Francisco
Aular
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Lectura
devocional: Lucas 1:26-38
Y ahora,
concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el
trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin. Lucas 1:31-33 (RV60)
¿Quién tuvo en Mente la
Natividad de JESÚS? Una celebración como ésta como en todo lo que vemos en la
Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad, estuvo en la Mente de Dios
-desde el principio en la eternidad pasada-, y por ello, cuando Adán y Eva
obediendo a la “serpiente antigua” (Satanás) se apartaron de Dios, el Creador
se dirigió al impostor y le dijo: “Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15).
Este versículo es conocido como el “Proto-Evangelio”. Sin embargo, esta profecía se cumplió cuando el ángel le dijo a María:
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás
su nombre JESÚS.” (Lucas 1:31, RV60).
¡JESÚS es el Nombre sobre todo nombre! Y Todos
estos acontecimientos proféticos son partes del ambiente de la Natividad del
Señor. ¿Cuál es el ambiente de aquella primera Navidad? ¿Es
importante que celebremos la Navidad? Creo que sí, ya que tanto el primer
Evangelio escrito por Mateo, un judío, como el escritor y médico Lucas, un
gentil, dedicaron mucho espacio para contarnos la historia de la Natividad del
SEÑOR JESÚS. Todos los grandes especialistas y filólogos biblistas, nos señalan
que ambos escribieron originalmene en griego. Y desde ese idioma el relato ha
sido traducido actualmente a muchísimo idiomas. ¡Gracias al SEÑOR nosotros
disfrutamos a la Palabra de Dios, en nuestro idioma español!
La
Navidad está llena de recuerdos imborrables. Es admirable, que una sociedad
materialista, secular y global como en la que estamos viviendo, no haya sido
capaz de acabar con el amor, la fe, la esperanza, y aún la ilusión de estas
fechas. El Señor nos dijo que no solo de pan y del bienestar material vivirá el ser humano.
Porque el ser humano además de cuerpo y alma,
es también espíritu, y por eso, aunque sea de manera superficial, necesita
alimentarse de una fiesta del
espíritu, como lo es la celebración de la verdadera Navidad. La Navidad nos
lleva al relato bíblico y nos pone en contacto con los secretos de Dios para
salvar al pecador y volverlo a una relación con Él.
En efecto, cada año al llegar
diciembre, los relatos de la Palabra de Dios sobre la Navidad desfilan ante
nosotros con todo su contenido espiritual, humildes y verdaderos. Si tuvimos el
privilegio de venir al mundo en un hogar en donde la Biblia ocupaba su
verdadero lugar, entonces, estamos familiarizados con esos relatos desde que
tuvimos conciencia, y los recordaremos años tras años, contándolos a nuestros
hijos y nietos; esos relatos son seguros, aleccionadores e inmortales, ente los
más resaltantes encontramos: La fascinante Anunciación del ángel a la virgen María; la vigilia de
los pastores cuidando sus rebaños, y de repente la aparición de los ángeles que
no pudieron callar el Nacimiento de JESÚS, y alabaron a Dios, diciendo:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los
hombres!” (Lucas 2:14); el nacimiento de Juan el Bautista; el sueño de José
confirmando que un milagro había ocurrido en el seno virginal de María; el
nacimiento de JESÚS en un lugar de pobreza extrema, un pesebre fue su cuna; el
asombro y gozo de los pastores al verificar la realidad de la noticia y de las
profecías; la circuncisión de JESÚS; el descanso definitivo de Simeón porque el
Espíritu Santo le había revelado de que no moriría sin tener en sus brazos al
Mesías prometido; y las acciones de gracias de Ana, la ancianita que permanecía
en el templo desde hacía ochenta y cuatro años, orando y ayunando en espera del Mesías; años más tarde, la
estrella con su fulgor que apareció en el cielo para guiar a los tres sabios
que vinieron desde lejanas tierras para adorar a JESÚS; la matanza de los niños
decretada por el rey Herodes; la huída a Egipto, y el posterior regreso a
Jerusalén: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la
gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40 RV60).
Sí, el Cristianismo tiene
historia, empezando desde un humilde pesebre en la primera venida de JESÚS,
hasta llegar a su entronización definitiva como SEÑOR de señores y Rey de reyes
al final de la historia, tal y como la conocemos: “Y miré, y oí la voz de
muchos ángeles alrededor del
trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de
millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar
el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la
alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo
de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al
que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:11-13 RV60).
Cierto, ¡otra vez Navidad!, y
con esta celebración, una nueva oportunidad se nos presenta a los cristianos
nacidos de nuevo para volver a contar la bella historia que cambió al mundo;
porque ese hecho fue la culminación de la historia de la salvación del ser humano, lo que
habíamos perdido en el Edén, lo recobramos en el pesebre y en el Calvario. La
Navidad, la Encarnación del
Verbo, es la suma de las verdades divinas reveladas por el mismo Dios que vino
a buscarnos y salvarnos. Poco importa si JESÚS nació en diciembre, en abril o
en septiembre. La Navidad no es una fecha; es un estado de salvación espiritual
concebida en la mente divina para llevarnos a ser familia de Dios. ¡Esto hay
que celebrarlo!, así que cualquier hora, día o mes del año es bueno para hacerlo, porque no es
un día al año, nada más, en definitiva, Navidad es la memoria de todas las
memorias nobles que el ser humano percibe con todo su ser, espíritu, alma y cuerpo. Recibamos la
buena noticia que celebramos en estos días, y digamos con gozo espiritual:
¡Otra vez Navidad! ¡Feliz Navidad!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por darnos esa
primera Navidad! Ayúdame a contar otra vez, esa bella historia; que no me
pierda nada más en la celebración, sino en ver al Celebrado, y darle un lugar
en el pesebre de mi corazón; darle las gracias, por la fe, el amor y la
esperanza en Él. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Navidad es una fiesta del espíritu, en donde JESÚS ha entrado dándole vida en
abundancia.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la
cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición
para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento
por obedecer?
¿Existe algún pecado por
evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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