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Pasaje devocional: Malaquías 2:8-11
¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?
¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el
pacto de nuestros padres? Malaquías 2:10 (RV60)
¿Qué pasa cuando el
pueblo de Dios se corrompe? ¿Qué ocurre cuando los dirigentes espirituales
pierden su autoridad espiritual? ¿Qué sucede cuando no existe diferencia entre
los buenos y los malos? Entonces, hace falta un llamado de Dios a la santidad,
a la rectitud. En momentos como esos tenemos que considerar que Dios ama a Su pueblo y por lo tanto lo puede
disciplinar para volverlo al camino. De eso trata, el libro de Malaquías, que
como sabemos, sirve de puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Ahora bien,
hagámonos otra pregunta necesaria: ¿Cómo fue que el pueblo de Dios pagó la
consecuencia de una desobediencia tan grande? Según la historia bíblica por
aquel desvío a los preceptos divinos, Dios usó a los babilonios para castigar a
los judíos por lo tanto fueron
esclavizados por el imperio babilónico y llevados a Babilonia, capital de dicho imperio.
Después de esto el
imperio babilónico cayó en manos de los persas y asirios. Ciro, el rey Persia
fue más benévolo con los judíos que los babilonios y les permitió regresar a su
tierra, en los tiempos de Esdras y Nehemías, y bajo la dirección de aquellos
hombres piadosos, se reconstruye el templo y la ciudad de Jerusalén. Al retornar el pueblo judío
a su tierra, surge un despertamiento espiritual y se hacen profundas reformas
religiosas y los dirigentes religiosos conjuntamente con el pueblo se comprometen
a seguir la dirección de la Palabra de Dios.
Verá, a pesar de las
promesas por parte del pueblo judío en pocos años, lentamente el avivamiento
espiritual se apagó. Y así, el pueblo se desvió nuevamente de su relación con
Dios. Empezaron a acusar a Dios de haberlos abandonado, pero fueron ellos los
que abandonaron a Dios; en lugar de recibir bendición vinieron pruebas; en
lugar de la abundancia vino el hambre; en lugar de la santidad vino el
relajamiento espiritual y moral: otra vez se mezclaron en matrimonio con los
paganos y comenzaron a guardarse los diezmos en vez de traerlos a la casa de
Dios. Y por su parte, los sacerdotes en vez de ser ejemplo, eran los peores.
Aquí es donde el
“mensajero de Dios”, el cual es el nombre de Malaquías, llama nuevamente al
pueblo a la rectitud y a la santidad. Así termina el libro de Malaquías con la
esperanza de un nuevo pacto: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá
el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis
como becerros de la manada” (Malaquías 4.2). Así por medio de Su profeta Malaquías,
Dios hace la promesa de la primera venida de JESÚS y un llamado a la rectitud.
PADRE ETERNO
Me postro delante de ti para
rendirte el tiempo, la honra y el honor que te mereces. Sé que ningún triunfo
terrenal es duradero. Tú nos permites toda una vida aquí en la tierra y hay
promesas tuyas de salvación eterna al invitarte a ser parte de nuestro caminar
aquí y en esta hora. En realidad tú nos has hecho para ti y no podemos vivir
sin ti. Ayúdame para esforzarme en tu gracia a pesar de las pruebas que enfrento.
Mi gozo depente de ti. Que tu mano vaya conmigo al decirle a otros del
verdadero propósito de nuestras vidas. En el nombre de JESÚS. Amén.
Hoy es día de volvernos a Dios en oración y clamar por nosotros para mostrar la santidad y
el valor de ser mensajeros de Dios a un mundo en crisis.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por
obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para
llevarlo conmigo?