La Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana, en sus comienzos, empezó a hacer un paseo anual, -en la fecha patria del 5 de julio- hacia el litoral. Entonces, viajábamos en un autobús alquilado, a un lugar hermoso llamado “Ciudad vacacional de los Caracas”. Aquel 5 de julio de 1964, coincidía con la Reunión Anual de los Misioneros bautistas del sur de Venezuela. Guardo hermosos recuerdos de aquellos días en que era un nuevo convertido y quería conocer mejor a esos misioneros, estadounidenses que habían dejado su país para dedicar sus vidas al servicio del SEÑOR, en mi país, Venezuela.
Al terminar un tiempo de compañerismo se acercó un hombre joven, y me dijo: “Mi nombre es Roberto Tucker: y soy un tejano que llego para servirle a ustedes aquí en Venezuela con mi familia. Mi piel es diferente a la suya, pero tenemos un mismo corazón para servir al SEÑOR…” ¡Eso es un misionero!
Gracias al SEÑOR desde 1949, la obra venezolana contó con más de 100 familias estadounidenses cuyo campo de acción fue Venezuela hasta el año 2016. Trabajamos bajo el lema: “Una sola obra”. Con ellos aprendí en la práctica, responden a la pregunta: ¿Cuánto vale un misionero?
La agencia misionera bautista estadounidense, consideró que los bautistas venezolanos, tienen madurez en CRISTO y están produciendo sus propios misioneros, y ya estamos en varios países… ¡Alabado sea el SEÑOR!
Ahora bien, aquí cabe la pregunta ¿cuánto vale un misionero? ¿Qué precio le podemos poner a esos que abandonando todos los sentimientos por el lugar en donde se ha nacido, se van dispuestos y disponibles a plantar nuevas iglesias en otros lugares? Creo que las palabras de JESÚS, nos ayuda a valorarlos en todo su precio:
“¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?” (Marcos 8:36,37 NTV). ¡En realidad un misionero vale lo que vale un alma para el SEÑOR!
Me llena de entusiasmo lo que DIOS está haciendo en esta hora en varios lugares del mundo. El SEÑOR de los campos blancos que están listos para la siembra abundante, está llamando y enviando, miles de nuevos obreros en esta hora, es secreto es este:
“La mies a la verdad es mucha, más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a sus mies”. (Lucas 10:2, RV60).
En consecuencia: ¡Muchísimo vale un misionero! Es una afirmación positiva para que no nos olvidemos de ellos, ni dejemos de orar por ellos, ni tampoco dejar de sostenerlos dignamente en los lugares a donde los enviemos. ¡Demos ofrendas misioneras que den realce a la obra que los misioneros realizan!
El apoyo financiero de los misioneros que enviamos, es: “Sostener la soga”, como lo dijo el primer misionero de las misiones modernas: William Carey (Inglaterra 1761-1834). En 1773, salió a la India, y por 40 años, sirvió allí. La idea es que, así como los mineros bajan a las profundidades de la tierra, amarrados, en búsqueda del oro; sus compañeros les sostienen la cuerda para que no perezcan en la tarea. ¡Mucho más importante que el oro, es un alma! ¡Debemos buscarlas donde estén y a cualquier costo! ¡Es ahora o nunca!
En lo personal soy fruto de una pareja de misioneros estadounidenses que DIOS envió a Venezuela en noviembre de 1952, hace ya 70 años... En efecto, Charles y Shirley Clark, ministraron en Maracaibo, luego de 10 años allí, se mudaron a Caracas, para pastorear a la Misión Bautista Emanuel. ¡Lo que diré me emociona hasta las lágrimas! No existe casualidad, sino causalidad…Carlos Clark, predicó su primer sermón aquel mes de agosto de 1963, y yo, fui su primer fruto.
Imposible decir en pocas palabras, cuanto le agradezco al SEÑOR por la vida, ministerio y ejemplo de mis padres espirituales, Carlos y Shirley Clark. ¡Qué el PADRE me los bendiga y premie en esta hora! Por eso puedo decir, no con una pregunta, sino con una fuerte afirmación: ¡Cuánto vale un misionero! Allí va el poema:
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