Francisco Aular
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MIÉRCOLES, 24 de agosto de 2022
Lectura devocional:1 Corintios 9:1-16
Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio! 1 Corintios 9:16 (RV60)
El avión que me llevaba a Chile volaba sobre la Cordillera Andina, el piloto nos habló, diciendo: “Por favor, miren por la ventana”… y continúo: “¿Se imaginan a José de San Martín, remontando esas montañas con su ejército?” No dijo más, todos en el avión nos quedamos en completa reflexión.
En efecto, la historia dice que el 18 de enero de 1817, el general argentino José de San Martín salió de Argentina, al frente de su ejército para librar a este país del dominio de España. Entre su punto de salida y su destino se alzaban los Andes, como una barrera formidable y aparentemente infranqueable. Entonces, el ejército libertador se dividió en tres columnas, dos de las cuales penetraron en Chile por el paso de los Patos y otra por el desfiladero de Uspallata.
El cruce de los andes es considerada aún en nuestros días como una de las más arriesgadas empresas militares de la historia. Después de 18 días de penalidades increíbles, que le costaron la pérdida de un tercio de su ejército, gran parte sus bagajes y caballos al cruzar la segunda cordillera más alta del mundo, y el 12 de febrero de 1817, se libró la batalla de Chacabuco contra el ejército realista y logró un triunfo decisivo en la gesta de la Independencia de Chile. Y, así San Martín, y el chileno O'Higgins, se llenaron de gloria en aquella memorable ocasión.
Podemos preguntarnos ¿Qué llevó a aquellos hombres a arriesgarlo todo por una causa? Sin duda, la motivación, el impulso interno, porque generalmente, esta es la fuerza impulsora de la cual dependen los resultados en muchas empresas de la vida. Sin embargo, la motivación sola no hará mucho, sino se le pone la chispa de la pasión.
La pasión es sentir fuego en los huesos, es el entusiasmo con el cual acometemos una tarea, la cual echa fuera la mediocridad y no descansa hasta no ver realizado esa visión o ese sueño, o nos lleva por encima de los obstáculos y adversidades de la vida.
Es imposible viajar por este mundo en el cual vivimos, y no darnos cuenta de las multitudes que todavía no han sido confrontados con el Evangelio, ni siquiera con la motivación que trajo a JESÚS a la tierra hace dos mil años, con el fin de que hagan una entrega personal, por medio de la fe y el arrepentimiento para con DIOS, y hagan a JESÚS, el SEÑOR Y SALVADOR de sus vidas, y de esta manera nazcan de nuevo y tengan vida eterna.
¿Cómo hacer para evangelizarlos? ¿Qué necesitamos? Necesitamos urgentemente estar presos por una genuina motivación para llevar el mensaje de salvación a los perdidos y una pasión evangelizadora capaz de lograr lo imposible para la gloria de DIOS.
Esta pasión fue lo que hizo exclamar al Profeta Jeremías: “Si digo: “No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”, entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más” (Jeremías 20:9) La misma pasión ardía en el corazón del Apóstol Pablo, cuando tuve que defender la razón, esencia y motivación de su apostolado, escribió: “Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!” (1 Corintios 9:16).
¡Cuan grandes son las posibilidades de esta pasión divina tanto en nosotros como en nuestras congregaciones hoy en día! Echemos bien fuera de nosotros, todas esas cosas que nos distraen del verdadero propósito por el cual todavía estamos en esta tierra, Biblia en vano, llevar el Evangelio, sin aditivos, sin ofertas de gracia barata, sino como lo escribió Juan:
Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida. Juan 20:31 (NVI). ¡CRISTO es la VIDA ZOÉ!
¡No llevamos un Mensaje nada más o simplemente religión, o algo a los que están sin ÉL! Llevamos a Alguien a ¡JESÚS! “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. (1 de Juan 5:11,12, RVC).
Ciertamente, la pasión evangelizadora es fuego que da vida.
Oración:
PADRE AMADO: Ayúdame a comprender que este fuego en mis huesos que siento por anunciar tu Palabra, eres tú. Dame el valor para hacerlo como el propósito de mi vida, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Un encuentro con DIOS en forma personal, y definitiva debe preceder al inicio y desarrollo de la pasión y la motivación evangelizadora, porque nadie pueda dar, lo que no tiene.
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