir la pelea pone en peligro
la salud del boxeador, arroja la toalla para dar a entender al árbitro que debe
parar la pelea y dar como vencedor al otro púgil.
Permítanme
relatarle una experiencia personal que viene al caso. Yo tenía apenas seis
meses en los caminos del Señor, cuando la iglesia me nombró director de la
Unión Bautista de Preparación; fue la primera responsabilidad que asumí en la
iglesia, y la primera persona nombrada para fundar ese departamento dentro del liderazgo
de la iglesia; el Padre Celestial vino a mi auxilio, como lo ha hecho siempre
que se me ha dado una responsabilidad. Tuve muchas presiones internas, pero la
posibilidad de renunciar nunca vino a mi mente. Entendí que el Señor me había
dado aquella responsabilidad y la tendría que llevar hasta el final del período
designado. Así ha sido toda mi vida frente al liderazgo. Sé que cualquier
decisión que haga afectará, directa o indirectamente, la obra de Dios. Por
ello, y alabado sea Dios por su gracia, no se sabe que yo haya renunciado a
nada en la obra que se me haya pedido hacer. Es decir, tirar la toalla no es
una opción en mi liderazgo, ¡cuando sé que es una designación del Señor para
mí! ¿Cómo sé que Dios me ha puesto en ese lugar? Bueno, porque no creo que yo
sea un accidente en este mundo, y por lo que Dios me permita ser y hacer con
los dones y talentos que me ha dado para servir en su Nombre en cualquier lugar
en que me coloque; por eso mi lema en el ministerio es el mismo del apóstol
Pablo: “Pero mi vida no vale nada para mí a menos que
la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de
contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios”
(Hechos 20:24 NTV).
En la actitud del profeta Elías -de huir por temor
a la diabólica Jezabel, después de haber sido el instrumento de la divinidad
para mostrarle al pueblo de Israel, quién es el verdadero Dios-, encontramos el
camino al desánimo en el liderazgo, que termina en la renuncia. La depresión en
que cayó el gran profeta fue tal, que sus mismas palabras expresan el dolor de
su alma y de su espíritu: “Luego siguió solo todo el día hasta llegar al
desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta
ya, SEÑOR; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron”
(1 Reyes 19:4). Sin embargo, en toda la huida
del profeta Elías, él no va solo, Dios va con él, lo alimenta, lo arrulla, lo
sostiene: “Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un
ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su alrededor, y
cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un
jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse” (1 Reyes 19:5,6).
Elías cayó en un síndrome que yo denomino el terrible PY (pobrecito yo). La
autoconmiseración, es la verdadera razón detrás de muchas renuncias en la
misión que Dios nos ha encomendado.
Ahora bien, nunca debemos olvidar como
líderes en la obra de Dios, que como al Profeta, Dios te sostendrá para que
termines tu labor con éxito: “Mientras iban caminando y conversando, de
pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de fuego. Pasó entre los
dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo por un torbellino” (2
Reyes 2:11). ¡Dios se llevó a Elías directamente para el cielo, sin ver la
muerte física! Unos mil años después de la experiencia del profeta, en solo dos
versículos se describe su biografía: “Elías era hombre sujeto a pasiones
semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no
llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y
el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17,18 RV60).
Es posible que como Elías, estés desesperado
por las circunstancias, por las luchas y peligros que te rodean y amenazan tu
vida. En lugar de renunciar y huir, detente, deja que Dios tome tu defensa en
sus manos, Él y sólo Él, conoce tus potencialidades porque Él te hizo; Él está
trabajando, y trabajará contigo hasta el final que Él mismo te ha designado. En
su trabajo con nosotros los seres humanos, Dios nunca ¡tira la toalla!
Oración:
Padre Celestial:
En esta hora difícil en que estamos, tú necesitas a
hombres y mujeres que crean, lo que tú en tu gracia has prometido para ellos,
al llamarlos para tu servicio. Señor, me has llamado para servirte, por favor,
dame tu fuerza para vencer. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Romanos
11:29). ¡Ni un paso atrás! ¡No tires la toalla!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe una lección por
aprender?
¿Existe una bendición para
disfrutar?
¿Existe un mandamiento por
obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento
para llevarlo conmigo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios