Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Gálatas 4:1-7
Pero,
cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una
mujer y sujeto a la ley. Gálatas 4:4 (NTV)
DIOS es espirítu pero se expresó corporalmente en
JESÚS.
Estamos viviendo tiempos difíciles; tiempos en los
cuales pareciera que vivimos en reversa en vez de avanzar; indudablemente estos
son tiempos proféticos: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que
tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por
dulce y lo dulce por amargo!.”(Isaías 5:20 NVI). En efecto, estamos viviendo en
tiempos amargamente conflictivos, de total desprecio a la vida, desprecio al
cuerpo. En un país de Latinoamérica, tristemente, este año se cierra con una
proyección estadística de unos quince mil homicidios, y muchos de ellos,
murieron con sus cuerpos jóvenes. El terrorismo a escala mundial que masacra
los cuerpos de seres humanos inocentes en nombre de su religión, los que los
aniquilan porque no son de su misma ideologías; las guerras que no cesan a
pesar de tantas asambleas mundiales sobre la paz; el dramático aumento del
número abortos; los suicidios; la autodestrucción de los cuerpos por medio de
la farmacodependencias. Estas son apenas, algunas conductas dañinas las cuales
está desvalorizando el cuerpo humano que, polvo o no, es la creación más
amorosa, inteligente y más perfecta de Dios.
El dualismo
helénico consideraba el cuerpo como el compañero malo de alma, ésta estaba
prisionera de aquel. El cuerpo, sostenían los griegos, no es esencial para la
persona. Se posee solamente por su razón instrumental más o menos deficiente.
En un texto de “Fedón” Platón dice que por culpa del cuerpo, al ser humano “no
nos es posible tener un pensamiento sensato”.
Los judíos, en
cambio, afirmaban que la persona no puede prescindir del cuerpo. El ser humano,
insistían los judíos, no tiene un cuerpo: es un cuerpo. Una casa está hecha de
materiales de los que ninguno es casa; de la misma manera un cuerpo está
formado de miembros de los que ninguno es el cuerpo, pero que, todos juntos, lo
constituyen.
Me adelanto en
decir que esta maravilla anatómica no es consecuencia de una evolución
biológica a partir de una célula marina; es creación única y directa del Logo,
de la Palabra, de Dios. De ahí su gran valor, de allí el respeto y honor que
aún después de muerto el cuerpo, se le honre.
Por otra
parte, en la concepción cristiana del Nuevo Testamento, el cuerpo recibe su
lugar que le corresponde: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios”. (1
Corintios 6:19-20). Pues bien, ¡Todas esas doctrinas filosóficas o religiosas
que castigan al cuerpo que lo maltratan, que lo afean, que lo menosprecian,
están muy lejos del Cristianismo verdadero! La maldad no surge de nuestro
cuerpo sino de nuestra mente carnal, del corazón como lo dijo JESÚS. Es
naciendo de nuevo por la fe en JESÚS como llegamos al alcanzar lo máximo del
plan eterno que Dios tiene para nosotros, ser familia de Él, y vivir y reinar con
Él para siempre. Es más, el Cristianismo bíblico, no concibe la felicidad
celestial en el alma separada y prescindiendo del cuerpo, a la manera griega,
sino que recurre al futuro cuerpo resucitado que como JESÚS, algún día poseeremos,
que si bien es distinto al que se deposita en la tumba, continúa siendo
indispensable en el plan eterno de Dios.
De esta
manera, llegando el tiempo en que, la Palabra, el Verbo había de hacerse un
cuerpo, el Padre le “preparó cuerpo”. Según la expresión de Hebreos 10:5. De
esta forma Dios estaba revalorizando al cuerpo humano, elevándolo desde donde
había caído por la desobediencia de Adán hasta su plenitud en la perfección de
la obediencia en JESÚS, de esta manera, el cuerpo volvió a su categoría
original que Dios tuvo en mente: Desde
antes de crear el mundo, Dios nos eligió por medio de Cristo para que fuéramos
sólo de él y viviéramos sin pecado. Dios nos amó tanto que decidió
enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos, pues así había pensado
hacerlo desde un principio. Dios hizo todo eso para que lo
alabemos por su grande y maravilloso amor. Gracias a su amor, nos dio la
salvación por medio de su amado Hijo. (Efesios 1:4-6 La Biblia lenguaje
actual). Partiendo desde allí, se hace claro en nosotros que la gran
celebración que hacemos en estos días es que, la Navidad es la Encarnación del
HIJO para comprarnos la Salvación y llevarnos a ÉL.
Oración:
Padre eterno:
Me doy cuenta una vez más que no existo por
casualidad, mi vida tiene un propósito llegar a conocer a JESÚS, la Palabra
Encarnada. Ayúdame a anunciar el corazón de la verdadera Navidad: Dios con
nosotros. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No menosprecies a tu
cuerpo en estas fechas, cuídalo como templo que eres de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe algúna bendición para disfrutar?
¿Existe algún
mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios