Francisco
Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: 1 Corintios
13:9-13
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. 1 Corintios 13:11 (NVI)
Al servicio de fotografía del hospital en donde trabajaba como
fotógrafo clínico, me trajeron un hermoso niño que le calculé unos diez meses
de edad, venía remitido por el Departamento de Genética del hospital. Lo había
traído la abuela y ella era muy buena conversadora, me preguntó: ¿Cuántos meses
cree que tiene el niño? Le dije la edad que había pensado, me respondió con un
tono lastimero, en realidad él tiene seis años…
Los humanos somos muy parecidos tanto en lo físico como en lo
espiritual. Por eso son necesarios, dos nacimientos: el humano que nos pone en
la tierra, y el nuevo nacimiento (Juan 3:1-8) que nos coloca en el cielo. Ambos
nacimientos nos obligan a crecer, a madurar; de no hacerlo, existe una
incoherencia en el proceso normal de crecimiento. En efecto, el propósito de
Dios al producir en nosotros tanto “el querer como el hacer por su buena
voluntad” (Efesios 2:13), es para que podamos desarrollar un carácter como el
de JESÚS (Gálatas 5:22-23). Lamentablemente millones de cristianos nacidos de
nuevo han envejecido pero no han madurado en la fe, Dios quiere usarlos para
que sirvan en Su reino y en Su iglesia, pero su infantilismo no los deja: “Yo,
hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales sino como a
inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no
podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía” (1 Corintios 3:1-2).
Pues bien, pensando en mi propia vida -inicie mi crecimiento en
Cristo hace ya mas de cinco décadas-, no me encuentro satisfecho y hago todo lo
que pueda intencionalmente para seguir sirviendo al Señor en los límites finito
como el ser humano que soy; continúo trabajando y permitiendo que Dios me forme
hasta cumplir Su propósito en mí “a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13b RV60).
En virtud de esto, haga la siguiente resolución: ¡Persistiré hasta
alcanzar la madurez en Cristo! Así como no me quedé siendo un niño en lo
físico, tampoco lo seré en lo espiritual. Aunque no nací en cuna de oro,
tampoco nací en derrota ni para fracasar porque soy parte del plan de Dios, a
mis nueve años, decidí no culpar a mis padres ni a mi preciosa familia que Dios
me dio biológicamente de cualquier falla en mi carácter; un día de aquellos en
que tenía que realizar varias tareas, las asumí con optimismo; desde entonces,
me abstengo de escuchar y formar parte de aquellos que lloran y se quejan; no
hago de los pesimistas mis compañeros de viaje porque dañan con sus lamentos el
camino que Dios, en Su gracia me trazó; Dios me crió para crecer y los linderos
de mi crecimiento es ser como Cristo: “Ese proceso continuará
hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de
Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y
completa medida de Cristo.” (Efesios 4:13. NTV).
¡Persistiré hasta alcanzar la madurez en Cristo! No me conformaré
con los trofeos que se me den o se me nieguen en esta vida; porque el verdadero
premio son las coronas que el Señor me dará al final de mi jornada, y no me
corresponde a mí, elegirlas; cuando haya terminado mi día, y vaya al dormitorio
a esperar mi resurrección de entre los muertos, diré como Pablo: “He peleado la
buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7 RV60).
Ahora bien tengamos esto en cuenta: La salvación es iniciativa de
Dios a mi favor, la madurez es iniciativa mía al buscar el favor de Dios para
lograrlo. ¡Este es mi camino a la madurez! Nuestra vida aquí en la tierra, debo
vivirla a la luz de mi vida eterna que también poseo. Tengo un destino eterno
al final de esta vida temporal pero también tengo una misión histórica aquí en
la tierra. Sin madurez en CRISTO, no puedo vivir la plenitud de la voluntad
divina y el triunfo final al salir de esta vida presente. Emprende hoy de una
vez por todas, tu camino hacia la
madurez.
Igualmente, en el plano humano diré
como Amado Nervo:
Amé, fui amado,
el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes!
¡Vida, nada me debes!
¡Vida, estamos en paz!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por
designarme un lugar en tu reino y en tu iglesia! Ayúdame a echar muy lejos de
mí, la queja, la amargura y el culpar a otros de las cosas que me ocurren;
ayúdame a ser maduro en la fe y en el carácter. En el Nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La
madurez en CRISTO no es automática es una elección que se perfecciona en mi relación con
Dios, el trato conmigo mismo y los demás.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?