Francisco Aular
faular@hotmail.com
Miércoles, 12 de octubre de 2016
Lectura devocional: Romanos
6:15-23
Gracia y responsabilidad
Así el pecado no tendrá dominio sobre
ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. Entonces, ¿qué?
¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De
ninguna manera! Romanos
6:15,16 (NVI)
La Biblia nos dice que somos salvos por gracia: “Porque por gracia
ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que
es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte”
(Efesios 2:8,9 NVI). ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que el cielo es un
regalo y no un premio. En efecto, por el favor de Dios sin que el pecador le
cueste nada, Dios obra a favor del pecador tanto para salvarse de la
condenación eterna como su crecimiento hacia la madurez en Cristo: “hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida
de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). ¡Dios espera grandes
cosas de los que ha elegido y salvado para ser Sus hijos! Ahora bien, para ser
salvos no necesitamos la Ley con sus ceremonias y ritos; Sin embargo, los
preceptos morales no pueden ser abolidos porque el ser humano, “no es pecador
porque peca, sino peca porque es pecador”. Por otra parte, la dimensión de ese cumplimiento
perfeccionado por JESÚS, es lo que Pablo llama “la ley de Cristo”; de allí que
Pablo pregunta a sus lectores y responde al mismo tiempo: Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino
bajo la gracia? ¡De ninguna manera! La gracia obra para la justificación
-en un momento puntual de nuestras vidas-, e inicia en el pecador un proceso de
santificación que dura toda la vida en esta tierra y termina en nuestra
glorificación al final de los tiempos: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
Sí, por la
gracia, y la misericordia de Dios JESÚS cruzó la barrera de la santidad
absoluta de Dios para venir a buscarnos; vivió, murió y resucitó, y ahora Él, es
nuestra única provisión; cruzando también, la barrera del pecado de ser humano,
y llevándonos a Dios “Él es el sacrificio
por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino
por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2 NVI). En verdad Dios a través de Su Hijo,
y la eficacia de la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, el don de la fe y el
arrepentimiento, producen en nosotros el nuevo nacimiento (Juan 3:3), y nos da
la Vida eterna, la Vida que nos llegó del cielo en la Persona de JESÚS (Juan
14:6). Sin embargo, repito, eso ¿significa que una vez salvados podemos
comportarnos como nos venga en gana? ¿Es una licencia para que pequemos sin
condenación? “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la
gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?” (Romanos 6:1,2).
Dos extremos en la teología de la santificación entraron
desde el mismo comienzo de la Iglesia; por un lado el perfeccionismo que es el
sistema que propone que el creyente puede llegar en esta vida a verse
totalmente libre del pecado y por sus esfuerzos lograr la santidad y perfección
moral. Esto genera en el cristiano un activismo religioso, esfuerzo humano, no
produce el carácter cristiano, al contrario genera una “superespiritualidad”
llena de autosuficiencia. Igualmente esta doctrina, contradice las enseñanzas
de la Palabra de Dios que nos dice que nadie está sin pecado: “Si decimos que
no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros” (Juan 1:8). En el otro extremo esta el antinomianismo –“Ya estamos
perdonados, vivamos como queramos”- el cual destruye la vida cristiana, con
ocio, indiferencia e irresponsabilidad. Generalmente, puede estar seguro que el
antinomialista, no es cristiano nacido de nuevo. Ambos extremos fueron
enfrentados por los apóstoles. Por ejemplo, el apóstol Juan que era muy
práctico en su teología, dice: “Y en esto sabemos que
nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le
conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está
en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se
ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece
en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6).
En realidad gracia y responsabilidad van juntas. Ya no
tengo una carga que me agobie y me aparte de Dios, al verme como soy un pecador
que merece el infierno; pero comenzando con la conversión, responsablemente me
hago dócil a la obra que el Espíritu de Dios, hace en mí; esto es verdad, me
considero un cristiano en construcción, ya no soy quien fui, pero tampoco soy
quien debo ser; momento a momento dependo de la gracia de Dios, y me esfuerzo
en Su gracia para ser quien debo ser para Su honra y gloria; como Pablo al
final de su brillante carrera, digo: Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que
Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el
primero” (1 Timoteo 1:15). Mientras vivamos aquí en este cuerpo necesitamos
andar con: Gracia y responsabilidad.
Oración:
Amado Señor y Dios:
Gracias Señor porque en el Calvario compraste un lugar
para mi en el cielo. No había nacido pero por tu gracia ya había sido elegido
para ti, ahora descanso completamente para mi salvación en Tus méritos. Gracias
JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
Gracia y responsabilidad son las dos caras de una misma moneda en la vida
cristiana.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a
obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para
llevarlo conmigo?
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